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Víctor y la Escuela de Dulzaina, abriendo camino al andar
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EUTIMIO CUESTA

Víctor y la Escuela de Dulzaina, abriendo camino al andar

Actualizado 11/05/2022 21:43
Redacción

El escritor y colaborador de SALAMANCA AL DÍA esboza una sentida semblanza sobre el resurgir de esta histórica tradición

Hacía mucho tiempo que la dulzaina no estaba presente en el ceremonial y en cualquier celebración tanto religiosa como de jarana. La dulzaina y el tamboril entraron en decadencia con la marcha de los Pachulos, y porque se pudieron de moda otras músicas con otros instrumentos y otros auditorios y otros sueltos discotequeros; pero el trimpel, que así se llama también la dulzaina, ha recobrado su protagonismo, y está presente en todo ritual, conmemoración y festejo. Y es culpa sobrada de estos muchachos del “Adobe” y de los alumnos, (ya maestros), de la Escuela Municipal de Dulzaina y Percusión de Macotera, que se salen de lo usual. Hoy, las mayordomías solemnes se dejan acompañar de la dulzaina, y aquellos motetes tan singulares han vuelto a sonar y a invadir el espacio de nuestro cielo, y se hacen eco en tantas soledades.

Hoy, las bodas amenizan el rato de espera de los invitados hasta la perrunilla y el trago de vino jarrero, y encabezan el cortejo interpretando el pasacalles hasta la iglesia; y, una vez, en el templo, se deja oír, en los momentos trascendentales de la ceremonia, esa música que sublima, romantiza y tiñe de emoción el enlace y la felicitación de familiares y amigos. Y yo recuerdo también aquel paseo de novios e invitados por las calles del pueblo y aquellas paradas en plazuelas y cantones, en que se bailaban los cuatro valseos, con la complicidad de aquellas mozas, que se asomaban a curiosear y a compartir alegrías con los contrayentes. Esta costumbre se suple hoy con la visita a los bares, con el refresco y el tinto como testigos, que anima a participar a todo el mundo y a sonreír el contento.

Y como final de esta presentación. Os comento que la dulzaina tiene un arraigo profundo en nuestra cultura. Se dice que ya la utilizaron, como instrumento de lengüeta, los árabes con la nominación de “zolami”, y, con la invasión, se fue extendiendo su uso por todo el país, y fue adquiriendo distintos nombres: en la zona de Béjar, se le decía: el “trimpel”. El primer nombre, propiamente, castellano, fue el de “albogue”, con esta denominación aparece en el “libro del buen amor” del Arcipreste de Hita; y el "Quijote" la cita, indistintamente, en unos casos, como “chirimía”; en otros, como dulzaina y albogue, aunque Cervantes matiza, y comenta que la chirimía se diferencia de la dulzaina en la longitud; la primera solía medir entre 50 y 60 centímetros; y la dulzaina, entre tanto, oscilaba entre 30 y 40 centímetros.

La dulzaina se la siente en Macotera, a partir del siglo XVIII, como instrumento musical, imprescindible en nuestro folklore popular; y el primer dulzainero macoterano, conocido, que la usó con gracia, fue Emeterio Rodríguez, quien recibía de los mozos una iguala de 20 fanegas de trigo por tocar en el baile los domingos y días festivos. Le sucedieron, en el tiempo, los afamados y recordados Pachulos y, de manera especial, su padre, el señor Antolín Sánchez, creador e impulsor del son que más nos une, la “charra” de san Roque, en 1920.

"ADOBE" Dulzaineros de Macotera

Víctor y la Escuela de Dulzaina, abriendo camino al andar | Imagen 1

Y me gusta sondear en el inicio de las cosas. Y el grupo “Adobe” tiene su principio en 1980. Ängel, Francis y Vicente se sienten tocados por la musa musical, y quieren aprender a tocar la dulzaina y el tamboril. Una tarde, marchan a Alaraz y se ponen al habla con el dulzainero, Ángel Valverde. Este les fija unas fechas de ensayos y, pasado un tiempo, comienzan a hacer sus pinitos, acompañando al grupo de bailes que dirige doña Manoli, y a algunos pasacalles de amigos. Recuerdo que fabricaron la imagen de san Roque con barro cocido, lo embellecieron con los colores típicos de la imagen del Santo, los vendieron por 500 pesetas cada pieza, y, con el dinero que recaudaron compraron las dulzainas y el tamboril

