Esta joven salmantina, sin patologías previas, estuvo a punto de ingresar porque los síntomas de la enfermedad no remitían
En noviembre de 2020 la vida de Rocío Antonio Núñez cambió de golpe. Esta salmantina, natural de Fuentes de Oñoro, comenzó un sábado por la tarde a encontrarse mal, a tener fuertes dolores de cabeza que ella misma pensaba que eran migrañas. “Se trataba de un dolor muy parecido y me tomé la medicación para las migrañas. En torno a las nueve de la noche continuaba el dolor y comenzó a subir la fiebre hasta casi 39. Ahí empecé a pensar que podía ser Covid-19. No dormí nada porque me encontraba realmente mal”, relata a SALAMANCA AL DÍA. A la mañana siguiente llamó al centro de salud, pero al ser domingo le dijeron que no le podían hacer la prueba hasta el lunes. “Ese domingo lo pasé fatal, estaba muy mal, seguía con fiebre, con dolor de cabeza, pero a mayores empecé con tos, con mocos y con dolor de garganta”.
El lunes a primera hora le realizaron una prueba de antígenos y la sospecha se confirmó: era positivo en Covid-19. En ese momento Rocío vivía en León, allí estaba estudiando el Máster de Formación de Profesorado. “Lo primero que pensé cuando me dijeron que era positivo fue en mi compañera de piso. Ella trabajaba en una residencia y pensé que podía haber muchos contagios. Fue a la primera persona que llamé, le hicieron rápidamente la prueba por su profesión, pero dio negativo”. En aquella época León estaba muy mal, tenía muchos casos y estaba cerrado perimetralmente. La incidencia era muy alta. Rocío no sabe cómo se contagió. “En ese momento en mi clase no había ningún positivo, mi compañera de piso dio negativo y mi pareja también, toda la gente a mi alrededor con la que tuve lo que se considera contacto estrecho, dieron negativo, entonces no sé cómo lo pude coger. Mi vida solo era de casa a clase y al supermercado”, relata.
Recuerda que los primeros días lo pasó mal. “Estaba realmente fastidiada por todos los síntomas que tenía y empezó el cansancio. Me empezó a afectar a los pulmones, me agotaba mucho, perdí gusto y olfato”. Para Rocío también fue duro psicológicamente. “Al estar lejos de casa y sola, se le sumó que no mejoraba y apareció la preocupación, el médico me llegó a decir que, si seguía así, me ingresaban”.
Estuvo un mes confinada. Los síntomas no mejoraban y eso le afectaba a no poder hacer nada tampoco en casa. “No era capaz de hacer nada sola: me ponía a fregar y me cansaba, tendía la ropa y, entre prenda y prenda, tenía que pararme porque me faltaba el aire. La cama no la hacía porque no podía, era agotador”, cuenta. “Me hacían pruebas cada pocos días, pero seguía dando positivo, entonces tenía que seguir confinada. Un mes entero. Lo que peor llevé fue el estar tanto tiempo encerrada en casa, en un piso, porque lo máximo que podía ver la luz era si me asomaba un poco al balcón”, añade.
Al pasar un mes y seguir dando positivo, le hicieron una prueba serológica. “En ese momento vieron que tenía anticuerpos, ya pude salir porque era positiva pero ya no contagiaba, ahí es cuando me dijeron que era un caso de Covid persistente”. Según ella misma dice, lo primero que pensó al salir del confinamiento fue “por fin puedo respirar”.
Pero, aunque recibió el alta, ella sabía que no estaba bien. Le quedaron muchas secuelas lo que le ha llevado a estar todo el 2021 de médicos entre consultas de neumología, neurología y cardiología. “Me daban taquicardias que hasta entonces no me habían dado, me continuaba faltando el aire y el cansancio era horrible, tenía que salir alguien conmigo porque me podía desmayar en cualquier momento”, cuenta. Sin embargo, los dolores de cabeza es lo que más le ha perseguido todo este tiempo. “Eran unos dolores horribles que encima derivaban en pérdida de concentración y falta de memoria. En ocasiones casi no podía ni conducir. Además, seguía sin gusto ni olfato. Es cierto que he ido mejorando, pero de forma muy lenta y progresiva”.
Para Rocío parecía que esta enfermedad no iba a terminar nunca. Pero hace unos meses, gracias a las lentas mejoras que presentaba, recibió el alta en cardiología y neumología, después de diferentes pruebas y un exhaustivo seguimiento. Lo que más ha durado ha sido el seguimiento de neurología, los dolores de cabeza que ha sufrido han sido tan fuertes que en ocasiones no podía hacer la vida de una persona de su edad. Finalmente, después de un año, a finales de noviembre de 2021, recibió el alta en neurología. “Ahora estoy mucho mejor, pero todavía tengo algunas secuelas. Sigo sin gusto, me puede doler la cabeza algún día puntual y sobre todo la pérdida de memoria aún me falla, no tanto como antes pero todavía lo noto. Me sigo cansando mucho cuando subo cuestas y escaleras, eso no puedo porque llego ahogada. Pero nada que ver con hace unos meses”, señala.
Dice que la Covid la ha cambiado. “Ahora me veo más responsable mentalmente, tengo más cuidado con las cosas, tengo más precaución. Antes era más alocada y ahora no, todo lo contrario, soy más precavida”. No quiere volver a cogerlo, sabe lo mal que se pasa. “Tengo respeto a volver a cogerlo, de volver a pasarlo y más después de cómo me afectó y, en cierto modo, de cómo me sigue afectando”, añade. Confía en las vacunas. “Al haber sido positivo en Covid estoy vacunada de una sola dosis, creo que funcionan y espero que me pongan la segunda. Es evidente que, aunque estés vacunado te contagias, pero yo creo que los síntomas son más leves, aunque hay casos y casos evidentemente”.
Rocío se contagió en 2020, ha estado prácticamente todo 2021 arrastrando la Covid persistente y tiene claro qué quiere para 2022. “Espero tener salud, de estar como estaba hace un año a como estoy ahora hay mucha diferencia. Espero recuperar lo que me falta y estar bien del todo”, concluye.