"Me gusta viajar a los confines del ser humano, sobre todo a los claroscuros", asegura la autora, al tiempo que busca no dejar indiferente al lector con su última novela, 'De ninguna parte', al que invita a reflexionar sobre el desarraigo y la
'De ninguna parte' es, en palabras de su autora, Julia Navarro, una "novela de acción para reflexionar". El desarraigo y la búsqueda de identidad, con el integrismo religioso como telón de fondo, son las claves de una novela que "es como si se hubiese escapado de las páginas de los periódicos", "un retrato de la sociedad en la que vivimos", y que como añade, no "va a dejar indiferente" al lector. 'De ninguna parte' es un viaje a los confines de la conciencia de dos hombres que se ven obligados a vivir de acuerdo a unas identidades que no han escogido y de las que es difícil escapar. Abir, un adolescente libanés que pierde a su familia en un ataque por sorpresa del ejército israelí, y Jacob, un joven educado entre el Líbano y Francia, que intenta reconciliarse con sus orígenes judíos. "El último gran misterio que hay en la tierra es el ser humano, y a mí gusta viajar a los confines del ser humano, sobre todo a los claroscuros".
'De ninguna parte', ¿cómo define su autora esta novela?
Es una novela que es como si se hubiese escapado de las páginas de los periódicos. Es una novela en la que intento plantear un problema, y es esa brecha que hay entre Oriente y Occidente, que cada vez se ensancha más, y a mí me gustaría que se estrechara en vez de ensancharse. Es una novela en la que intento ponerme en la piel de los migrantes, la gente que tiene que dejar sus países y que viene a Europa buscando trabajar, buscando sobrevivir, y una novela en la que también trato el problema de los medios de comunicación. Una novela que creo que es muy actual, un retrato de la sociedad en la que vivimos.
¿Lo más difícil de esta novela ha sido crear los personajes?
La creación de los personajes siempre es complicada, sobre todo meterme en su piel a veces cuesta, por ejemplo, meterme en la piel de Abir que es un terrorista. Ha sido muy difícil construir ese personaje, posiblemente el que más me ha costado construir de todas mis novelas.
En esta novela aborda ampliamente el problema de la inmigración y el desarraigo que sufren los que tienen que huir de sus países. Estos días, por ejemplo, hemos visto las imágenes de miles de refugiados en la frontera entre Bielorrusia y Polonia, pero ¿tendemos como ciudadanos a ponernos una venda sobre los ojos para no ver esta realidad?
Me escandaliza lo que está pasando en estos momentos en la frontera entre Bielorrusia y Polonia y la falta de respuesta de la Unión Europea. Las personas cuando dejan sus casas, sus países y sus familias lo hacen por un motivo importante, nadie deja todo porque sí, la gente si se marcha es porque está huyendo de la violencia, de la guerra y de la miseria. Intenta, como todos, tener una vida mejor y, por tanto, la respuesta que está dando la UE al problema de los migrantes me parece que es muy deficiente. Como ciudadanos tenemos una responsabilidad individual, cómo nos comportamos con los migrantes cuando son nuestros vecinos, pero los ciudadanos bastante tienen cada uno con salir adelante todos los días. Nuestra responsabilidad pasaría por intentar presionar mucho más a nuestros gobiernos que son los que tiene la posibilidad de hacer algo para abordar este problema. No es un problema de unos cuantos migrantes, es de miles de personas que están huyendo de situaciones de violencia y de guerra. Hay que dar una respuesta.
Afganistán, donde ha vuelto el terror de los talibanes, es otro de los escenarios en 'De ninguna parte'.