En 1997, La Diputación, ve la necesidad de abrir, en Macotera, una escuela de dulzaina; y Víctor fue el primero que se apuntó y, de seguido, le imitaron otros compañeros, con los que formó panda: Juanma Porreto, Javi Minuto, Ángel Taboada, Tasi, Vicente, Jero Juanancho y Juan Berna, quienes se hacían, con Ángel y Francis, la competencia. Se dieron el “abrazo de Vergara” aquel san Roque, en que Víctor, Juan Berna, Ángel y Javi, (el nieto de don Sergio) contrataron la música de la fiesta.

Tasi les ofreció un local de su casa como sede de ensayos y de tertulia. El grupo se va consolidando, y, un día, deciden convertirse en Asociación cultural. Había que darle un nombre, y, como su local estaba edificado con adobe y salpicaduras de cal, se inclinaron por el titular: “adobe”. Y así consta en el registro de Asociaciones de CyL, “Asociación Cultural “Adobe”, que comienza su andadura en 2007. Justo es que nombremos a sus fundadores: Ángel Fachenda, Javier el de don Sergio), Victor, David Pascapipas, (de Nava de Béjar), Antonio Guindín al redoblante, el bombo se lo apropió Tasi.

Con una corta, pero intensa trayectoria, se han convertido en un referente de la música tradicional en Castilla y León, llevando los sones de la dulzaina más allá de nuestro ámbito regional: Madrid, Palma de Mallorca, País Vasco, Extremadura, Marsella, Irlanda… Al margen de la formación tradicional de dulzainas, caja y bombo, se atreven a mezclar o fusionar (como se dice ahora), la dulzaina con otros instrumentos, clarinete, saxo, guitarra acústica, batería... etc.

Escuela de Dulzaina y Percusión tradicional de Macotera

El grupo “Adobe, con su buen hacer, fue prendiendo la afición entre algunos chavales, que se asomaban, cada tarde, a la puerta de Tasi a escuchar las piezas, que entrenaban los “Adobe”. Una tarde, un grupo de cinco, le manifestó su interés por aprender a tocar la dulzaina. Les acogieron con toda empatía, y, en ese instante, 2009, abrió sus puertas la Escuela de Dulzaina y percusión de Macotera. Como el local de ensayo se quedó pequeño, Víctor se puso al habla con el Ayuntamiento de Macotera, que valoró, muy positivamente, la propuesta cultural y educativa, y se comprometió a colaborar en el proyecto. Acondicionó una de las casas de los maestros, y ahí la Escuela dispone de espacio suficiente para desarrollar toda su labor de aprendizaje y de promoción musical.

El "Adobe dulzaineros" no era consciente de las dimensiones que podría adquirir aquella iniciativa que hoy, gracias a su trabajo, ilusión y buen hacer, ha logrado una matrícula de casi 50 alumnos, de diversas edades y procedencias, que trabaja bajo la dirección de su director, Victor Manuel Blazquez García.

Las clases se imparten de miércoles a sábados. Víctor distribuye al alumnado en grupos de cuatro a cinco alumnos, a quienes instruye sobre lenguaje musical (solfeo) y en el manejo del instrumento; y los sábados, reúne los equipos de trabajo, y los va introduciendo en el aprendizaje de todo tipo de canciones del acervo tradicional popular. Su objetivo también prioriza la formación personal y la convivencia estrecha entre los miembros del grupo.

El éxito de la Escuela es muy evidente, como se puede constatar en la calidad vertida en todas sus actuaciones: conciertos, pasacalles y demás eventos del pueblo. Además, la Escuela muestra su trabajo en otras localidades de la provincia como Salamanca, Peñaranda de Bracamonte, Alba de Tormes, Santiago de la Puebla, Urueña (Valladolid), San Esteban de Gormaz (Soria) Castellón y Avila, entre otras.

Víctor, carisma natural

Víctor fue creciendo en edad, virtud y sabiduría musical, fabricando flautitas con pajas de centeno y cebada; y ya crecidito, embudando las dos manos con los dedos entrelazados, interpretaba, con suave melodía, las tonadas de su tierra y de moda, en la tenada de su corral.

