Ya estamos en octubre y a tan solo unos días de saber quién será el próximo nobel de literatura. Seguro que muchos escritores sueñan con alcanzar el galardón y no pocos periodistas ávidos de dar la noticia barajan nombres de posibles candidatos. En mi opinión de lectora solo tiene un nombre: Salman Rushdie.
Mis razones
En absoluto pienso que ser perseguido, encarcelado y sufrir un intento de asesinato sirva para que un escritor sea elegido entre tantos escritores para no morir sin el ansiado nobel. En este caso hay dos razones que lo justificarían. Por un lado no solo se trata de un escritor que sigue convaleciente en un hospital de Nueva York por defender su obra, y por el otro es una buena oportunidad para crear un verdadero símbolo de la libertad de expresión.
Sus méritos
Salman Rushdie es uno de los más grandes escritores de la literatura contemporánea y le sobran méritos para ser coronado. Su obra es lo suficientemente vasta, se ha mantenido vigente con una constante producción bibliográfica a lo largo de su vida, y ha conseguido que libros como “Hijos de la Medianoche” reciban la aclamación generalizada de la crítica y se conviertan en clásicos instantáneos de referencia. La sorpresa por su consagración sería menor que la de los ganadores recientes más polémicos, como Bob Dylan (2016) o Elfriede Jelinek (2004) por ejemplo.
¿Y por qué debería hacerse?
Pues porque el mundo atraviesa las horas más negras, más inciertas y más oscuras que se recuerdan desde la Segunda Guerra Mundial, y en este momento, cuando la esperanza del planeta entero pende de un hilo sobre el abismo de la hecatombe nuclear entre potencias, es conveniente que la Academia Sueca transmita un mensaje inequívoco que respalde los principios humanistas en los que Alfred Nobel fundamentó su legado.
Más que urgente, imperioso
Otorgarle el próximo Nobel de Literatura a Salman Rushdie no solo es urgente, sino también imperioso, pues la libertad de expresión debe ser, sin miramientos, el faro que nos guíe a través de las tempestades erigidas por el odio, el fanatismo y la muerte.
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