El amor no lo conozco solo en mí,
al modo de un jardín en la clausura.
Lo leo en los libros y en los cuadros
lo contemplo en sus escenas recogidas.
Lo escucho cuando callo en la noche
para oírlo en el recuerdo de mi infancia.
Mas solo lo conozco, o lo siento,
si alguien más lo ofrece a mi mano.
Yo solo nada puedo, ni mi verso puede
nada si lo escribo en el espejo de mi nombre.
El poema de arriba, encontrado al azar en uno de los cajones de mi escritorio, me pareció una punta de ovillo pertinente para tirar del tema del amor y la amistad. De este modo, si ustedes me lo permiten, no trabajaré los versos, lo dejaré tal como los hemos encontrado, y con base en esa estrofa iniciaremos nuestro camino (i)letrado de hoy. Nuestra tesis intentará abogar por los requisitos para conseguir amar y ser amado.
El Evangelio nos ha enseñado una palabra sobre nuestro horizonte de expectativas y nuestras acciones. La finalidad la señala mediante la imagen de un tesoro. Nuestra persona, o nuestra voluntad, la representa con el símbolo del corazón. Donde esté tu tesoro, ahí se encontrará tu corazón también, sentencia.
No sé si a ustedes le ha sucedido encontrarse inciertos ante la pregunta qué es lo que más queremos hacer en nuestras vidas, o adónde queremos llegar. Cuando nos enfrentamos a esa interrogante, ya sea formulada por nosotros mismos, ya por alguien más, no resulta infrecuente mostrarnos perplejos o en una situación de incertidumbre.
Para dar respuesta a cuestiones de este tipo, a veces se necesita arrastrar la pluma sobre el papel. Hace falta representarlo gráficamente para conocerlo. No se puede responder así sin más, como si dijéramos que hemos comprado el pan o que el tiempo está enfriando. Si ese sueño de nuestras entrañas lo llevamos impreso precisamente ahí en nuestras entrañas, la tinta, como un espejo de jade oscuro, lo refleja.
En Occidente, o más concreto en México, el cine, la música y el espectáculo en general de nuestro consumo acostumbran ofrecernos narrativas de un heroísmo basado en la cifra del individuo y el éxito a costa de uno mismo. En ocasiones, esa representación va de la mano con la rebeldía. El sujeto fractura la estructura social y después de ese derrumbe, entre los escombros, se posiciona como un héroe ejemplar.
Probablemente, el giro en 180° de la cámara fotográfica apuntando no ya al antiguo referente ajeno al fotógrafo, enfrente suyo, sino al fotógrafo mismo, quizá ese cambio de dirección de la mira debido a la selfi, aluda en mayor o en menor medida, acaso de un modo imperceptible, a ese afán de encumbramiento de la mujer y el hombre separados del conjunto del tejido social. La era digital, como lo hace la lucha libre, nos pone una máscara, de píxeles aquí, cuyo diseño encubre nuestro rostro verdadero, dota de un aura mágica la escena y muestra al espectador una ilusión no siempre ajustada a la realidad.
En El perfil del hombre y la cultura en México, de Samuel Ramos, encontramos una cita atribuida a Leonardo da Vinci, «Quiere lo que puedes, y puede lo que quieres» —Ramos la atribuye a da Vinci, mas este tipo de frases puede decirla cualquier persona, virtuosa o común y corriente, antigua o moderna, creo—. En ese libro, también se menciona la creación de un futuro como modo de operar en el presente. En lugar de la clásica actitud del mexicano de vivir al día, aunque disponga de recursos materiales favorables para echar mano de la planificación, señala esa otra posibilidad de una administración propia con miras a la consecución de objetivos más retirados de nuestro presente inmediato.
El mexicano, pensamos con el filósofo, ni quiere lo que puede, pues cree que merece más, ni puede lo que quiere, pues no se encuentra a la altura, ni tiene como práctica cultural administrar sus negocios para el futuro. Si todo esto lo enfrentamos con los prototipos de hombres de éxito de los medios de comunicación y las redes sociales, imagínense cómo la cosa va a dar en el traste. El amor y la amistad, pensamos, no pueden surgir de manera natural en este medio.
El amor y la amistad, creemos, están por encima de nosotros. Probablemente, nosotros debamos acoplarnos a ellos, en lugar de llevarlos a ellos a nuestras necesidades. De otro lado, vemos con claridad cómo nuestra columna solo aborda un tipo de amor y un tipo de amistad. Se queda millonésimamente lejos de abarcar el todo. No obstante, si bien se trata de apenas una pizca del asunto, consideramos no ofrecernos completamente fuera de lugar de un interés más o menos generalizado sobre el asunto.
Nuestra experiencia de vida en China, nos ha permitido observar de cerca una práctica social distinta a la del mexicano promedio. Allá la individualidad pasa a un segundo plano. En una institución, en primer lugar se encuentra la coordinación y el funcionamiento correcto del sistema, incorporando según las necesidades de la empresa al recurso laboral. El pueblo chino sabe acomodarse en una estructura para sacrificar un posible sueño de éxito profesional en aras de lo mejor para el conjunto. Si se les pregunta qué quieren más, responderán que quieren el beneficio mayor para el grupo al que pertenecen. La selfi incluye a muchas personas.
El tesoro de ese pueblo tiene la finalidad de enriquecer a muchas personas. El coche deportivo de lujo se pospone al vehículo necesario para transportar a los demás integrantes de la familia o el negocio. El silencio profundo en el salón de clases antes del inicio de cualquier asignatura obedece a esa motivación de incorporarse a un mismo sentir y parecer, enriquecido por la pluralidad de criterios propios y expectativas de cada uno de los integrantes. Los platos de una comida dispuestos en el centro de la mesa, abiertos a la administración plural de sus guisos por parte de los comensales, podría verse como ese guiño de tomar para sí una parte de un bien en común.
Ellos, como seguramente ocurre con muchísimas otras naciones más, piensan en el futuro con un vigor si no más intenso sí por lo menos a la par del vigor del presente. Mediante criterios obedientes y prácticos administran su hoy para el mañana. Con esa luz, nosotros pretendemos iluminar el caso del día del amor y la amistad. Esa belleza de tales dones de la vida no la encontramos susceptible de manipularse según nuestros criterios e intenciones. No se puede usar como un teléfono móvil. En cambio, consideramos, podemos participar de ella, llevando a su jardín unas flores de nuestro huerto, a su literatura unas notas a pie de página de nuestro estudio, a su rostro unos colores para tocar sus párpados y sus mejillas. Por eso en ese poema del inicio de nuestro escrito dijimos el amor no lo conozco solo en mí, lo conocemos en el otro. Lo conozco, o lo siento, | si alguien más lo ofrece a mi mano. El amor y la amistad con esa entrega nacen con la naturalidad del trino de los pájaros en las copas de los árboles cuando el sol omnipotente y majestuoso se encumbra en la inmensidad del cielo azul.
12 de febrero de 2022
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