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Ángel de Arriba, Penélope en el balcón albercano
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Un relato para celebrar la visita de un rey

Ángel de Arriba, Penélope en el balcón albercano

Actualizado 03/06/2022 09:38
Charo Alonso

Ángel de Arriba publica un hermoso libro que conjuga la intrahistoria, la historia, el amor a la Sierra y el talento de un autor que escribe para SALAMANCArtv AL DÍA

Tiene Ángel de Arriba Sánchez la rápida pincelada costumbrista, el gusto por el paisaje, la evocación del pasado y el talento para retratar al paisanaje con la emoción contenida del hijo de la tierra que la conoce y recorre paso a paso, renglón a reglón, desde su atalaya salmantina de ‘Escribidor del Tormes’, aquel que firma cuentos, cuadros de costumbres, artículos, humor gráfico y hasta una novela que talla con la paciencia de su padre ebanista. La publicación de 'Penélope en el balcón' es una fiesta de agosto.

Ángel de Arriba: Mi abuelo pintaba carros y mi padre era ebanista. Al cura de La Alberca se le secó un peral que tenía en el huerto y con la raíz se hizo el trono donde se sienta el diablo en La Loa, la quimera, la serpiente. Y con el tronco y las ramas, mi padre hizo un Cristo que sale en procesión el Viernes Santo.

Charo Alonso: Ángel, suenan campanas…

A.de A.: Es que es domingo, estoy sentado en una peña, en un bosque de robles aquí al lado de La Alberca.

Ch.A.: Es el mejor sitio para que me digas cómo debemos revertir eso tan manido de la España vaciada.

A.de A.: Pues con voluntad política y administrativa porque hay que dotar de atractivos fuera del turismo a las zonas rurales. Por ejemplo, aquí en la Alberca se está reclamando hace tiempo un instituto de formación profesional que capacite a los jóvenes para estudiar Ciclos Formativos de Turismo, de Comercio, para ser agente forestal. Instruir en la zona para que se queden y puedan desarrollar la carrera, ¿Qué sentido tiene que los jóvenes de aquí se tengan que ir afuera y luego ya no vuelvan? Y quien dice un instituto en La Alberca dice en Casares de las Hurdes, en Las Mestas… Y además, hay que cuidar las redes de telefonía de internet, las carreteras… En la pandemia parece que se quería volver a los pueblos a hacer lo mismo que haces en Nueva York, pero si no tienes wifi o se te cuelga, o si para venir aquí tienes unas carreteras mal asfaltadas…

Ch.A.: Tu libro parte de la visita de Alfonso XIII en junio de 1922 a estas regiones depauperadas que ahora parecen salir del marasmo… ¿Se ha saldado la deuda histórica de su atraso?

A.de A.: Recuerda que no fueron solo Las Hurdes, salvo Sequeros que era cabeza de partido, en el resto de la sierra, incluida La Alberca, había mucha hambre, mucha penuria y mucha necesidad. Eran como todas las regiones apartadas de España, las Alpujarras, la Cabrera en León, Arán, eso lo daba un poco la orografía… La visita del rey fue importante, sí, pero no nos olvidemos que tardaron veinte años en convencer a Alfonso XIII de que fuera al final a Las Hurdes, y empezar a hacer cosas. El propio rey dio un dinero para crear un banco de préstamos fáciles pero resulta que los administradores fueron los primeros usureros, fue peor el remedio que la enfermedad. Luego las administraciones empezaron a actuar con la iglesia, el empuje real y el de hurdanófilos como Unamuno. Aunque el cambio vino con el siglo, la mayoría se fue como yo a la inmigración porque había poca tierra, poco futuro y mucha gente. Gente que hemos vuelto ahora.

Ch.A.: Tu relato habla de la visita del rey a La Alberca el 24 y 25 de junio de 1922 después de aquel viaje terrible a la “Tierra sin pan” de Buñuel.

Ade A.: En el caso concreto de Las Hurdes, la Junta de Extremadura, Ibarra, fueron muy conscientes de que tenían una joya a explotar: la leyenda negra de las Hurdes, un activo turístico. Y aunque durante un tiempo no quisieron saber nada, porque era como un estigma que no se podía nombrar, se dieron cuenta de que era un atractivo y empezaron a comercializar las Hurdes. Sin embargo, y esto lo recoge muy bien Sergio del Molino, se ha pasado de la pobreza a una demasía, con unos hoteles de lujo donde antes había alquerías en los que ni la propia recepcionista sabe lo de la visita del rey, eso cuenta en su libro. El turismo ha regenerado la zona, es lo que decías antes de que se ha saldado la deuda, el estigma se ha vuelto un atractivo.

Ch.A.: Tu relato se adorna con las ilustraciones de un pintor que ha puesto en el mapa a Mogarraz, Florencio Maíllo.

A de A.: Yo vi la exposición sobre El Bosco, y le hice un artículo en Salamanca Rtv al Día que le gustó mucho. Y un día, mirando la plancha que me regaló, pensé: Si es el rey a caballo. Hortus conclusus, el título de su exposición, “huerto cerrado”, es la sierra. Nadie podía ilustrar este libro mejor que él. Los tonos de óxido de su obra fueron los que me llevaron a colorear las fotografías para que hicieran juego con los pigmentos y las láminas de Maíllo. No quería que las fotos fueran en blanco y negro, en sepia, quería que fueran cercanas. Usé una técnica que se utilizó poco en España, la usaba Ramón y Cajal, por ejemplo.

