Procedentes de un orfanato de Mariúpol, 87 menores y sus educadores intentan rehacer su vida lejos de su país
Más de 4.000 kilómetros separan a la localidad salmantina de Armenteros de Mariúpol, una de las ciudades ucranianas que más está sufriendo las consecuencias de la invasión por parte de Rusia a Ucrania, una guerra que el próximo 24 de junio cumple cuatro meses desde que estalló el conflicto, coincidiendo con el Día Mundial del Refugiado.
Desde entonces, más de 400 refugiados ucranianos han llegado a Salamanca gracias a diferentes asociaciones y fundaciones, así como de personas voluntarias que han abierto las puertas de sus casas para ayudarles. Ucranianos, en su mayoría mujeres y niños, que tuvieron que dejar atrás toda una vida para ponerse a salvo. Huir de una guerra que les ha obligado a empezar de cero lejos de su país.
Uno de esos grupos de refugiados que han llegado a la provincia de Salamanca han sido los niños de un orfanato que se encontraba en la ciudad de Mariúpol, en el óblast del Donetsk, una de las ciudades más bombardeadas por el ejército ruso que ha acabado, entre otros, con el edificio donde se encontraba el hogar de estos menores. Un total de 87 niños de entre 7 y 18 años, puesto que algunos de ellos han cumplido los dieciocho en estos últimos meses, algunos con necesidades especiales, acompañados por sus 17 educadores.
Llegaron a España en un avión militar el pasado 28 de marzo a la base de Torrejón de Ardoz. Una vez en Madrid, pasaron varias noches en un hotel hasta que llegaron al que ahora es su nuevo hogar: el Colegio la Inmaculada de Armenteros, al que llegaron el 1 de Abril. Hasta aquí han llegado gracias a la Fundación Madrina y al Padre Ángel, de Mensajeros de la Paz que se puso en contacto con Blas Rodríguez, sacerdote y coordinador del colegio.
Intentan que su rutina se haya visto truncada lo menos posible. Han adecuado unas aulas para, por las mañanas, poder tener un lugar para continuar con su educación. Tienen clase con sus monitores ucranianos, con los que convivían en el orfanato, para no perder esa rutina. También reciben la visita de una pedagoga para determinar qué niños están capacitados para aprender español y cuales no, porque algunos por sus patologías no hablan apenas ni ucraniano. Por las tardes tienen más tiempo libre, de ocio y de deportes. En ocasiones tienen actividades organizadas por voluntarios.
Las risas y los abrazos son precisamente los protagonistas de la tarde que estuve con ellos. Es lo primero que se transmite al llegar al Colegio de Armenteros donde están estos pequeños ucranianos. Bajo el sol de una tarde normal para cualquiera, para ellos es una tarde especial. Hinchables, juegos y desfiles de disfraces animan a estos refugiados gracias a una actividad organizada por la Cofradía de la Veracruz de Salamanca. Por la mañana han asistido a un taller de jardinería.
“Ellos nos permitieron poner un cepillo desde Semana Santa, con el que se han recaudado aproximadamente 1.200 euros que van a venir destinados aquí, para paliar sus gastos”, explican desde la Cofradía. “Queremos ayudarles”. Al fin y al cabo, siguen siendo niños, “así se distraen un poco”.
Unos niños que ayudan mucho en el día a día del colegio. Los más mayores tienen grupos para organizarse, grupos de limpieza. “En el comedor dejan todo recogido, son muy ordenados”. Desayunan a las 9 de la mañana, comen a las 13:00 horas y cenan a las 19:00 horas. La cocina ha pasado de tener 50 niños a más de 100.
La directora y responsable del orfanato ucraniano, Elena Alekseevna, solo tiene palabras de agradecimiento por “estar a salvo”. Cuenta que los niños “están contentos” y que ella está “tranquila y agradecida” por el recibimiento que han recibido. “Gracias, gracias y gracias por todo”.