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La convivencia de estudiantes extranjeros y sus familias de acogida salmantinas crea "vínculos para toda la vida"
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La convivencia de estudiantes extranjeros y sus familias de acogida salmantinas crea "vínculos para toda la vida"

Actualizado 17/07/2022 09:22
Elena Esteban

Manuela Martín y Mercedes Sastre cuentan su experiencia ejerciendo de ‘madres’ para los jóvenes que llegan de otro país a estudiar en la ciudad universitaria

Manuela Martín lleva catorce años acogiendo estudiantes extranjeros durante el curso escolar gracias a la mediación de la USAL. Comenzó a hacerlo para que su hija aprendiera a convivir y compartir con personas de otras zonas del mundo. Ahora ha crecido pero cuenta con pasión que no ha parado de recibir en su casa a jóvenes: “es verles entrar por la puerta y ellos me dan vida”.

El sentimiento es recíproco, la agencia con la que trabaja, de Estados Unidos, contactó con ella para decirle que “era la mejor familia que tenían en Salamanca”. El trabajo es de 24 horas, se implica en sus tareas escolares, les hace las comidas, va con ellos de excursión e incluso salen de fiesta juntos. Cree que lo que más valora la Universidad es que las familias anfitrionas sean abiertas y tengan ganas de incluir a los jóvenes en sus vidas.

Mercedes Sastre ha alojado a estudiantes en sus casas desde hace más de veinte años, lo hace gracias a agencias de estudiantes de extranjeros que estudian español y desde el 2005 a los Cursos Internacionales de la Universidad. La estancia es variable y acoge a estudiantes de todo el mundo. En su caso, la motivación inicial fue económica, asegura que es muy cómodo porque trabajas “en tu casa”.

También disfruta de “conocer cada país” sin tener que desplazarse “porque el comportamiento te viene a dar una idea de cómo es el país y cómo es su sociedad”. Durante este verano acoge a Mery, una estudiante canadiense que se siente muy agradecida por la ‘madre’ que le ha tocado: “para Mercedes lo más importante es que yo esté cómoda”. Quería “estar en la cultura y no solo aprender de la cultura”, por eso decidió solicitar una familia de acogida.

Se compara con las amigas internacionales que optaron por vivir en una residencia y cree que allí la inmersión no es total. En casa de Mercedes, por ejemplo, descubre cada día una comida nueva y es capaz de consultar sus errores con alguien que realmente sabe español. Esta y Manuela coinciden en que lo que más le llama la atención a los jóvenes es que se haga tanta vida en la calle, “la fiesta” y “todo lo que sea antiguo”, especialmente a los estadounidenses, que tienen una historia mucho más reciente.

Durante la época de restricciones más duras de la pandemia, el sector de acogida a alumnos extranjeros se resintió porque los viajes se paralizaron. “Es tu trabajo”, señala Mercedes, y no han podido reanudarlo hasta el inicio del curso 2021-2022. Como otros, tiene sus sombras, a veces la convivencia es difícil: “las menos, porque si no no querrías trabajar de ello”.

Ambas han creado “vínculos para toda la vida”. Manuela considera a algunos “prácticamente como mis hijos” y mantiene contacto con todos los que han pasado por su casa hablando con ellos por las noches para sortear el cambio horario. La experiencia es completa para ambos extremos, a los estudiantes les cuesta decir adiós: “ninguno se quiere marchar, aquí se vive muy bien”.