Bienvenidas sean las lluvias otoñales, tan necesitadas para ir cebando los manantiales y para curar las heridas que la sequía ha producido en la piel de la tierra. Según los expertos, las borrascas de estos días han podido originar un “río atmosférico”, proporcionando fuertes lluvias, localmente.
La llegada de Armand, la primera borrasca de gran potencial de la temporada de lluvias, que esperemos sea larga, ha traído cambios importantes en la meteorología, especialmente en el oeste y centro de la Península Ibérica. Las temperaturas han caído hacia los valores más propios de esta época y las lluvias han llegado de forma generosa. “Nunca llueve a gusto de todos”, dice el refrán, pero en esta ocasión, me atrevería a decir que el sabio refranero se equivoca, porque todos estamos esperando las lluvias “como agua de mayo”.
Por supuesto, queda la inconformidad de aquellos territorios y poblaciones que, necesitando la lluvia con igual intensidad, no les ha llegado, porque las borrascas que han proporcionado las precipitaciones no han alcanzado a todos. Así, en el caso de España, el área mediterránea ha continuado con las temperaturas de calor impropias de esta época otoñal. Pero no hay que precipitarse, los expertos han detectado una enorme borrasca, situada frente a la Antártida, que, dicen, podría ser la más profunda jamás vista y registrada en la Tierra. Un fenómeno que podría marcar un antes y un después en la meteorología.
Ojalá estas lluvias sean el inicio de una larga temporada de precipitaciones que permitan la recuperación de los acuíferos, el cebado de los manantiales y cerrar las grietas que la falta de agua ha generado en el lecho de los pantanos, los ríos y los humedales.
A la espera de que las lluvias restablezcan el equilibrio de las necesidades de agua con la disponibilidad de la misma, se pone de manifiesto la necesidad de una mejor gestión de este bien escaso que es el agua. La gestión del agua no solo conlleva el racionalizar el consumo de aquella, también el no contaminar el agua que tenemos y el evitar las cuantiosas pérdidas por el camino de los acueductos y tuberías. En todas partes, aunque en unas más que en otras, se da una sequía estructural que va más allá de la falta de precipitaciones y que viene incrementada por el mal estado de las canalizaciones, que deparan una pérdida abundante de agua.
Una reciente investigación de la Diputación de Málaga ha constatado y le ha puesto números a lo que ya sabíamos: que se dan fugas generalizadas y robos en las redes de distribución, con las consiguientes pérdidas constantes de agua. El estudio ha analizado 800 kilómetros de las redes de distribución de agua de 77 municipios y ha constatado la pérdida de 19.450 metros cúbicos diarios de agua, el consumo aproximado de 90.000 habitantes. Lo que pone de manifiesto la necesidad de una mejor gestión del agua, con una mayor inversión, por parte de los ayuntamientos, en la detección y eliminación de escapes o fugas.
El pasado 31 de agosto se secaba, completamente, la laguna de Santa Olalla, la más grande y la última en secarse del espacio protegido de Doñana, debido al largo e intenso período de sequía y a la sobreexplotación del acuífero, por parte de los sondeos, muchos de ellos ilegales, para la extracción de agua con destino a la agricultura intensiva y del consumo humano, especialmente para el complejo turístico de Matalascañas (Huelva).
El Parque Nacional de Doñana, junto con el Parque Natural de Doñana, es un conjunto de ecosistemas que albergan una biodiversidad única en Europa, por su tamaño y variedad. En esta Reserva de la Biosfera reposan o hacen escala aves acuáticas de toda Europa Occidental y de África. Muchas de ellas este año no han acudido al lugar. La gran laguna de Santa Olalla ya se quedó reducida a un charquito en 1983 y 1995. Pero en esta ocasión y según Eloy Revilla, director de la Estación Biológica de Doñana-CSIC, “Doñana lleva diez años consecutivos con niveles de precipitación inferiores a la media”. Por el contrario, se ha disparado el consumo de agua y se está dando una sobreexplotación de las aguas existentes, hasta regando el césped de las macro urbanizaciones.
Desde 1988 biólogos e hidrogeólogos vienen alertando sobre los efectos perversos que causa el desarrollo urbanístico de Matalascañas, así como los pinchazos para pozos ilegales. Sus avisos cayeron en saco roto. Ni siquiera la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, organismo encargado del control de las aguas, hizo mucho caso, puesto que hasta 2019 no persiguió de manera firme la extracción ilegal de agua. Así, el enorme acuífero de 2.409 kilómetros cuadrados que hay en el subsuelo de Doñana, tiene grandes huecos y, de ahí, las lagunas desaparecidas en la superficie del coto.
Doñana es un símbolo de los estragos que causa la falta de lluvia, dañando y hasta desapareciendo especies de fauna y vegetación. Esperemos que ahora, con las lluvias otoñales, también resurja de sus grietas, se recuperen los humedales, el cuarteado de sus fangos desaparezca y, confiemos, en que la sequía no haya dejado heridas difíciles de cicatrizar en este templo de la biodiversidad. Nosotros, todos, hagamos un consumo responsable del agua.
Escuchemos a Juan Luis Guerra en Ojalá Que Llueva
https://www.youtube.com/watch?v=suQC8d-YkeU
© Francisco Aguadero Fernández, 21 de octubre de 2022
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