Nuestro colaborador habitual, el carmelita Manuel Diego, reflexiona sobre esta fecha conmemorativa tan importante
Manuel DIEGO SÁNCHEZ, carmelita
No es la primera vez que Manuel Diego lo hace, ya que acaba de publicar dos largos artículos sobre el centenario teresiano de 1922 en la ‘Revista de Espiritualidad' y en el ‘Libro de fiestas de octubre de Alba de Tormes’. También había escrito sobre el tema en periódicos locales, como ‘El Norte de Castilla’ (17-10-1921), ‘Diario de Ávila’ (16-10-1921), y hasta en nuestro periódico digital. Se puede visitar igualmente la página CENTENARIOS TERESIANOS de la web del ayuntamiento de Alba de Tormes.
*Ofrecemos, con el beneplácito de “Revista de Espiritualidad” de Madrid, 2022, las pp. 354-358 del artículo de M. Diego que lleva por título: “Que nos alimentemos de su celestial doctrina”. La coyuntura y utilidad del tercer centenario de la canonización de Santa Teresa (1922-1923)”. En las páginas citadas se detiene sobre el acontecimiento salmantino que se conmemora hoy.
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“El acto central del doctorado honoris causa salmantino logró la máxima repercusión y participación oficial, ya que fu honrado por 3 días con la presencia de los reyes de España, en Salamanca, Alba de Tormes y Ávila. Esto ocurrió del 6 al 8 de octubre del 1922, y vino a ser el acto más brillante de todo el centenario, incluso –si se puede hablar así- el más laico y libre de connotaciones religiosas y devocionales, aunque no faltaron, pero en una dimensión más modesta, sin interferir en el acto académico, que era la importante.
El calendario de estas jornadas fue intenso, pero también muy solemne debido a esa presencia de los reyes en todos los actos:
- 6 octubre: acto universitario de la concesión del acto en solemne reunión académica dentro del edificio de la vieja universidad salmantina, presidido por los reyes de España;
- 7 octubre: acto literario organizado por los universitarios católicos en el Teatro Liceo de Salamanca, al que no asistió el vicerrector Miguel de Unamuno.
- 8 de octubre: imposición de las insignias doctorales por los reyes de España a la imagen procesional de santa Teresa en Alba de Tormes.
El acto académico salmantino, además de la correspondiente lectura oficial de la aprobación de la concesión doctoral por parte de la Universidad, estuvo muy atento a la representatividad de los diversos estamentos, dejando incluso espacio para la intervención del folklore charro en el acto. Puesto que intervinieron con sus respectivos discursos o parlamentos el rey Alfonso XIII, el rector Luís Maldonado, ferviente católico, el obispo salmantino bien consciente de haber logrado este éxito, el arzobispo de Valladolid y hasta el entonces Presidente del Consejo de ministros, Sánchez Guerra.
Gracias al acta levantada de la sesión solemne de investidura podemos conocer la lista de los asistentes a este acto académico: además de los reyes y sus acompañantes de palacio, la figura política de más rango fue la del primer ministro y ministro de la guerra, José Sánchez Guerra; varios senadores y diputados; el alcalde de Salamanca Federico de Anaya. Por el estamento eclesiástico se hallaron presentes el arzobispo de Valladolid Mons. Gandásegui; el obispo de Salamanca Julián de Diego Alcolea, y los obispos de Zamora, Ávila, Segovia, y Ciudad Rodrigo.
En lo que respecta al claustro académico, además del rector Luís Maldonado, hallamos los nombres de egregios profesores pertenecientes a todas las Facultades salmantinas, aunque no figura la asistencia al acto del vicerrector Miguel de Unamuno, que disentía de la presencia real en el mismo. Pero también había miembros de otras universidades españolas. Mientras que del clero salmantino figuran nombres ilustres, como Eloíno Nácar, Agustín Parrado, más tarde obispo; Manuel García Boiza (acta del claustro universitario, en La Basílica Teresiana 9 [1922] pp. 390-398).
Este acto académico fue lo más importante, al que siguió el acto literario del teatro Liceo (antes se había pensado en el Bretón) que se celebró al día siguiente de la investidura académica (7 de octubre) y al que también asistieron los reyes y tantos personajes de la política y de la cultura salmantina.
Puede servir de resumen, y aun recordatorio de este gesto universitario el doble pergamino de la concesión doctoral miniado por el artista para Salamanca y Alba de Tormes, que dice así:
"El Claustro Ordinario de la Universidad de Salamanca en sesión celebrada el día cuatro de Marzo de 1922, acordó por aclamación, conceder el título de Doctor honoris causa a la excelsa escritora castellana Teresa de Jesús y Ahumada.
Para memoria y ejemplo de las generaciones presentes y venideras, consignamos en este documento efeméride tan gloriosa, en el acto solemne de conmemorar el Claustro el tercer centenario de la canonización de Santa Teresa de Jesús.
