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Recuerdos de las Ferias de Vitigudino de los niños del ‘Baby boom’
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OPINIÓN DE ISABEL SÁNCHEZ CASTILLA

Recuerdos de las Ferias de Vitigudino de los niños del ‘Baby boom’

Actualizado 30/07/2022 18:38
Redacción

El tiempo pasa muy deprisa, pero ¿en realidad es el tiempo el que pasa o somos nosotros los que pasamos a grandes zancadas a través de él?

Dicen que los recuerdos son como las viejas fotografías, con el tiempo se van desvaneciendo, cambiando de color, volviéndose amarillentas, hasta que llega un día en que se empiezan a ver borrosas, pero también hay recuerdos que permanecen tan arraigados dentro de nosotros que parece que se están viviendo en el momento actual.

Voy a situar mis recuerdos de las Ferias y Fiestas de Vitigudino en los años 60/70, siendo una niña que caminaba para adolescente.

Cada mes de agosto, cuando éste llegaba a su ecuador, Vitigudino salía de su rutina y normalidad y el pueblo y sus gentes se disponían a disfrutar de los días festivos que se organizaban en honor a la Virgen del Socorro, su patrona, que mora allá arriba en su ermita y desde allí vigilante, nos protege con su manto.

Las fechas señaladas durante esa década, eran los días 14, 15, 16 y 17 de agosto, aunque ahora se intente alargarlos desde proa hasta popa, sabiendo que el barco tiene la misma eslora.

Hace años, el día 14 comenzaba con el disparo de cohetes y bombas para anunciar a los vecinos que las fiestas daban comienzo. Ese mismo día, ya entrada la tarde-noche, en los salones del bar El Recreo (yo vivía enfrente y lo recuerdo bien) se procedía al nombramiento de la Reina de las fiestas y su Corte de Damas de Honor, que eran elegidas por un jurado formado por personalidades del pueblo y a la joven que resultase ganadora le imponía la banda la Reina del año anterior. Eso no ha cambiado mucho, solo que ahora este evento se realiza en la Plaza de España y son las jóvenes las que se presentan voluntarias para representar a su pueblo con su belleza y elegancia. Antes tampoco había Corte infantil, eso se instauró después con el fin de dar más empaque al acto de coronación y con ello representación a todos los niños de nuestro pueblo.

El día 15, también desde primera hora de la mañana, los vecinos despertaban al son de las dianas floreadas y con el disparo de bombas y cohetes, todo ello amenizado por los dulzaineros y, al filo del mediodía eran los Gigantes y Cabezudos los que hacían su aparición por las calles de la villa, provocando el griterío de la chiquillería que los rodeaba, a la vez que algún que otro llanto de aquellos a los que la varita del Popeye o del Maño había asustado, pensando que les iban a dar con ella, aunque siempre el que más miedo daba era el negro con los labios gordos y rojos, y su túnica blanca, que al ser tan alto y ponerse a dar vueltas, soltaba grandes tortazos a diestro y siniestro con sus grandes manazas. Los cabezudos siguen siendo los mismos de entonces.

Después de habernos sofocado corriendo con todo el calor, tocaba comida familiar y siesta para, al caer la tarde, con ropa de estreno para la ocasión e inmaculadamente limpios y peinados, acudir al desfile de carrozas. Unas vistosas carrozas patrocinadas por casas comerciales, algunas de ellas perdurables a través de los tiempos gracias al relevo generacional de sus descendientes, entre las que podemos encontrar a Muebles Hipólito Cuadrado, carnicería Pepiño, peluquería Juan Sánchez, Juan Manuel Vicente de talleres Renault, confecciones Viti, relojería Ramos, El Casino, piensos Provimi, hoy Inte-Campo, electricidad San Román, entre otros muchos que hoy han desaparecido. Estos establecimientos comerciales y mucha más gente a nivel particular colaboraban con la Comisión de Festejos en el patrocinio de las vistosas carrozas que recorrían las calles del pueblo y atraían a la gente de las localidades de alrededor que abarrotaban las aceras para quedar admirados por sus luces y magnífica decoración.

