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Calaveritas
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Calaveritas

Actualizado 26/10/2022 08:16
Ignacio Martín

Las calaveritas, sobre las que ya alguna vez les he escrito, son una tradición muy mexicana: en el marco del Día de Muertos, –ya saben, aquí el día “fuerte” es el 2 de noviembre, el Día de los Fieles Difuntos, no tanto el de Todos los Santos–; las ofrendas se preparan para ese día en el que regresan para comer y beber lo que les gustaba; y, en ese contexto de lúdica tristeza, o por lo menos melancolía, se estila escribir “calaveritas”: poemas juguetones con la Calaca, la Huesuda, la Catrina… para dedicar y compartir con los amigos. En esos poemillas, la Dama de Negro hace como que viene por alguien… pero en realidad es, ya les digo, juego, homenaje.

Como esa tradición me encanta, con los años la he ido haciendo mía, con mucho cariño y desde el mayor de los respetos; todos los años escribo alguna y, entre otras, este año ha salido esta para los amigos de nuestro “café de la esquina”; no los conocen pero se los presento… Y así ven en qué consiste eso de “las calaveritas”.

Cafecito del tzompantlito

Tzompantlito[1] del Kfé Maya

Leo preguntó a la Calaca:

¿por qué estás tan enojada?

Ella, sacada de onda,

se lanzó por el muchacho

pero este le dijo: estate,

toma, ten… y pintó un faro…

Y así no se fue a chuparlos[2].

Luisa, que veía la escena,

no quería hacer mucho escándalo

pero la vio la Huesuda:

¿adónde, adónde, mi Luisa?

A lo que ella respondió:

Pues ¿adónde voy a ir?

A hacerle su americano.

Y en esto que llega Alfredo:

¿me preparan cafecito?

No había visto a la señora

y de repente la vio:

el pobre se puso blanco

pero ella le perdonó

pues en él vio su retrato,

bien grandote, en la playera;

¡así me gusta, pues claro!

Maiko, detrás de la barra,

con un ojo puesto en Paco,

la verdad, no entendía mucho:

saludó a doña Catrina,

que le devolvió el saludo

y hasta le dijo: ?????

que viene a ser: arigato!

Así estábamos, de chorcha[3],

cuando llegó la patrona,

doña Katia: “¿qué se traen?”

Y hasta la Calaca, tiesa,

le dijo: “nada, señora;

de hecho, pues yo ya me iba”…

Y en eso quedó la cosa:

a nadie nos pasó nada,

la Huesuda, ya clienta,

se llevó su pan de muerto,

y una docena de huevos;

se despidió: “¡ahí hasta l´otra;

ya dejaré la propina!”

Vaya Calaca, ¡qué coda[4]!

[1] Un tzompantli era un altar con forma de bastidor en el que se incrustaban cráneos… No se escandalicen, en otros tiempos, en todas partes había cosas que ahora nos parecen… bueno, que ahora no nos parecen.

[2] Los “faros” o faritos son unos cigarros… que solían fumar quienes estaban a punto de ser fusilados en los tiempos de la Revolución.

[3] Palique, cachondeo.

[4] Mexicanismo para tacaña.

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