Las víctimas de la guerra de Ucrania

Autor: Sergio Márquez Fernández. Defensor de los derechos humanos.

Va a hacer una semana desde que comenzaron los primeros ataques armados en Ucrania y las imágenes que pueden verse en redes sociales y medios de comunicación son cada vez más macabras y cruentas. Con ciudades enteras siendo destruidas, bloques de edificios siendo bombardeados, civiles siendo llamados a las armas y miles de vidas temerosas que desde las estaciones de metro oyen sobre sus cabezas disparos y explosiones que les hacen cuestionarse si mañana verán amanecer, la invasión rusa de Ucrania se ha cobrado ya cientos de vidas y ha dejado tras de sí miles de heridos, según confirmó el Ministro de Salud ucraniano Viktor Lyashko.

Pero el número de víctimas debe contabilizarse más allá de las cifras de fallecidos. Este sábado ACNUR confirmó 360.000 los refugiados que han huido del país, la mayoría de ellos hacia Polonia. Si además se atiende al medio-largo plazo, deben sumarse todos aquellos ucranianos que se verán afectados por el hambre, la destrucción y la crisis económica que, si ya estaba augurada que hace dos años inició la pandemia del COVID-19, se verá para ellos intensificada dados los campos arrasados, las infraestructuras devastadas y los costes de la reconstrucción.

Mientras todo esto tiene lugar, los mecanismos políticos se muestran una vez protocolarios e inoperantes frente a una situación que requiere respuestas dinámicas. Mientras un numeroso cúmulo de países han mostrado solidaridad con homenajes, palabras de apoyo y manifestaciones en contra de la guerra, los civiles Ucranianos se ven sin quererlo en primera línea de batalla. El pasado 24 de febrero el Presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky, solicitaba a las potencias occidentales “apoyo real, no palabras de apoyo”. Las reuniones que han sido convocadas desde el inicio del conflicto, como la del Consejo de Seguridad de la ONU o la del G7, si bien permiten un diálogo directo se ven luego lentificadas por formalismos burocráticos. En este sentido es clave la acción de las ONGs, todas ellas convencidas de que esta guerra “tendrá espantosas consecuencias para los derechos humanos y las vidas de las personas”, tal como aseguraba Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional el día que estalló la guerra.

Son muchas y muy importantes las campañas que ONGs como Cruz Roja, Médicos sin Fronteras o Manos Unidas han iniciado para enviar ayuda humanitaria y suministros a un frente de combate en el que los muchos Estados no se han querido ver involucrados, ni si quiera para ofrecer apoyo humanitario por las consecuencias políticas que ello pudiese tener.

La desidia que la política puede llegar a tener con la protección de los derechos humanos es tal que incluso figuras como Donald Trump han usado el conflicto con fines electoralistas. En la Conferencia de Acción Política conservadora se postuló elogiando a Putin y reconociendo la valentía de Zelensky al tiempo que se vanagloriaba afirmando haber sido “el único presidente de los Estados Unidos con el cual Rusia no se ha atrevido a invadir ningún otro país”.

En esta guerra, como en cualquier otra, solo hay perdedores. En un conflicto provocado por intereses políticos es fundamental que se dejen de lado los formalismos propios de la profesión y se atiendan las necesidades de las personas. La acción que ya han emprendido las ONGs debe verse respaldada por los Estados y las instancias internacionales, quienes en ocasiones se centran tanto en valorar el impacto político y económico de la guerra que olvidan que ahora mismo miles de personas huyen de sus hogares clamando por seguir con vida un día más.

Afortunadamente la solidaridad ha aflorado en el continente. De forma insólita la Unión Europea ha decidido activar el protocolo de acogida ilimitada, por el cual cientos de miles de ucranianos podrán refugiarse en territorio comunitario y permanecer en él por al menos un año. Estimaciones de la ONU han revelado que si el conflicto perdura podrían llegar a desplazarse hasta 4 millones de personas.