He de apuntar que el alcalde que más se involucró en organizar siempre un llamativo desfile de carrozas fue Pedro Pérez Blanco, que logró que se hicieran las mejores carrozas artesanales gracias al trabajo de los adolescentes de la época, a los que nos buscó entretenimiento para esas tardes de verano en los que no había ni piscina para irse a dar un chapuzón. Convenció a los niños y jóvenes para que cada uno con nuestra pandilla fuésemos decorando las carcasas de las figuras que iban a ir sobre las plataformas y conformar las carrozas. Recuerdo que a nosotros nos tocó hacer un cisne gigante y pasábamos las tardes de ese verano recortando y pegando papelitos de seda hasta cubrir de plumas blancas toda la silueta del ave. Eso sí, nos quedó precioso!

Años más tarde, estando Germán Vicente de alcalde, se intentó que la juventud también se motivase para la construcción de las carrozas, dando premios a las mejores, iniciativa que tuvo éxito, pero no tuvo continuidad y en la actualidad se opta por alquilarlas a empresas dedicadas a ello, siendo igual de vistoso el desfile con sus luces y sus colores que hacen las delicias de quienes las miran, sobre todo de los niños que las observan con ilusión por su colorido y por los personajes fantásticos que las adornan.

La fiesta continuaba el día 16 y era por la tarde cuando llegaba la hora del acontecimiento taurino, porque no hay feria que se precie que no ofrezca en sus fiestas una gran corrida de toros. He visto un cartel impreso del año 1915 en el que ya había toros, bueno, mejor dicho, eran vacas bravas. Por la plaza de toros de Vitigudino han pasado grandes figuras del toreo, unas que ya estaban consolidadas y otras que dieron sus primeros pasos hacia el éxito y se dieron a conocer gracias a sus triunfos en el coso vitigudinense. Pero ese tema lo tengo guardado para otra ocasión.

Nos situamos en los actos del día 17 de agosto, en el que tomaban auge los eventos deportivos, con los partidos de pelota a mano, que sigue siendo un evento anunciado también actualmente, al que acuden para presenciarlo verdaderos aficionados desde hace muchos años, (quizás y mayoritariamente esos niños de antaño), los partidos de fútbol disputados entre equipos de localidades de la provincia, vueltas ciclistas, así como grandes veladas de boxeo, según reseñaban en sus páginas los periódicos de la época y que se hacían eco de las ferias de Vitigudino por ser una localidad importante cabecera de comarca. Como ejemplo ilustrativo de ello, apuntaré que según he podido leer en algún archivo de los que guardo, no en la memoria, sino en el ordenador, se disputó en 1967 un interesante partido de fútbol en el Campo de Deportes del Frente de Juventudes, así se debía de llamar el campo de Vitigudino entonces, y quien lo organizó fue la Guardia de Franco.

Una grandiosa feria de ganados tampoco faltaba entonces, en la que se hacían tratos entre ganaderos venidos de distintos lugares mediante el típico apretón de manos y el pago mediante un gran fajo de billetes sacado de los bolsillos del pantalón, era otro gran atractivo de la feria de agosto en nuestro pueblo, mercado que desapareció durante un tiempo y se está intentado que vuelva a recobrar el auge del pasado. También había una gran exposición de maquinaria durante todos los días y, cómo no, por las noches grandes verbenas en los salones de “El Recreo” y “El Casino”, amenizadas por grandes orquestas o grupos musicales que eran contratados por los dueños de los respectivos locales para amenizar a los vecinos y visitantes. Ahora es el Ayuntamiento el que contrata grandes orquestas de cierto renombre en el mundillo de la música para hacernos mover el esqueleto en las noches veraniegas de agosto.

De todos los actos organizados los días festivos, por lo general disfrutaban las personas mayores, pero para los niños de esa época los más grandioso y deseado era visitar las tómbolas y las casetas de los feriantes, que se instalaban en el mismo lugar que ahora, pero claro, ofertando distintos productos, porque los gustos y las modas van cambiando. Cuando éramos pequeños, nuestros padres junto con esos familiares que vivían fuera, pero que venían a pasar unos días de vacaciones al pueblo, nos llevaban a comprarnos algún juguete a modo de regalo extraordinario, porque los niños de antes solamente recibíamos alguno en Reyes, y a veces el mismo te lo ponían dos años seguidos, envuelto en distinto papel para despistar.

