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Nebrija y los espejos
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Nebrija y los espejos

Actualizado 22/04/2022 23:05
Ángel González Quesada

“Y no temo ser motivo de escándalo para los apocados e insignificantes; sino solo para aquellos que son atormentados por la malevolencia, para los que revientan de envidia, para los que difaman, calumnian y detestan aquello que ellos no tienen esperanzas de poder alcanzar”. ANTONIO DE NEBRIJA, Apología, 1507.

Se suceden estos meses, y seguirán sucediéndose, los actos institucionales, culturales y sociales relacionados con el llamado ‘Año Nebrija’, que pretende conmemorar, celebrar, recordar u honrar la figura de Antonio de Nebrija en el quingentésimo aniversario de su muerte. Esta conmemoración, centrada en el año de la muerte del gramático español, da noticia de que, al parecer, más que su vida, más que su obra o su aportación a la cultura y el conocimiento, lo más destacado y permanente del sabio lebrijano fue su desaparición. Y ese paradójico rasgo funeral de la celebración, se conecta, y de qué modo, con el tono general de los actos de conmemoración, dedicados principalmente a un supuesto afán de glosar una figura manufacturada, repetir una idea manipulada y remachar una imagen estereotipada de Elio Antonio de Nebrija, uno de los personajes históricos de memoria más falseada en los anales del aprovechamiento interesado.

A las admirables, para algunos, jornadas de estudio, conocimiento, difusión o análisis de la ingente obra de Nebrija, ha de oponerse críticamente una suerte de “especialización” generalizada en el contenido de conferencias, charlas y exposiciones, dedicadas en su mayoría a un público iniciado o especializado en las materias nebrisenses, un auditorio compuesto principalmente por profesorado y personal docente o estudioso, alumnado de la materia o relacionado con disciplinas concretas, pero que nunca traspasan las líneas que durante siglos han separado, y separan, a personajes y obras del conocimiento popular mediante la apropiación académica, la colonización o la incautación y el usufructo.

Uno de los enfrentamientos que Antonio de Nebrija tuvo con, precisamente, los estamentos universitarios, dominados en su tiempo por la autoridad eclesiástica mediante la Inquisición como tal y otras formas inquisitoriales (no ha cambiado mucho en quinientos años), se debió al deseo del humanista de dar a conocer los textos sagrados sin correcciones interesadas o transcripciones ignorantes, recurriendo para ello a las fuentes originales griegas y hebreas. Semejante pretensión causó enérgico rechazo en la entonces clase dirigente clerical, antisemita ,y académica, de clara incultura -bárbaros, los llamó Nebrija-, que pretendía imponer como indiscutibles unos textos sagrados manipulados, adaptados y adulterados en su interés, por lo que el sabio gramático, después de serle requisado su trabajo de traducción, fue sometido a injustos y manipulados procesos inquisitoriales.

Hoy, quinientos años después de que el mundo perdiese uno de sus más preclaros y valiosos habitantes, la parcialidad, la falsificación y la mordaza inquisitorial que sufrió Nebrija siguen existiendo en lo profundo de algunos actos que pretenden homenajearlo. Al margen de los citados eventos-intramuros- de especialistas académicos (una difusión centrípeta de nula generación pública de conocimiento),ciertas formas de celebración de la figura de Nebrija en el 500 aniversario de su muerte, especialmente muchas de las patrocinadas por instituciones municipales o autonómicas, adolecen de idénticas razones que llevaron al sabio lebrijano ante el inquisidor Deza: ignorancia, manipulación, imposición.

Cuando, tal vez por desconocimiento o puro desinterés, se pretende seguir transmitiendo la misma imagen e idéntico significado de un Nebrija al que extorsionaron las autoridades de su tiempo silenciando los principales rasgos de su pensamiento humanista, flaco favor se hace a su homenaje. Cuando ni se plantea, informa y tal vez ni siquiera se sabe que Nebrija fue anatematizado, prohibido, maldito y silenciado durante siglos por muchas comunidades religiosas cuyas reglas y modos cuestionó, muchos homenajes de hoy de tipo religioso son falsos, desdeñosos, ingratos y mentira. Cuando, sin pudor y posiblemente sin información, se ensalza una figura falsa y parcial de Nebrija, construida a medida por el interés del franquismo para hacerla adlátere de sus ínfulas imperiales, el tributo es fraudulento, hipócrita y banal.

No obstante, el Año Nebrija aportará, tal vez, alguna luz a su memoria. Salvemos aquí, y demos la bienvenida a las (escasas) iniciativas que, aprovechando esta conmemoración, dejarán volar, en todos los espejos cambiantes del tiempo y de la memoria, brillar en las luces del conocimiento y la inteligencia, surcar los vientos para todo el mundo de toda condición y lengua, el recuerdo hacia la verdad del gran humanista Elio Antonio de Nebrija. Además del homenaje a su magna Gramática de la Lengua Castellana, a sus Introducciones latinas, a sus diccionarios o a sus brillantes poesías laudatorias, ojalá esos actos transmitan también el contenido, el sentido y la significación de sus enormes aportaciones a la educación de la infancia, el avance que significaron sus catálogos de arte y de técnica, la clarividencia de sus aportaciones a la Cosmografía, a la Medicina o a la Historia y, sobre todo, den a conocer un texto como la Apología, una de las primeras manifestaciones públicas en defensa de la libertad de expresión y de pensamiento, una crítica profunda al adocenamiento y la parálisis mental de las instituciones y uno de los documentos humanistas más interesadamente silenciados de la obra de Nebrija.

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