Las organizan grupos o personas que tienen muy poco que ver con la Navidad, o que incluso no creen en ella
Se acercan los días de Navidad y, aunque algunos han corrido a plantar las luces y otros signos navideños ya hace tiempo, es en estos días cuando muchas familias e instituciones tienen por costumbre juntarse los propios familiares, amigos o empleados de empresa para encontrarse en una comida o cena especial de Navidad.
El año pasado, estas comidas y cenas institucionales tuvieron que suprimirse por causa de las amenazas de contagio del covid-19. Por eso, este año se estaba acogiendo con especial ansiedad la celebración de muchas de esas comidas-cenas. Pero resulta que la pandemia sigue, hablan ya de la sexta ola, y muchos de los encargos y reservas culinarias están siendo canceladas. Incluso los organismos oficiales están aconsejando no celebrar esas reuniones, y algunas comunidades o ayuntamientos las están prohibiendo. Tendrán que quedar reducidas al ámbito familiar o incluso sólo con las personas convivientes.
De todas maneras, no es que tenga tampoco mucho sentido celebrar estas comidas o cenas de empresa o de instituciones funcionariales. Sobre todo, si las organizan grupos o personas que tienen que ver muy poco con la Navidad o que incluso no creen en ella. Hace pocos días el ministerio encargado de la igualdad en la Comunidad Europea pedía que se felicitasen las fiestas sin hacer referencia a la Navidad o a otros signos cristianos relacionados con ella.
¿Será posible que aceptemos los cristianos esta propuesta laicista de eliminar los signos cristianos? ¿Alguien tiene razón para sentirse ofendido por estas celebraciones cristianas? ¿No será mejor que cada uno celebre lo que quiera y como quiera, como expresión de verdadera libertad, que no se manifiesta contra nadie?
Por lo que se refiere a las cenas navideñas, lo mejor sería no celebrarlas, o en todo caso, hacerlas con la más estricta sencillez y hasta con manifestación de pobreza, ya que muchos no podrían celebrarlas, aunque quisieran, y en muchos casos no les llegan los medios ni siquiera para una elemental cena o para la comida de cada día.
Y esto ocurre sobre todo en los países de misión: África, Asia, América? Por lo cual, al menos nosotros, los que nos profesamos comprometidos con las misiones, deberíamos manifestarnos más ahorradores, y acudir con nuestros donativos a los que en este momento se encuentran más necesitados: Haití, La isla de la Palma, y tantos otros lugares que conocemos.
Precisamente el próximo día 6 de enero, fiesta de la Epifanía o de los Reyes, la Iglesia celebra la jornada de los Catequistas de las Misiones, y en España se añade la intención de ayudar a los misioneros diocesanos del IEME (Instituto Español de Misiones Extranjeras). Haciéndoles llegar a ellos nuestros donativos, contribuiremos eficazmente a remediar o paliar el hambre y las necesidades de las comunidades cristianas nacientes o que están creciendo con muchas limitaciones, y que agradecerían enormemente nuestra solidaridad.
Pasemos de las cenas y comidas navideñas al apoyo continuado a las comunidades misioneras, y manifestaremos así de la mejor manera posible nuestra contribución generosa a la actividad de los que comienzan a crear o impulsan el crecimiento de las comunidades cristianas, ellas también navideñas, de los países de las misiones.
Menos comidas navideñas, menos gastos en regalos y en manifestaciones descomunales y provocativas de tantas luminarias nocturnas en nuestras calles y plazas. En todo caso, sería mejor realizar un pequeño signo navideño en nuestro ayuntamiento o plaza mayor. Y por supuesto con un simple nacimiento o Belén en nuestras casas o en la iglesia donde los cristianos celebramos sencillamente, aunque con la mayor solemnidad litúrgica posible, las hermosas y felices fiestas de Navidad. Porque el Niño Dios, solidario con todos los hombres y todos los pueblos, nació un día para llenarnos de su inmensa felicidad.
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