El pasado lunes 24 de enero, bajo la iniciativa creadora de D. Juan José de Diego, debutó en el Teatro Liceo, la Orquesta Clásica del mismo nombre.
Con un lleno completo de público, que acogió a la Orquesta lleno de expectativas y cariño, la Orquesta Clásica se entregó a la gran Música clásica y al público salmantino, con maestría artística y espontaneidad.
Tanto las palabras de presentación de J.J. de Diego, como la explicación del pianista, solista invitado, Juan Pérez Floristán, sobre la segunda obra que interpretaron, crearon una sólida red emocional en la relación de la Orquesta naciente y la ciudad de Salamanca.
Coherentemente con su nombre, la Orquesta Clásica nos ofreció tres joyas del Clasicismo europeo, de sus tres grandes genios: Inició el concierto con la Obertura Coriolano op.62, de L. v. Beethoven, solemne puerta al Clasicismo y a la naciente historia de la Orquesta salmantina. Pero fue el Concierto para piano y orquesta nº 20, en re menor K466 de Mozart, dirigido e interpretado como solista por Floristán, “el plato fuerte” que previamente nos describió el pianista con su excelente introducción verbal: explicó cómo esta Obra está íntimamente unida a la mozartiana ópera Don Giovani. Tanto la Orquesta como el solista nos hicieron degustar la riqueza cromática, llena de anhelo, de ternura, de temor, de latente ( en esta obra) alegría, que Mozart vivió durante toda su vida y que plasmó en este Concierto en re menor. Sumergido en el dolor por la pérdida reciente de su padre y por la culpa que el mismo padre le inculcó con palabras demasiado duras para un buen hijo, Mozart dejó plasmada en esta bellísima obra la tempestad de sentimientos que habitaban su alma en sus dos últimos años de vida.
Buscando sabiamente el contrapunto emocional entre las tristezas y las alegrías de la vida, la Orquesta Clásica dedicó el segundo tiempo del concierto al gran Joseph Haydn, llena toda su vida y su Obra, de elegancia, de energía y de alegría. Su Sinfonía nº 96 en re mayor “El Milagro” fue el dulce postre, el “milagro” que todos necesitamos para salir de estos tiempos pandémicos, largos y angustiosos. Como el “milagro” que el público londinense que asistió al estreno de esta Sinfonía nº 96 vivió, salvándose milagrosamente de la caída de una lámpara de araña, desde el techo, que todos pudieron evitar, sin ser heridos. Como biógrafo de Joseph Haydn, puedo decir que la vida de Haydn fue tan resplandeciente, tan llena de alegría de vivir, que el azar no pudo ni siquiera en esta ocasión oscurecer el estreno de su Sinfonía; por supuesto que a Haydn y a su existencia no le faltaron problemas, tristezas y malentendidos: sin la cara dolorosa de la vida, nadie puede madurar lo suficiente como para poder componer obras como la inmortal Las siete palabras de Cristo en la cruz”, del Maestro Haydn.
Deseo terminar este artículo sobre el estreno de la Orquesta Clásica del Teatro Liceo, compartiendo los vivos sentimientos y recuerdos que me produjeron escribir las tres biografías de los tres compositores que se hicieron presentes en el concierto del martes pasado, 24 de enero: Beethoven, Mozart y Haydn. Son tres vidas de múltiples caras, unidas todas por la Música, por esa Música que da sentido a lo variable, a lo doloroso, a lo placentero, a lo inseguro que hay en todas nuestras vidas. Las tres obras que nos ofreció la Orquesta Clásica, nos trasmitió ese sentido y nos conmovió como sólo el Arte nos puede conmover.
¡Bienvenida Orquesta Clásica del Teatro Liceo!
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