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La vida libre
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La vida libre

Actualizado 27/05/2022 08:53
Ángel González Quesada

Que en un mundo como el autodenominado “occidental” y “democrático”, empobrecido de valores éticos y de normas libertarias, y abaratado por el posibilismo político y el mercadeo consumista, exista en un país como España un Ministerio de Igualdad, creado y dedicado al cuidado y gestión de conceptos tan vapuleados y tergiversados como la igualdad, la equidad y, sobre todo, la justicia, debería ser ya motivo de alegría y orgullo para todas nosotras.

A diferencia de otros estados más avanzados en el reconocimiento de derechos, España cuenta hoy, sin embargo, con leyes, propuestas, normas, iniciativas y mecanismos propiciados en su mayoría por ese Ministerio de Igualdad (tan odiado y vilipendiado por el fascismo patrio), de las más avanzadas y progresistas del mundo, y que, además de hacer avanzar a pasos agigantados el reconocimiento de derechos personales y colectivos, especialmente los de las mujeres, nos hacen estar en la vanguardia de la lucha por la transformación y limpieza ética de una sociedad en tantos aspectos despreciable por machista, repulsiva por oscurantista y clerical, ingrata por injusta, amedrentada por ignorante, reaccionaria por inculta y conformista por pura vagancia mental.

Se ha aprobado en el Parlamento español el pasado jueves 26, la Ley de Garantías de Libertad Sexual, conocida como ‘Ley del sí es sí’, promovida por el Ministerio de Igualdad y defendida por fuerzas políticas y sociales progresistas, que es una enorme bocanada de aire de libertad en el pozo de la oscuridad amedrentadora y paralizante de siglos de portazos y bofetones a la justicia, de desprecios a la dignidad, de ataques al respeto, a la solidaridad y a la misma igualdad. Una ley que es un jalón en el camino del amor propio de nuestra sociedad, destinada no solo al reconocimiento de derechos inalienables de la persona, sino también a la más cabal definición y persecución de delitos de violación, maltrato, acoso, chantaje o intimidación antes ocultos por la togada palabrería del patriarcado. Una ley destinada a conseguir el adecuado castigo de ciertas y muy extendidas conductas sexistas, violentas, indignas, criminales o de las mil formas de dominación e imposición de los micro y macro machismos, desgraciadamente arraigadas y normalizadas en la sociedad española, (y siempre reivindicadas y defendidas por el rampante fascismo hispano, cada día más parecido a los totalitarismos criminales del pasado siglo y de todavía).

El reconocimiento en la sociedad española del derecho de la mujer al consentimiento expreso en sus relaciones sexuales; la penalización de la difusión de actos de violencia sexual a través de medios tecnológicos; el derecho a la reparación como eje central de la responsabilidad institucional para lograr la completa recuperación de las víctimas de violaciones, agresiones o maltrato sexual; el reconocimiento de la gravedad delictiva de las violaciones y agresiones grupales, o el establecimiento de programas obligatorios de educación sexual y de igualdad como complemento a las penas por actos de violación, son solo algunas de las reformas que esta ley aporta a la libertad no solo de las mujeres y de colectivos como los que integran las comunidades LGTBI, sino de toda una sociedad, la española, que tendrá la oportunidad, a través de estos instrumentos legales, de salir de su desatención, superar su pasivo conformismo insolidario, olvidar su desdén y su indiferencia atávicos hacia temas que afectan directamente su propia consideración como seres humanos y sus derechos de ciudadanía, y dejar de auto excusarse y aprender a reconocerse como protagonistas individuales de la identidad moral de la sociedad de la que forman parte.

Cada avance en el reconocimiento de derechos o en la protección de su ejercicio, y esta Ley de Garantías de Libertad Sexual no ha sido excepción, ha concitado la feroz oposición de los herederos del oscurantismo franquista (y de sus desavisados siervos), empeñados en hacer de la convivencia un rosario de prohibiciones amedrentadoras dictadas por creencias, rituales, liturgias y leyendas arcaicas superadas ya hace siglos por la reflexión y la inteligencia.

Los ataques personales y los intentos de desprestigio, acoso, chantaje y tendenciosa asfixia política y personal a las personas que se han significado durante años en la defensa de los derechos individuales en este país (aborto, divorcio, bodas de un solo sexo, eutanasia, protección contra el maltrato machista, discriminaciones positivas, cuotas de igualdad, laicidad en la enseñanza y ahora todos los contemplados en esta Ley de Garantías de Libertad Sexual y otros), podrían personificarse hoy en la figura de Irene Montero, ministra de Igualdad del gobierno español, indesmayable luchadora que ha tomado el testigo del feminismo creador iniciado hace décadas y cristalizado en España durante los gobiernos progresistas, retrocediendo ostensiblemente en los períodos de gestión pública reaccionaria.

A pesar de la indecencia moral de los jinetes del miedo, de sus belfos de pecado y de las pútridas babas que rezuma la culpa impuesta; frente a los inquisidores de los pasos y las calles, frente al galope de la amenaza, a los censores del viento libre y a los carceleros de la alegría; enfrentándonos cara a cara a admoniciones, prejuicios, sospechas, rincones de temor y esquinas de amenaza, vale la pena aplaudir una ley como la de Garantías de Libertad Sexual. Larga vida, pues, a la vida libre.

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