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Jesús Hernández alaba al toro como “cúspide del Carnaval” de Ciudad Rodrigo
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CIUDAD RODRIGO | PRECARNAVAL CULTURAL

Jesús Hernández alaba al toro como “cúspide del Carnaval” de Ciudad Rodrigo

Actualizado 22/02/2022 23:14
David Rodriguez

Al ser miembro de la Rondalla (aunque inactivo), la murga interpretó un par de canciones como conclusión del pregón

Como un ‘oasis’ ante la ausencia de varios pregones dentro del preCarnaval Cultural 2022, el Teatro Nuevo Fernando Arrabal acogió en la tarde-noche del martes el clásico pregón de la Peña Puerta del Desencierro, que corrió a cargo de Jesús Hernández Hernández, quién fue introducido por el tamborilero de la Peña, José Ramón Cid Cebrián, que asumió ese rol de forma excepcional debido a que el presidente, Julete Moriche, ha estado ocupado estas semanas al ser el pregonero de la Asociación Cultural Carnavaldeltoro.es.

En esa presentación, José Ramón Cid Cebrián tuvo un recuerdo para tres miembros de la Peña: Nano Marta, fallecido a los pocos días de concluir el Carnaval del Toro 2020; y Paco Ramos y Paco Seat, quiénes han pasado de peñistas activos a ‘honoríficos’ por cuestiones de edad.

Manteniendo la tradición, la Peña Puerta del Desencierro llegó hasta el Teatro junto a su pregonero y a sus Porteros Mayores de este año, Fulgencio Franco y José Antonio Paniagua, ‘Viti’ -quienes estuvieron acompañados como Madrinas por Isidora Sánchez y la dama carnavalera Ariadna Serradilla- en un pasacalles con parada en la sede de la Peña en la calle Madrid (donde pudieron tomar vino y perronillas). Ese pasacalles fue abierto por José Ramón Cid tocando la gaita y el tamboril, explicando posteriormente en el Teatro que la gaita había salido del taller de Fulgencio Franco.

El recorrido había arrancado junto al nuevo ‘Árbol Gordo’ recientemente plantado, subrayando el pregonero en su intervención la relación de la Peña con el Árbol Gordo, “que bien puede calificarse sin duda como de “amor más allá de la muerte””, porque aunque el ejemplar original se lo llevó “otra recordada pandemia, la de la grafiosis”, “los peñistas siguen fieles a la cita si no con el árbol en sí, si con el espíritu que allí sigue flotando, iniciando cada año los actos de este pregón bajo la sombra de su recuerdo”.

De forma previa a ese recuerdo, Jesús Hernández mencionó lo “mucho que nos ha quitado esta maldita plaga”, señalando para empezar, además de a los fallecidos, “la cercanía de la que siempre hicimos gala en nuestras relaciones”. Asimismo recordó que la pandemia ha dejado “un no-Carnaval que siempre recordaremos, dos Semanas Santas sin procesiones, Santos sin hogueras, Teatros cerrados, cines cerrados, iglesias con aforo limitado dando la paz con un simple movimiento de cabeza”.

Jesús Hernández centró la primera mitad de su pregón en la Peña y en los Porteros Mayores de este año. En lo que respecta a la Peña, dijo que “estaba condenada a nacer”, porque “cuando un grupo de personas comparte las mismas aficiones a los encierros y desencierros, el mismo escenario para sus alardes, nuestra Calle Madrid, y el mismo portal como punto de encuentro donde compartir sustos y comentarios, el portal de Abarca, es lógico que surja una cierta afinidad entre ellos”. En ese momento, evocó a varios miembros de la Peña ya fallecidos, como José Luis Abarca, Pepe Vegas y especialmente Toño Villares, porque “ninguna persona captó tanto mi atención cuando era pequeño como Toño”.

Respecto a los Porteros Mayores, Jesús Hernández resaltó de Fulgencio Franco su “dilatada, aprovechada y variopinta vida que le ha llevado a ejercer tantos oficios como inquietudes tuvo” (peluquero, agricultor, albañil, cortacino, ganadero de bravo, artesano...), en los cuales “pocas veces necesitó maestros: fue más su instinto y su natural inteligencia lo que desveló los secretos de todos ellos”. También por instinto se convirtió en ‘El señor de los cabestros’, criando los mejores de la zona, y en artesano, de tal modo que “ese instinto se aprecia también cuando uno se adentra en su taller de Bocacara”.

En torno a José Antonio Paniagua ‘Viti’, apuntó que es “de los que prefieren escuchar a hablar”, siendo “aficionado incansable a nuestro Carnaval y corredor impenitente de encierros y desencierros”. Asimismo, indicó que su otra gran pasión es la caza con galgos, “de los que hasta hace no mucho fue un gran criador”, calificándole incluso José Ramón Cid como “el último galguero de Ciudad Rodrigo”.

La segunda parte del pregón estuvo dedicada a hablar del Carnaval y de los “signos o indicios que van anunciando que llega”, es decir, la “serie de fiestas engranadas como las cuentas de un collar” que son la subida de San Sebastián, San Antón, San Sebastián, o San Blas, que tienen “un cierto elemento ancestral, atávico, común a todas ellas, encarnado en la hoguera, el vino y la música” (de cada uno de esos elementos pronunció unas palabras).

Llegado al Carnaval, mencionó que los “elementos justificativos” que tenía (como que fuese un “paréntesis en el orden social y moral” en la “inmovilista sociedad medieval”, o “la última oportunidad de dar rienda suelta a los coqueteos con la gula antes de los rigores cuaresmales”), ya no están, por lo que, “ausente de espontaneidad y convertido en cierta rutina, corre el riesgo de deformarse”, siendo la mayoría de Carnavales “fiestas con pocos actores y demasiados espectadores que carecen de un elemento esencial, de un elemento diferenciador que les dé entidad distinta a las demás fiestas que pueblan el calendario”.

Sin embargo, “el peligro de que el Carnaval se diluya está lejos de suceder en Ciudad Rodrigo”, al contar con un elemento diferenciador como es el toro, alabando que se decidiese llamarlo “Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo” y no sólo “Carnaval de Ciudad Rodrigo”, porque hubiese sido “darle un nombre demasiado simple al más especial de los carnavales”. A partir de ahí, Jesús Hernández entró en un tramo más personal, repasando las distintas formas en las que lo ha vivido, empezando cuando era pequeño, momento en que, teniendo en cuenta que fue “afectado del virus del miedo, del pánico a los toros”, “quizás hubiese podido pasar sin verlos”, pero la cuestión es que verlos daba pie por ejemplo a ir a las ferias.

De todas las etapas que fue explicando resaltó que “se mantiene el encierro como elemento legitimador”, porque “ver el encierro es saber que no estoy en una fiesta cualquiera, el toro justifica y da entidad propia al Carnaval y no verlos convierte estos días simplemente en unos días de fiesta”. De este modo, propuso elevar al toro “al puesto que le corresponde, a la cúspide del Carnaval”.

Como cierre, tuvo un recuerdo, con unos versos de Carlos Ortega Parra, para “todos aquellos que nos han dejado desde el último Carnaval, por la pandemia o por otras causas”, deseando que “los que están allí arriba puedan oír el Reloj Suelto”, y “que a los que aquí quedamos nos sigan despertando tantas emociones los golpes de su badajo”. El remate definitivo lo dio la Rondalla III Columnas, al formar parte de la misma Jesús Hernández (aunque se ha tomado un tiempo sabático, según mencionó). La murga interpretó dos canciones sobre las tablas: Saludo a Miróbriga y Forastero, continuando tocando a la salida a las puertas del Teatro Nuevo.