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Isabel Bernardo y su invitación a un banquete literario
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LA ALACENA DE LOS LIBROS

Isabel Bernardo y su invitación a un banquete literario

Actualizado 13/05/2022 21:45
Charo Alonso

Con El vivo al bollo (maimón) Isabel Bernardo no solo entraba en el comedor de una institución que nos recuerda la Doctora Mancho Duque, tiene la labor de difundir la esencia de una Salamanca desde todas las perspectivas, sino que nos ponía delante un banquete literario

En la Feria de los libros de la Plaza nuestra y en la alacena se pone primorosamente la mesa y se espera a los comensales de la mano de dos anfitrionas exquisitas: María Jesús Mancho Duque, presidenta del Centro de Estudios Salmantina y la columnista, poeta, entregada trabajadora de la cultura Isabel Bernardo. Ambas presentan y aderezan un título de sabroso eco que define muy bien el que fuera discurso de ingreso en dicho Centro de la autora salmantina. Con El vivo al bollo (maimón) Isabel Bernardo no solo entraba en el comedor de una institución que nos recuerda la Doctora Mancho Duque, tiene la labor de difundir la esencia de una Salamanca desde todas las perspectivas, sino que nos ponía delante un banquete literario, sociológico, antropológico, histórico y culinario que sorprende por tu trabajo transversal, omnívoro y originalísimo del que esta presentación en la Plaza es un delicioso aperitivo.

Recorre la autora la historia de la ciudad desde el siglo XII con la repoblación de la misma y lo hace dividiendo el libro siguiendo la orden de servicio de la mesa cuyo postre llega hasta el Siglo de Oro con promesa de continuidad. Y por los manteles bien surtidos de su prosa desfilan no solo los platos, sino los mercados, la materia prima, los útiles, los oficios de la cocina… y todo sazonado de dichos populares y modos y costumbres del mundo estudiantil que se reflejaron en la literatura de la época. Espléndida sazón que también ocupa el título y vaya el vivo al bollo de la vida para recorrer con los pastores las rutas de una tierra que tiene “Surco para el trigo”. Variada lección de una tierra rica en buenos productos, quizás de cocina algo montaraz que se volvió dichos, poesía, lenguaje y lleno los cuadros y las páginas de festines inacabables, ya fuera en la casa de los ricos o en la escudilla de los pobres.

Tierra de buenos productos y de tránsito de viajeros, estudiantes, contrabandistas de la raya, mercaderes que venían con la comida de fuera a la cama que se daba en las fondas donde todos se aprestaban a la comida, paisanaje de mercados y plazas, pícaros y reyes, que fue en Salamanca donde se casaron testas coronadas que llenaron la ciudad de banquetes con los que soñarían los sopistas –estudiantes pobres a la sopa boba- capigorrones y demás picaresca salmantina al abrigo de la universidad. Cocina que revuelve con gracia y sazón Isabel Bernardo, que cita las nuevas costumbres, como esa cerveza que trajo Carlos V que a nadie gustaba y que Lope de Vega denominaba “Orines de rocín con tercianas”.

Cambian las costumbres se descubre la alacena americana y la literatura se llena de comida porque los autores son para la autora “despenseros de los personajes”. Comida y en abundancia que sacia a los personajes, que bien decía Cervantes un proverbio que los salmantinos aplicamos al muerto al hoyo y el vivo al bollo… pero un bollo maimón, para celebrar con Isabel a su querido Torres Villarroel, que es perejil de todas las salsas de la autora. Un bollo asociado a la fiesta, al tamborilero, a la gente que se reúne para la celebración y el baile, un baile en esta nuestra plaza que tiene gusto y sabor, salsa y postre con el que cerrar un banquete literario tan rico que el comensal se queda con ganas de reboda. Y el vivo, al bollo, pero maimón, por supuesto.