(Comisión Valle de los Caídos: Herrero, V. Zapatero, R. Jáuregui, Alicia Alted, H. Raguer y Ferrándiz, entre otros)
Los restos de Franco, si su familia no quiere hacerse cargo de ellos, deberían depositarse en el cementerio de San Lorenzo de El Escorial, en cuyo término está el Valle de los Caídos. Eso es lo que establece el Protocolo de Exhumaciones del Ministerio de la Presidencia (orden de 2011) respecto de los restos humanos de la Guerra civil y del franquismo. Si no hay familiares, cosa muy frecuente cuando se exhuman fosas comunes, o se inhiben, algo menos frecuente, esa es la perspectiva. Aunque esta norma se refiere a sus víctimas, en este aspecto Franco no merece un trato diferente, creo, una vez que la ley de Memoria histórica determina que la Basílica del Valle no debe ser un lugar de ensalzamiento del franquismo, como lo es notoriamente. Y lo mismo cabría decir de los restos de José Antonio, a no ser que su familia los lleve a otro lugar. Solo a título simbólico e histórico-informativo, habría que poner en el suelo del crucero una cartela con la leyenda de "aquí estuvieron los restos de fulano y de mengano, el fundador de la Falange y el Dictador, etc." Lo que sería un ejercicio normal de damnatio memoriae, algo sancionado culturalmente desde los antiguos egipcios. Y los gastos de todo esto deben correr a cargo del Estado, cuyo Patrimonio viene costeando el mantenimiento del sitio que comentamos, incluida la comunidad benedictina.
El informe de la comisión gubernativa para estudiar el "futuro del Valle de los Caídos" ya se pronunció en 2011 por sacar esos restos de la basílica.Todavía habrá algún indocumentado que se pregunte si no hay cosas más urgentes en España, sin ver que, desde luego, este asunto, como los de la Memoria histórica en general, nunca han tenido prioridad para la democracia española. Si la Constitución de 1978 estableció esta (es una mera hipótesis) la permanencia de los símbolos franquistas durante todas estas décadas ha sido una vergonzosa incongruencia. Con los principios democráticos, pero también con la praxis de los regímenes políticos anteriores, todos los cuales, al menos desde el Sexenio, establecieron su propia memoria histórica, borrando o corrigiendo la anterior.
Es inevitable recordar que las recomendaciones del informe de 2011 han sido olvidadas hasta ahora. (Parecería que, tácitamente, se estuviera siguiendo la primera posibilidad concebida por la citada comisión: no intervenir en la basílica, dejar su curso a la ruina y al deterioro para que, como decía su informe, "el paso del tiempo haga justicia a un monumento diseñado para recordar la victoria de unos y la derrota de otros". Pero, aunque cifraban en no menos de 13 millones de euros el coste de reparación de la basílica, la cruz y la estatuaria de Juan de Ávalos, los de la comisión, gente muy preparada de distintas tendencias ideológicas, optaron por la recuperación y por la "resignificación", para que aquello sea visto "con otros ojos" y sirva como Memorial de las víctimas). Que hubiera un voto particular minoritario de los miembros conservadores de la comisión (entre ellos, Herrero de Miñón), contrarios al traslado de los restos de Franco, no debería ser obstáculo. Si de ellos dependiera, no existiría en España memoria histórica, salvo para recordar ?como ellos hacen en su voto particular? que Franco debe seguir teniendo honores de Jefe de Estado. Más significativo me parece el aval de Hilari Raguer al dictamen, siendo quien es: un monje benedictino de Montserrat y acreditado historiador.
También cabría recordar otros informes relacionados con la memoria histórica. Sin ir más lejos, el que avaló el traslado de la documentación del Archivo de la Guerra civil de Salamanca a Cataluña, también fruto de una comisión de gran valor profesional y de heterogénea ideología. Pero aquí algunos han preferido ignorar ese informe, lo mismo que la ley que ordenó ese traslado (en 2005 y aun hoy no culminado) y las sentencias posteriores que lo confirmaron. Ignorar todo eso y alentar una campaña absurda y un mostrenco anticatalanismo que no va a ningún sitio. Y no digo más, aunque pudiera.
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