Los juguetes se compraban en las tómbolas según la edad, para los más pequeños, fuesen niños o niñas, lo típico era comprarles una rueda pegada a un palo, que al arrastrarla por el suelo hacía ruido y según daba vueltas iban chispeando luces de colorines. El ruido en la calle pasaba desapercibido por el bullicio del ambiente, pero al llegar al silencio de la casa, el ruido era estridente y ensordecedor lo que provocaba alguna que otra regañina por parte de los padres o de la abuela. A los niños se les solía comprar una cayada de plástico transparente llena de caramelos de colores que tardaban poco en caer al suelo, seguido del “mosquete” que les daba su madre por no haber tenido más cuidado al quitarle el mango. Lo peor era cuando a tu hermano le compraban un tambor y estaba todo el rato en casa, dale que dale, aporreando, hasta que por suerte, se rompía pronto. Al año siguiente podías tener la suerte de que te compraran una cámara de fotos de esas que tenían la cabeza de un muñeco encogido en su interior y que al tocar el botón de disparar, se abría la puertecilla y salía de dentro haciendo un pequeño ruidito. A mí también me gustaban unos pollitos amarillos a los que se les daba cuerda y se ponían a mover la cabeza arriba y abajo como si estuvieran picoteando granos de trigo.

Según nos íbamos haciendo mayores, los niños escogían un rifle que tenía un tapón en la punta atado con un cordón para que no se perdiese y que luego ellos usaban para dispararle a las moscas que se posaban en las paredes y ver a cuantas mataban de un taponazo certero. También podían elegir un cinturón cartuchera con dos pistolas, al más puro estilo del lejano oeste de las películas de John Wayne. Tan majos que estaban ellos con su pantalón corto, los calcetines por media pierna y una pistola negra a cada lado de la cintura. También los había que elegían de regalo una bolsa llena de indios, vaqueros y caballos, que luego intentaban hacer parar en el suelo y era imposible, o pretender que el jefe indio parase encima del caballo, y nada, que parecía que el caballo, al sentir el peso del indio, lo lanzaba despedido hacia arriba. Los vaqueros tampoco paraban, y no los habían fabricado en China, jejeje.

Para las niñas los juguetes eran mucho más instructivos, como queriendo formar perfectas madres y amitas de casa ya desde la infancia. Recuerdo que lo que más abundaba en todos los puestos de los feriantes eran unas muñecas desnudas, metidas en una bañera. Eran de un plástico tan rígido que no se podían ni articular las extremidades para poder bañarlas sentadas con el agua del grifo del patio de casa. Había que bañarlas de tumbadas y para secarlas cogíamos un trapo de la cocina o las sacudíamos hasta que se le saliera todo el agua que le había entrado dentro. Al año siguiente, se nos antojaba un botiquín o un juego de médicos, para poder curar a la muñeca por si se nos ponía enferma, y el próximo, ya nos pediríamos que nos compraban un juego de cazuelitas con su tapadera y unos platos de aluminio que venían sujetos con un alambre a un cartón, a los que ya le habíamos echado el ojo. Las reinas de la casa nos sentíamos con el juego de menaje completo y ya si tu tía la de Madrid, que nació en Vitigudino, pero era la “forastera”, te compraba una cocinita de tres fuegos para calentar la comida de las cazuelitas, pues eras ya la envidia de muchas niñas que no tenían la suerte de que sus madres no tuviesen hermanas forasteras. Los siguientes años, según te ibas haciendo mayor, podías tener la suerte de que te regalaran un bolsito de rafia con dos asitas donde cabía un pañuelo moquero de colorines, que no secaba nada, cuatro caramelos y unas moneditas que te había dado un amigo de tus padres para que te feriases algo. Nótese lo importante que era que te comprasen algo en las casetas y tómbolas, que era común y normal que preguntasen al verte ¿qué te han feriado, maja?

Estaréis pensando que si la fiesta es en honor a la Virgen del Socorro, aún no la he mencionado. No se me ha olvidado, todo tiene su orden cronológico, pues resulta que en los años 60, la festividad de la Virgen se celebraba el último domingo de agosto, y eso, salvo la fecha, no ha cambiado apenas. Sigue habiendo misa, procesión y ofrendas de flores acompañadas de la fe de los vitigudinenses y el cariño hacia su patrona la Virgen del Socorro

Como se puede observar, algunas cosas siguen su tradición y permanecen inalterables o con poco cambios. En realidad los que hemos cambiado somos los que éramos niños en esa época, pero estamos aún aquí y agradecidos de poder seguir recordando. Que sea por muchos años!

Con este repaso a los recuerdos de una niñez ya lejana, aunque reciente en la memoria, deseo que paséis una felices Ferias y Fiestas de agosto y que sigamos todos pudiendo almacenar recuerdos, porque recordar es volver a vivir lo vivido.