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Como un poema
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Como un poema

Actualizado 13/10/2022 08:25
Ángel González Quesada

Para Aníbal Núñez, in memoriam

Hoy vi persianas abriéndose en la hora bruja del alcohol, gritos estentóreos que reflejan un país que ya no me pertenece, una tierra tan suya desde siempre que nos hace extranjeros, vi un disfraz de antropoide cantando el caralsol y un juez que dice que lo justo es lo injusto y una muñeca muerta de desgana peinando las patas de gallo de un premio nobel.

Hoy me asomé al balcón de los dormidos y ya no había lugar para olvidarse, ni canción que mentirse ni aldabón que mentirse. Un horizonte escaso dibujado en postales no roto aún por la guerra ni el hambre me sirvió de postal embustera para un segundo de consuelo al espejo. Y eran imágenes grandes, vírgenes santos frailes en los hombros de impávidos llevadores de nubes.

Íbamos más de uno y de pronto los lados y el norte el sur y los paisajes estaban vacíos, y nadie ya a mi lado, un vacío como muerto una certeza viva y nadie infringiéndome heridas pero tampoco nadie en los besos robados, en las palabras dulces, nadie en el ocaso atroz de un cielo por rojizo casi entero sangrando.

Hay un mundo que escapa y me arrastra a la duda, un palabreo incesante que miente cual si amase, sin embargo conforta ser ceniza sin viento, depositar las ansias, el futuro, las cosas que ayer nomás costaban poco más que la vida, en el pequeño cofre cuyo escondite olvido. Era ayer, no tengo habilidad para el dibujo de las caras de entonces, de las máscaras blancas, de aquella boca hermosa que buscaba locamente una sonrisa que no era para mí.

Voces, voces más voces en la cueva de sombras que es la cárcel, la casa el recodo de cuanto amé, en el camino recto a la desesperación vestida con harapos de almacén en oferta, y de noche los duendes de la ínfima esperanza de tal vez amanecer apenas y que no existiera este mundo que arde, esta aurora que quema, esta lágrima sola.

Desfilando en perfecto orden de desprecio, formación de impotencia, saludos marciales de números de fila, de asiento, matrícula, distancia, hoy constato demencias que me imitan. Desfilamos, desfilan, conjugamos conjugan el lenguaje perfecto de las cosas que pasan, los ruidos que enloquecen, las turbinas del miedo, lo que quisimos ser y pretendimos tan temprano no ser, de lo que ya nunca es siempre, y nunca lo sabremos, y siempre acunará esta tarde de persianas y brujas.

Y pues se hundió en el lodo la poesía, la mano y la caricia, naufragó la ternura en las barcas inmensas del tedio y el rebaño, en la tormenta oscura de los ciegos, imitemos la luz de las palabras, escribamos al son de los relojes que nos marcan exactos el sendero a la nada.

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