Jueves, 28 de marzo de 2024
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Almendra – Argusino
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CARTAS AL DIRECTOR / ALBERT CALDERÓN*

Almendra – Argusino

Actualizado 14/10/2022 11:08
Redacción

El descenso del nivel del agua en el embalse ha dejado al descubierto esta localidad de la que hoy afloran sus restos y muchos recuerdos

La drástica bajada del nivel de las aguas del embalse de Almendra, debido al año de sequía que estamos sufriendo, a lo que, ahora, hay que añadir el obligado trasvase de agua a Portugal, ha provocado estampas nada habituales desde que se construyera la imperial presa.

Esto ha hecho, que, en los últimos días, el lugar sea una constante peregrinación de gente, de todos los lugares, especialmente de nuestra comarca, por cercanía.

Yo mismo me he acercado este miércoles, junto con algunos amigos de mi pueblo, Guadramiro, aprovechando el día festivo.

Esta construcción siempre impone. ¡Y no menos, ahora, desde abajo, junto a las compuertas!, donde se observa al mastodonte, cual muralla defensiva de gigantes. Y donde se siente la pequeñez humana a la vez que nuestra grandeza, cuando unidos somos capaces de levantar algo así.

Aprovechando el viaje, pasamos a la vecina Zamora; a esa comarca de Sayago tan similar y hermana de la nuestra, por cultura, paisaje e historia.

Aunque, creo, que el pantano, tras medio siglo, con la anchura de su capacidad, también ha roto parte de esa continuidad o conexión cultural entre dos comarcas que eran dos gotas de agua.

Volviendo a nuestro viaje; nos acercamos a Argusino, la otra cara de la moneda.

El descenso de la capacidad embalsada, hasta un 20%, ha ocasionado que el pueblo sumergido bajo las aguas desde hace 55 años haya vuelto a salir al cielo.

Yo había oído hablar de este lugar; incluso había visto alguna foto por internet, pero no sabía mucho más.

Aproximarse al lugar es acercarse a la hecatombe, es integrarte en su historia. Es ponerse en la piel de las gentes que tuvieron que marchar.

Un terreno, que debió ser un fértil valle, hoy parece absolutamente yermo. Ante prácticamente un desierto de tierra, sin vegetación, las piedras son las protagonistas. Son la huella que trascribe la historia del lugar.

Para más inri, nos recibe el cementerio; ante el mar de piedras que te hace sentir el sudor de esas gentes a lo largo de los siglos. Piedra y más piedra. Piedra sobre piedra. Sus antepasados trabajaron como hormigas para transportarlas y colocarlas ahí.

Sin medios, como se hacía antes, pero con mucha ilusión. En cercas de prados y huertas… en las paredes derrumbadas de sus casas, que en algunos tramos aun delimitan las calles y plazas…

¡Aquí se ve una puerta! ¡aquí una pesebrera! ¡aquí unas escaleras! La gente camina sobre los montones piedras. Una vieja vecina dice: ¡esto era la escuela! ¡Aquí fui yo a escuela! Otra mujer anuncia donde estaba la plaza, donde, hoy, han puesto el madero, posiblemente del olivo que la presidía…

Más abajo aparecen dos lugares excelentemente empedrados o enrollados. Uno, comentan que era donde se trillaba…

Subido en las piedras de cantería de lo que fue la iglesia intento imaginar todo el entorno. Las iglesias siempre están en lo alto. Pero es imposible. No puedo representar nada. Me siento como en lugar sin brújula. ¡A pesar que está atardeciendo, me cuesta hasta ubicar el oeste, por la posición del sol!

¡Mira que he visitado ruinas, poblados abandonados, castros, ruinas romanas… porque me gusta la historia!, pero pocas veces he sentido las sensaciones percibidas en Argusino. No se puede explicar.

¡Vámonos! digo a mis amigos, mientras volvemos caminando hacia arriba recorriendo más y más sensaciones. El lugar tiene energía, mucha energía. Es una mezcla de angustia, tristeza, implora injusticia…

Según avanzamos, vemos un matrimonio muy mayor, sentado sobre unas piedras, seguramente a la puerta de lo que era su casa. Sus caras hablan, su mirada lo dice todo. No hay preguntas. No queremos más dolor. ¡Adiós!¡Adiós contesta el matrimonio!

Antes de montar en el coche vemos una viña casi al completo, con sus cepas totalmente agarradas al suelo, como antes de la inundación. Enraizadas al lugar, como los recuerdos de los nativos que hoy lo visitan, como las almas de los que aun descansan en el cementerio.

Nos vamos, mientras pienso que quizás nuestros pueblos puedan acabar así algún día viendo el camino que llevan… cuando la mayoría se ha reducido a la mitad en menos de 20 años.

Adiós, Argusino

*Albert Calderón Ramos es concejal del municipio de Guadramiro