Ch.A.: Ilustran también muy bien la visita ¿Las has coloreado tú?

A.de A.: Sí, para hacerlo he tenido que pedir permiso a los herederos del doctor Gregorio Marañón porque las fotos de Campúa, el fotógrafo que acompañó al rey, son de la Fundación. A Gregorio Marañón Beltrán de Lis, su descendiente, le gustó mucho el proyecto. Yo las coloreaba, se las pasaba, me decía, esta sí, esta no, y fotos que yo no tenía me las proporcionaron. Fue una gran experiencia, hace poco les he mandado el libro y me han felicitado.

Ch.A.: Además de las imágenes, incluyes una introducción de José Luis Puerto, que dice que rememoras literariamente la visita del rey y evocas el mundo de las mujeres, y un epílogo de Esteban de la Vega que nos recuerda que estas tierras eran sinónimo de autenticidad, pero también de infinita miseria.

A.deA.: Con Puerto estamos obligados, es el maestro albercano por excelencia. Sus textos y poemas me ayudaron para salvar la añoranza de la sierra cuando estuve en la emigración. Lo de Mariano Esteban de Vega, maestro historiador, coincidió por una conferencia que daba sobre los expósitos en Salamanca porque yo me quedé huérfano con tres años en la Alberca y estuve cinco años en un hospicio. Hablando y hablando le propuse esto y en la presentación albercana mucha gente le comentaba cosas sobre los pilongos, que era como nosotros llamábamos a los niños de la casa cuna de Béjar, de Salamanca, niños hurdanos pobres que se integraron en la Sierra con familias de aquí y que salían adelante o se enfrentaban con los hijos legítimos.

Ch.A.: Son hermosos y esclarecedores ambos textos. Me gusta mucho en tu relato como hablas de las mujeres que cosen la vida, la bordan.

A.de A.: El bordado era el oficio clásico de las mujeres aparte de veinte mil cosas, porque las mujeres eran el alma mater de las casas. Primero parían, cuidaban a los hijos, cuidaban al marido, iban al huerto, cogían las cerezas, alimentaban la pocilga, cuidaban las cabras. Los maridos también, pero las madres en la sierra eran como en esos lugares que cuentan que no había Dios al principio, sino diosa: la tierra, la fecundidad… Eso se nota en la gente del mar también, nosotros aquí en la sierra hablamos de las cosas verdaderamente importantes en femenino: la nogal, la puente, como la mar. Es esa la condición de mi abuela, de mi madre, que se quedó viuda muy pronto con cinco hijos y embarazada, cómo se tuvo que poner a trabajar en el hospicio donde nos tuvo que meter. Este relato es un homenaje a la condición femenina que es el soporte de la vida.

Ch.A.: La Sierra es para ti un lugar mítico. Dices que es el huerto cerrado de vivencias y recuerdos, jardín de las delicias de tus años mozos…

A.de A.: Tengo muchos relatos situados en este pueblo que yo llamo Babeca y que no es La Alberca, sino un conjunto de todos los pueblos. También llamo a esta tierra “Sierra Franca” que es en realidad su nombre originario que no sabemos si se lo pusieron los francos del norte que repoblaron la zona o si se llama así porque La Peña de Francia es una elevación desde la que se ve todo, no engaña, es “franca”. Esta tierra tiene influencias árabes, judías, y de los francos, que nos dieron las barras de colores del escudo salmantino, la arquitectura de entramado de madera que es normanda. Más que el Macondo de Gabo, Babela es como la Comala de Rulfo. Es una tierra misteriosa, la de San Andrés de la Sierra en Las aguas esmaltadas de Luis Díaz Luis.

Ch.A.: Un libro impresionante. ¿Por qué firmabas tus artículos como “El escribidor del Tormes”?

A.de A.: Ese es un guiño a la picaresca, al Lazarillo de Tormes, al río ¡No tiene nada que ver con Vargas Llosa ni con la tía Julia! Escribí un texto que se llamaba “Hablando de libros y librerías” donde recuerdo que fui librero por vocación. Yo que he pintado, he hecho comics, humor gráfico…

Carmen Borrego: Y que eres un gran conocedor de la Sierra y de su historia y sus dificultades…

A.de A.: Por eso vuelvo a pensar en la España vacía. Para anclar población en las zonas rurales es muy importante el tema de la salud. Las administraciones no tienen que generar beneficios, sino dar servicios, no pueden cerrar ambulatorios o que venga el médico una vez a la semana. Las casas se quedan vacías porque a los ancianos se los llevan a las residencias y si tienen suerte y se crea una en el municipio, bien. Centralizar los centros de salud no se puede, y más con estas carreteras. La administración tiene que hacer un esfuerzo, no que los enfermos se adapten a la sanidad, sino que la sanidad se adapte a las condiciones del mundo rural, que no es un mundo vacío, es un mundo que queremos vaciar por cuestiones económicas, por cuestiones administrativas o de publicidad, que parece que solo nos acordamos de él cuando va a haber elecciones ¡Nos vemos en Salamanca en la Casa de las Conchas, Carmen, Charo, con los libros!

Suenan campanas de la sierra, huerto abierto a las páginas bordadas, filigrana de historia de Ángel de Arriba, tradición renovada, memoria minuciosa, profunda fuente de hondura clara con espuma de agua.