Por ejemplo, escucho los debates y las intervenciones de nuestros políticos en sede parlamentaria, nacional, regional, local o en ruedas de prensa, y dudo de la diferencia comunicativa con respecto a los animales. No es que sólo haya mediocridad, falta de competencia, de conocimientos, de sentido común?, sino que lo peor es que no lo saben (o no lo quieren saber) y por lo tanto, no se podrá corregir nunca.
Para que haya comunicación humana, es decir, diálogo, se requiere dos interlocutores con actitud o predisposición a la escucha activa, la empatía, el respeto y la buena voluntad. Eso les falla a los políticos y nos falla a nosotros. Los políticos sólo son una muestra de la sociedad. Si algunos son chorizos o ineptos, es que hay una porción significativa de la ciudadanía que también lo somos. Si muchos políticos son mediocres o unos interesados, ya sabemos que parte de la gente puede que lo sea.
Pero, ¿De qué se habla en las tertulias, en los corrillos, en las reuniones?
Se habla mucho de los políticos, los ministros, de los alcaldes, alcaldillos y alcaldeses y poco se habla de la cantidad de gente con responsabilidades que pone lo mejor de sí (hasta su dinero) para sacar adelante sus negocios y a sus empleados.
Se habla mucho de los grandes equipos de fútbol que manejan kilos de dineros y poco se habla de tantos otros deportes practicados por tanta gente, con medios modestos o casi escasos.
Se habla mucho de forma meritoria de cuatro cromos que saben dar patadas a un balón con mucha habilidad y de lo que ganan, y poco se habla de los profesionales de todo tipo que desempeñan su trabajo con excelencia, esfuerzo, formación y una gran actitud y de lo poco que ganan.
Se habla mucho de los hombres que maltratan a las mujeres y se habla poco de los hombres que aman a sus parejas, las cuidan y dan su mejor versión como padres de sus hijos.
Se habla mucho de actores y actrices, tiktokers, youtubers, influencers?.de la imagen, del glamour, y de la vida feliz prediseñada, enseñada, exhibida y expuesta ahogándose en el barro de su propia mentira e invención y poco se habla de la gente de los pueblos y las ciudades, de la gente real, de sus trabajos, de sus dificultades, de sus logros, de sus anhelos?
Se habla mucho de leyes, presupuestos, decretos, y poco se habla de que las cárceles están llenas principalmente de pobres, de personas con pocos recursos y que aunque la justicia es ciega, a veces parece sorda y muda y que los grandes delincuentes no están entre rejas.
Se habla mucho de dietas saludables, veganismo, vegetarismo?estrellas de cocina, masterchefs y demás, y poco se habla de los miles de seres humanos que pasan hambre, en España y fuera, de la desnutrición o la mala alimentación
Se habla mucho de la gran iluminación navideña (o lo que sea) en las calles y poco de los precios de la luz en los hogares y que hay mucha gente que no puede pagarlos.
Poco se habla de las familias bajo el umbral de la pobreza, del paro, de la precariedad laboral, de la soledad de muchas personas mayores, del incremento de la ansiedad y las enfermedades mentales (especialmente entre los jóvenes), del aumento de suicidios, de los precios de las viviendas, del apoyo a los emprendedores y a los autónomos, del agotamiento del personal sanitario, de la gestión de la sanidad, de los valores que queremos tener como sociedad, de los que menos cuentan, de los más frágiles y vulnerables, de la cantidad excesiva de niveles de gestión administrativa que tenemos, de la educación?
Se habla mucho de lo que unos y otras quieren que se hable, no vaya a ser que nos volvamos críticos con el sistema, con el orden establecido y ya no seamos borreguitos serenos y obedientes. Y si nos ponemos un poco críticos, ración doble de fútbol, realities, celebrities, y tonterities. Es mano de santo.
Se habla mucho de algunas cosas y ¡tampoco! de otras?
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