Frente a quienes acuden a nuestra tierra a sembrar cizaña, a despertar demonios y discordias, hemos de oponer el mejor aire nuestro, que siempre se halla orientado hacia los territorios de la fraternidad y del entendimiento.
Jorge Guillén, nuestro gran poeta del 27, exiliado durante largos años, para más señas, titula toda su poesía Aire nuestro, porque en su decir plasma esa comunión, ese vínculo del ser humano con el cosmos que respira.
Como también el mejor aire nuestro está en el palentino Jorge Manrique y en su vía estoica, plasmada de un modo tan hermoso y perdurable, de entender la vida. Y, de un cierto estoicismo, tomado de Boecio y de otras fuentes, pasamos a otra altísima manifestación del mejor aire nuestro, la ascética y la mística.
Los abulenses Teresa de Ávila y Juan de Yepes –más conocidos como Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz– también son manifestación del mejor aire nuestro, al propugnar, desde un sobrio ascetismo, la posibilidad de la comunión, de la vía unitiva, como talismán frente a cualquier fratricidio. Y, a ese canto verbal y metafísico de los abulenses, se une el conquense-salmantino Fray Luis de León, que nos habla de vida retirada, sí, pero puesto siempre el oído a la melodía del cosmos.
Y también participan del mejor aire nuestro, del que, por otra parte, son expresión verbal muy alta, el andaluz-soriano Antonio Machado y el vasco-salmantino Miguel de Unamuno, como expresión noventayochista de un anhelo de superar una España cañí, de charanga y pandereta, que parece seguir amenazándonos, para abrazar un país moderno, marcado por el entendimiento y la fraternidad.
Cuánto debemos a todos nuestros escritores, que han iluminado y siguen iluminando el sentido más hermoso y verdadero de nuestra tierra. Imposible citarlos a todos. Ahí están César Arconada, José Díaz Fernández, María Teresa León, Miguel Delibes, José Jiménez Lozano… y tantos otros nombres, que nos hablan de una contemporaneidad marcada por la presencia de la vida del espíritu, de un humanismo fértil, de un entendimiento abarcador del ser humano y de la tierra.
Seamos fieles al mejor aire nuestro. Vivamos todos, en la comunidad humana a la que pertenecemos, bajo los signos del entendimiento y de la fraternidad. Espantemos todos esos demonios que han venido a traernos. No contaminemos nuestro aire, que es un aire de todos y para todos.
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