J. Sánchez Guerra Alfonso XIII Luís Maldonado"
En realidad, este acto no culminó o acabó, hasta que los mismos reyes viajaron a Alba de Tormes el día 8 del mismo mes y colocaron las nuevas insignias doctorales (birrete doctoral y pluma) en la imagen procesional de santa Teresa, para visibilizar las consecuencias del título obtenido.
Si nos atenemos a un testigo presente a todos estos actos, el ya historiador carmelita Silverio de santa Teresa (1878-1954), en sus memorias aún manuscritas y difíciles de leer, nos narra estos detalles:
“Ávila tuvo su gloria al cerrar el centenario con llave de oro; Salamanca el de abrirle intelectualmente, como cumplía a su tradición sobria y su tradicional devoción a la Santa desde la vida misma de la gloriosa Reformadora por su amistad con catedráticos tan eminentes como los padres Medina y Báñez, y luego por fray Luís de León se ha proseguido sin interrupción hasta nuestros días. Cabalmente en el año del centenario era rector de la gloriosa Universidad D. Luís Maldonado, en que la nobleza de lengua (?) y cultivo de las letras convivieron siempre muy hermanadas y honradas (?), y fue grande admirador de la Santa Castellana.
Adelantándose a la fecha del centenario, el 4 de marzo de 1922, el claustro universitario salmantino acordaba por aclamación otorgar el título de Doctor “honoris causa” a la excelsa escritora castellana Teresa de Cepeda y Ahumada. El acuerdo fue sancionado (?) por su majestad Alfonso XIII, su primer ministro José Sánchez Guerra y el dicho rector Luís Maldonado. / 88/
Con motivo de esta demostración académica concedida a la Santa, la federación de estudiantes católicos de Salamanca abrió (?) un Certamen literario con catorce temas, todos relativos a la incomparable escritora (en nota a pié de página: Puede verse en El Monte Carmelo, 1º de agosto de 1922, p. 363). La ceremonia de la colación del Doctorado teresiano debía celebrarse con regia magnificencia. Los Reyes tenían interés en ello y [recibí la] invitación personalmente.
El 6 de octubre llegaban a Salamanca con su séquito y el presidente [del consejo] de ministros señor Sánchez Guerra. La ceremonia de su celebración en el paraninfo universitario. Todo el claustro se hallaba presente con sus vistosos y tradicionales uniformes, según las diversas facultades. Después de sus discursos alusivos al acto, habló el Señor Sánchez Guerra, y por fin, su majestad Alfonso XIII.
Por la tarde se organizó una procesión lucidísima, que al pasar por la gran Plaza salmantina, una de las más artísticas y armónicas que se conocen, espléndidamente iluminada, semejaba que un pedazo de cielo se había trasladado a la tierra para festejar a la célebre Carmelita. En el balcón central del Ayuntamiento estaban los Reyes. El que esto escribe formaba en la procesión, y cuál no sería mi asombro cuando al pasar por frente a ellos, Alfonso XIII se dignó dirigirme un gentil saludo, constestándole con una cariñosa y reverente inclinación de cabeza, y al propio tiempo oía a unos simpáticos charros que presenciaban la procesión: …”¡Coño, si ha saludado el Rey a este fraile! ¡Vaya un tío que será!” Me sonreí y dije bajito: “¡si supierais quién es este miserable!”
/89/Coincidiendo con los festejos del Doctorado, se celebró un triduo solemne en la Catedral. El 7 de octubre, segundo día del triduo, asistieron Sus Majestades, y por la tarde se celebró brillante función literaria en el Liceo, presidida también por Sus Majestades. Un grupo de jóvenes aristocráticas, vestidas de charras, excitó extraordinariamente la admiración del público. Una hija del Rector de la Universidad, desempeñó muy bien el papel de la Santa. Los incidentes cómicos que con tanto donaire describe la Santa en la fundación de sus Descalzas en esta ciudad, fueron muy aplaudidos.
Entre otros actos figuraba la lectura de una poesía a la Santa de la joven Cristina Arteaga, hija de los Duques del Infantado, muy apreciada en los medios estudiantiles católicos, por su aplicación y talento. La poesía había sido sobresaliente premiada por el Jurado del Certamen con una medalla de honor” (Burgos, Archivo Silveriano 113/D).
Dejamos aquí el relato silveriano, porque se entretiene con no poca ironía en los detalles de cómo se concedió ese premio literario a la poetisa Cristina de Arteaga (1902-1984), luego famosa monja jerónima y cuyo proceso de beatificación hoy está incoado. Y luego sigue con la crónica de los actos del día 8 de octubre en Alba de Tormes.
Todo este acto puede parecer que se realizó sin ningún contratiempo, y –cosa rara- hasta decidido por unanimidad, y así fue. Últimamente se ha podido estudiar en su trama y forma de plasmar visiblemente la decisión universitaria por todos compartida. Pues entraba la política del momento y la situación que atravesaba la universidad salmantina. Por eso, se han llegado a conocer algunas reacciones cuyo contenido enriquece el juicio y la valoración que merece este gesto académico, que tuvo tanta repercusión pública”.