"Creed en los que buscan la verdad, desconfiad de quienes la encuentran". André Gide
Se celebró hace días el Día Mundial de la Filosofía, que sirvió, como suele suceder con estas abstrusas y vacías celebraciones, para sustanciar una cerrada defensa de la filosofía por parte, principalmente, de docentes y enseñantes que, además de vivir de su difusión, repiten un año tras otro las supuestas virtudes irrenunciables de la filosofía. Nada que objetar a una defensa, también alimenticia, de la disciplina, y mucho menos a los llamamientos a que se continúe, e incluso amplíe, el contenido filosófico en los centros de enseñanza.
No por ello puede ignorarse, y se ha hecho claramente en las celebraciones de dibujito y cara trascendente de algunos de sus defensores, que la Filosofía, tal y como hoy se contempla, sobre todo en cuanto a la historia de la materia, la memoria del pensamiento humano y las relaciones entre diversas teorías del conocimiento, ha muerto, tal y como afirmó Stephen Hawking y mantiene una corriente de pensamiento (principalmente en el ámbito científico), que sostiene que la separación, o apartamiento, entre el pensamiento filosófico y el desarrollo científico, que es otra forma del pensamiento, acabó con el primero como vehículo principal de auto-conocimiento del ser humano.
La filosofía es un saber que se ha ocupado secularmente de cuestiones radicales, cuyas respuestas se encuentran situadas más allá del ámbito de la experimentación científica. El sentido de la vida y de la muerte, la estructura de la realidad, por qué hablamos de igualdad entre los seres humanos cuando biológicamente somos diferentes, qué razones existen para defender derechos humanos, cómo es posible la libertad, en qué consiste una vida feliz, si es un deber moral respetar a otros aunque de ello no se siga ninguna ganancia individual o grupal, qué es lo justo y no sólo lo conveniente. Sus instrumentos son la reflexión y el diálogo bien argumentado, que abre el camino hacia ese "uso público de la razón" en la vida política, sin el que no hay ciudadanía plena ni auténtica democracia. El ejercicio de la crítica frente al fundamentalismo y al dogmatismo es su aliado.
Stephen Hawking, y la corriente, digamos "científica" de pensamiento, con aplastante lógica y razón dice que viviendo en este vasto mundo, que a veces es amable y a veces cruel, y contemplando la inmensidad del firmamento encima de nosotros, nos hemos hecho siempre una multitud de preguntas: ¿cómo podemos comprender el mundo en el que nos hallamos?, ¿cómo se comporta el Universo?, ¿cuál es la naturaleza de la realidad?, ¿de dónde viene todo lo que nos rodea?, ¿necesitó el Universo de un creador?... La mayoría de nosotros no pasa la mayor parte de su tiempo preocupándose por esas cuestiones, pero casi todos nos preocupamos por ellas en algún momento. Tradicionalmente, ésas son cuestiones para la filosofía, pero la filosofía ha muerto porque no se ha mantenido al corriente de los desarrollos modernos de la ciencia, en particular de la física. Los científicos se han convertido en los portadores de la antorcha del descubrimiento en nuestra búsqueda de conocimientos.
Pero es verdad que en sus épocas de mayor esplendor la filosofía ha trabajado codo a codo con las ciencias más relevantes, y ha sido la fecundación mutua de filosofía y ciencias la que ha logrado un mejor saber. Porque la filosofía que ignora los avances científicos se pierde en especulaciones vacías; las ciencias que ignoran el marco filosófico pierden sentido y fundamento.
Hoy en día son especialmente las éticas aplicadas a la política, la economía, el desarrollo, la vida amenazada y tantos otros ámbitos las que han mostrado que el imperialismo de un solo saber, sea el que fuere, es estéril, que la cooperación sigue siendo la opción más fecunda. Es por tanto imperativo salir de la filosofía best-seller, de la ocurrencia, la repetición y el pergamino como guion de clase y convencernos de que celebraciones como el Día Mundial de la Filosofía, o cualquier redacción de programa de enseñanza, asignatura, documento de docencia o iniciativa que quiera contemplar la Filosofía como ente vivo que tiene sentido en el devenir del ser humano, que es útil en el más íntimo sentido de la palabra, habrá de contemplar su indestructible conexión con el desarrollo y el pensamiento científico. Además, habrá que mantener, ampliar, mejor estructurar y dar sentido trasversal a la enseñanza de la ética y de la filosofía en la educación secundaria, no vaya a ser que, al final, científicos como Hawking o Dawkins acaben no solo teniendo razón, sino toda la razón.
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