Me felicito porque, por fin, se empiece a romper el tabú sobre las conductas suicidas.
En un momento en que no dejan de aumentar los suicidios (el 7% más en el 2020 que en el 2019) era absurda la política sobre este tema y el silencio de la prensa.
Los telediarios dan mucha importancia a ciertas noticias (lo que dicen y dejan de decir los políticos y los sucesos de todo tipo). Cada fin de semana nos recuerdan los muertos en carretera (noticia llena de sentido, en este caso) y llegamos a aprender que mueren en torno a 10, con un aumento en los puentes y fiestas especiales. Por eso, ensayan medidas y cambian de publicidad cada poco. Me parece muy bien.
Pero resulta que cada día se suicidan en España en torno a 11 personas, 3941 en el año 2020. Ya era hora de romper este silencio.
Y no se suicidan solo personas viejas y adultas, sino que también el suicidio de los adolescentes y jóvenes no deja de aumentar.
Incluso no dejan de aparecer “chat” para apoyar o dar ideas sobre la conducta suicida. Las personas que tienen ideas suicidas ya no necesitan rumiar en la soledad su dolor o desesperación, sino que se apoyan, animan y dan ideas sobre como suicidarse.
Por eso era y es necesario romper este tabú, basado en la vergüenza de la familia, y el ocultamiento social.
Espero que quienes necesiten ayuda acudan también a este teléfono o a otros, en los que realmente les escuchen, pero tengan el propósito de ayudarles a encontrar razones para vivir y ayudas para conseguirlo.
Que se divulguen indicadores de riesgo y haya apoyos que nos lleven a sentir la fuerza vital de la vida, el “elan vital” del que habla el gran filósofo Spinoza, que nos impulsa a vivir y a buscar el bienestar.
Los esfuerzos, la disciplina y el sufrimiento inevitable deben estar al servicio de la búsqueda del bienestar propio y el de los demás. Lo que más vale, merece esfuerzos y sacrificios en numerosos logros humanos, pero solo una ética del bienestar es humanamente razonable. Por eso hemos de enseñar a ser “biófilos”, amantes de la vida”, para disfrutarla mientras sea posible.
Todos, y especialmente los estudiosos, debemos peguntarnos cuales son las causas que favorecen este tipo de conductas.
¿Qué visión de la vida le transmitimos a nuestros hijos y nietos? ¿Qué sistema de cuidados le ofrecemos? ¿Qué valores les mostramos y enseñamos? ¿Son las casas llenas de juguetes y pantallas una buena idea? ¿Queremos tenerles entretenidos para que no nos molesten? ¿Podemos dejarlos tantas horas viviendo en un mundo virtual, siempre en contacto, pero en realidad solos?
¿Qué estilo de vida y consumo tienen? ¿Qué amistades y formas de ocio?
Les sobreprotegemos en lugar de hacerles responsables de su bienestar y colaboradores con los demás.
¿Y qué puede hacer la escuela? Los adolescentes pasan muchas horas en la escuela con los educadores y con los padres. Los problemas vitales “siempre dan la cara” ¿Cuánto les miramos, escuchamos, hablamos, jugamos y viajamos con los hijos? ¿Qué hacen los padres, tutores y educadores para detectar indicadores de riesgo y, sobre todo, transmitirle un sentido positivo de la vida, un estilo de ida saludable y ético en el que bienestar propio y el de los que les rodean sea uno de los ejes que les sostengan agarrados con entusiasmo a la vida.
Tener no es lo mismo que ser, los hijos de la abundancia y la sobreprotección, de los móviles y del ocio no saludable es más probable que se sientan desamparados y poco preparados para luchar por la vida y disfrutarla.
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