"fue un curso muy fructífero, en el que llegamos a conocer los registros básicos de la dulzaina; pero aún hay que pulir fallos y enmendar entuertos; y, de ello, se va encargar David Díaz, de Muñana; a estas clases, de perfeccionamiento, se incorpora David, de Nava de Béjar, (que fue componente del grupo de dulzaineros "Adobe”); se evoluciona sensiblemente y nos platearnos la posibilidad de crear un grupo; y el sueño se hizo realidad; David, Víctor, Juan Berna, Vicente y Tasi montamos unos "bolos" por los pueblos vecinos; y de esta forma, nos dejamos ver, a la par que los animadores de "El Bombo": Ángel, Javi, Francis, Guidín y demás; participamos en la procesión de San Roque; hablamos los dos grupos y fumamos, de inmediato, la pipa de la concordia en la tenada de Tasi; firmamos los estatutos de la "Asociación Cultural dulzaineros de Macotera", actuando, como testigos, los adobes del recinto, nombre que seleccionamos para bautizar el grupo.

Contratamos las fiestas de san Roque, y, poco a poco, fuimos haciendo nombre, y se solicita nuestra presencia en las fiestas de los pueblos aledaños de Salamanca y de Ávila; intervenimos en certámenes de dulzaina, que se organizan en diversos lugares; se nos invita a participar en los pasacalles y actos folklóricos de la ciudad de Salamanca; y cualquier evento (concierto de Semana Santa, la procesión del Viernes Santo, los quintos, mayordomías, bodas, carnavales...) que organizamos o se organizan en el pueblo.. Somos una referencia, que ha conseguido que la dulzaina, un tanto denostada en años precedentes, desde que lo dejaron los Pachulos, haya vuelto a retomar su importancia y interés entre jóvenes y mayores; y seguimos despertando curiosidades a su paso y a sus sones".

Pero la figura de Víctor, proyectada por la mano de su mecenas, sigue persiguiendo su proyecto formativo; quiere ser un profesional de la música; y, para consolidarlo aún más, ha aprendido a tocar el saxofón en la Escuela Municipal de Ávila, y amplía sus conocimientos musicales en el Conservatorio de Salamanca; ha finalizado el sexto curso, y persigue los estudios superiores, asistiendo a clase dos días por semana; y, además, tiene su profesor particular de dulzaina, David de la Huerta, quien depura aún más su destreza en su desplazamiento a El Escorial, cada quince días.

Así es como se forjan los hombres en una profesión a base de estudio, trabajo, sacrificio y tenacidad; hay muchas horas de trabajo debajo de la interpretación de cualquier pieza musical, que realizan estos profesionales. Víctor, durante estos años, se ha labrado un nombre y un reconocimiento. Se le valora, y mucho, en este mundo dulzainero; así es de evidente que "los jóvenes dulzaineros" de Ávila lo hayan incorporado a su grupo, Y no queda aquí su presencia artística, sino que es también miembro del grupo "Dulzainísimo", que componen Víctor Díaz, Germán Alameda, de Ávila; David de la Huerta de El Escorial, Víctor Blázquez y el percusionista, Rubén Peña, de Burgos. Este grupo lo podemos considerar como lo más selecto de la música de dulzaina; interpreta una música noble, propia de certámenes y de salas musicales; lo que se dice "música para oír y disfrutar".

Este es nuestro Víctor que, además, tiene tiempo para ensayar dos horas diarias con la dulzaina y otras dos, con el saxofón; estudiar y analizar los distintos registros de otros instrumentos y adaptarlos a las exigencias de la dulzaina; y atender las “escuela de dulzaina y percusión" de Macotera, en la que dirige y orienta la preparación de treinta y cinco alumnos, durante las tardes de miércoles a sábado; alumnos procedentes de Macotera, Salamanca, Cantalapiedra, Tordillos, El Barco, Crespos, Piedrahíta, Santiago de la Puebla y Paradinas. Después de sacar todas estas cosas a Víctor, me he quedado anonadado por el esfuerzo y dedicación por complacer su sueño musical, que le abre, ciertamente, futuro; y, además Víctor se siente orgulloso, satisfecho y realizado

En esta proyección personal, Víctor no ha estado solo, ha contado con la colaboración muy estrecha de todos los componentes del grupo “Adobe”, Javier, Ángel, Irene, Antonio y el incondicional Tasi, así como, con la buena disposición y apoyo del Ayuntamiento.