La salida de Estados Unidos ha sido una salida absolutamente irresponsable. Occidente debería reflexionar que no puede llegar a los sitios porque le interesa y ahora decir me marcho y ahí os quedáis. Los talibanes han llegado a Kabul sin dar un tiro, han llegado como si hubiesen salido de excursión y han llegado a Kabul. Me pregunto si dormirán tranquilos los que han tomado esa decisión. Toda esa esperanza que se había abierto, por ejemplo, para las mujeres, se ha vuelto a sellar. Las niñas ya no van al colegio, las jóvenes ya no van a la universidad, las mujeres que tenían trabajo ya no pueden trabajar fuera de casa, se ha impuesto la sharía. La vida de los que se han quedado allí se ha convertido en una pesadilla.
Los personajes femeninos también son una voz muy importante en esta novela.
A las mujeres nunca nos han regalado nada, no tenemos un solo derecho que no hayamos conquistado, y nos faltan todavía muchas cosas, porque hay mujeres en distintos lugares que tienen que luchar para conquistar derechos que para nosotras ya son absolutamente obvios. Mujeres que vienen de países que tienen otras costumbres viven esa dualidad tan compleja. Por una parte, las costumbres de sus países de origen o de sus padres, frente a las costumbres de los países de acogida, y gestionar eso es complicado, y muchas de estas mujeres terminan siendo extranjeras dentro de sus propias casas. No lo tienen nada fácil.
¿Nos hace más fuertes esta lucha?
A mí tener que luchar por lo obvio me irrita bastante. Nos negamos a tener un derecho menos y a estas alturas de la historia es ya muy cansado. Afortunadamente las conquistas de las mujeres en Occidente están asentadas y consolidadas. Nosotras ya gestionamos nuestra propia vida y ya somos dueñas de nuestro propio cuerpo, algo que todavía cuesta que algunas mentes masculinas lo terminen de aceptar. Pero fuera de Occidente es todavía mucho más complicado. Hay países donde realmente tienen un problema con el cuerpo de la mujer, es algo que se penaliza, es algo que tiene que estar encerrado, envuelto en metros y metros de tela, como si fuera algo pecaminoso. El problema no es que una mujer enseñe su cuerpo, son ellos los que tienen que cambiar la mirada, no son las mujeres las que nos tenemos que tapar.
Tanto en esta novela como en las anteriores, indaga en la condición humana a través de cada uno de los personajes.
Me interesa la condición humana. El último gran misterio que hay en la tierra es el ser humano, y a mí me gusta viajar a los confines del ser humano, sobre todo a los claroscuros.
'De ninguna parte' también invita a reflexionar sobre los medios de comunicación, ¿las redes sociales distorsionan el papel del periodismo?
Han cambiado los paradigmas de la sociedad en los últimos años a través de las nuevas tecnologías, y el periodismo ha ido en este proceso unos cuantos pasos por detrás. Ahora hay que hacer lo posible, ya no por ir por delante, sino para adaptarnos a esta nueva realidad. No creo en el periodismo ciudadano, creo que tiene que haber medios de comunicación fuertes, y detrás de ellos tiene que haber profesionales.
¿Satisfecha con la acogida de los lectores a su última novela?
Soy una persona muy exigente conmigo mismo, excesivamente, pero estoy contenta con el resultado de la novela por la respuesta que han tenido los lectores, que son los que valoran o no el trabajo.
¿Cómo ha vivido la pandemia?, ¿somos una mejor sociedad después de lo que hemos vivido?
Sinceramente no he sacado nada bueno de esta situación. La pandemia me ha provocado mucho sufrimiento, de saber que había personas muriendo solas en los hospitales, cuántas personas en las residencias viviendo sin saber lo que les iba a pasar al día siguiente, sin poder ver a sus familiares. A mí todo esto lo que me producía era una amargura profunda. El no poder salir de casa, no poder abrazar a la familia y a los amigos. Para mí la pandemia ha sido una pesadilla, y creo que la sociedad sigue siendo exactamente igual que el día que se decretó la pandemia.
¿Está embarcada ya en su siguiente novela?
Escribir es un trabajo y, por tanto, ya estoy trabajando en mi siguiente novela.