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La congregación
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La congregación

Actualizado 07/10/2022 09:49
Ángel González Quesada

En otro ejercicio de la repetida ceremonia teatral que representa la ficción de que son los dirigentes políticos quienes controlan, diseñan y aplican las políticas sociales, económicas o defensivas tanto en sus respectivos países como de las comunidades que dicen crear, el pasado día 6 se han reunido en la república checa los más altos representantes de “más de 40” países europeos bajo la nueva y nada imaginativa denominación de Comunidad Política Europea. En las (deprimentes) notas publicadas sobre el contenido de tal representación dramática en el Castillo de Praga, se hacen inconcretas referencias a la construcción de “un continente estable, seguro y próspero”, a la “cooperación mutua”, a los “proyectos comunes de futuro” y otras a cual de más evanescente imprecisión.

Mientras, las más poderosas empresas farmacéuticas del mundo anuncian el cese de la fabricación de gran cantidad de medicamentos esenciales, vitales para millones de enfermos, aduciendo para ello su absoluto desinterés por la escasa rentabilidad económica de su fabricación pero, al tiempo, exigiendo a esos mismos gobiernos, cuyos costosamente protegidos representantes tan ostentosamente se fotografían contemplando el Moldava, la financiación, subvención y, su más querida expresión, el cobro de “incentivos” para seguir fabricando los medicamentos imprescindibles para tantos seres humanos con la rentabilidad que quieran decidir. Es decir, nuevos chantajes a los gobiernos y nuevas subidas de precio de productos esenciales.

Al tiempo que los turísticos paseos por el Puente Carlos de jefes de estado, ministros, secretarios, presidentes y allegados llenan de sonrisas y abrazos y fotos la adocenada (y cada vez más chabacana) prensa europea, las empresas de producción energética de esa misma Europa, ya impúdicamente subvencionadas, siguen enriqueciéndose obscenamente con la manipulación, fijación y caprichosa alza de los precios, mientras los europeos van empobreciéndose con los no menos indecentes aumentos de precios de alimentos y productos de primera necesidad, que hunden en la miseria y la podredumbre vital a cientos de millones de personas.

Otros sectores, siempre estratégicos para el normal funcionamiento y vitalidad del tejido social, cuales son el del transporte, la fabricación y manufactura de circuitos electrónicos imprescindibles, el control de semillas o la especulación dineraria y financiera de bancos y prestamistas de todo tipo, siguen copando, colonizando y chantajeando a los gobiernos mediante las amenazas ejercida sobre parlamentos, comisiones o ministros, justamente en los momentos en que pueden conseguir aumentar sus beneficios mediante la cesión, la extorsión que busca el abandono de los mecanismos de inspección y control públicos de sus actividades.

Ninguna elección, ningún proceso democrático, ningún acuerdo político y ninguna transparencia figuran en la designación de los nombres de quienes así nos esclavizan, desprecian y amenazan. Quienes deberían evitarlo, posan sonrientes este jueves en la Plaza de Wenceslao después de acordar, solemnemente, defender los valores de los países representados (risas).

Es una obviedad afirmar, y más hoy que han caído casi todos los velos de la ficción política representada en la llamada comunidad occidental durante los últimos cien años, que quienes verdaderamente, directamente y, también, inmoralmente manejan, controlan y ejecutan las políticas económicas, defensivas, sanitarias, educativas y, en definitiva sociales del mundo, son las compañías multinacionales que producen o fabrican los elementos vitales de la sociedad. A A nuestros gobernantes, incapaces de romper con las dinámicas capitalistas de beneficio de pocos a costa de los demás, les parece imposible la creación o nacionalización de entidades financieras de control estatal, inimaginable la intervención, control y hasta fabricación pública de productos vitales como los medicamentos o los instrumentos técnicos de la sanidad, o ni siquiera imaginan la creación o el control parlamentario de empresas de producción y suministro de energía.

Sumidos en un equivocado darwinismo económico, los flamantes contempladores del reloj astronómico de Praga, girando en el sinfín como sus inanimados muñecos y como ellos inertes y envenenados de estupor, no han hablado de la verdadera política que es la que atiende y cuida a las personas. No han hablado del pálpito de la vida ni de los recovecos de la angustia. Ni de la miseria ni la desesperanza. Han callado ante las guerras y ante las armas. Ante la vida de vivir. Ante el dolor de los demás y frente al grito estentóreo de la hartura. Y su silencio es estruendoso.

Bueno sería que esa nueva Comunidad Política Europea, en cuyo seno conviven el fascismo más descarnado con el ultraliberalismo económico más lacerante y una tibia socialdemocracia a rastras de la partitocracia, aprovechase las circunstancias globales de tensión, necesidad y escasez (creadas por ellos mismos), para devolver a los seres humanos ese mundo del que son dueños legítimos y recomponer, al tiempo que la fraternidad, el motor de la historia, de la verdadera historia que hace la gente y que no ha terminado salvo para quienes creen que hacerse fotografías es un punto final. Rectificar, para aprender los mejores valores del acervo humano y “humanizarse” más allá de las posturas y los discursos que siguen sin aproximarse siquiera a la verdadera justicia.

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