Acabamos de asistir a un nuevo asesinato en España de un hombre hacia una mujer, su pareja, que además tenía 3 niños. Creo yo que este tipo de noticias producen repulsa y condena a cualquiera, independientemente de sus credos religiosos o políticos, su edad o la talla de sus camisas. Un hombre asesina a una mujer, es un mantra que se repite demasiadas veces. Y detrás del titular, una historia de relaciones entre personas que suele acabar con el uso de la violencia en cualquiera de sus formas.
Sí, ya sé que la violencia no tiene género y hay que condenarla y perseguirla venga de donde venga. También sé que estas noticias, por muy repetidas que sean, no deberían estigmatizar a los hombres como potenciales maltratadores por el simple hecho de serlo. Pero hay algo que debemos tener en cuenta en este problema, y tiene mucho que ver con los modelos educativos que tenemos entre manos. Y en esta conciencia colectiva, subconsciente o consciente, la mujer suele salir peor parada.
Es cierto que es necesario legislar, definir bien los tipos penales, endurecer las penas ante este tipo de acciones. Es cierto que está muy bien que haya un teléfono donde se puede llamar para denunciar una situación de violencia sin que deje rastro en la memoria del dispositivo. Y también es cierto que está muy bien condenar con contundencia estos hechos y hacer un minuto de silencio, o cinco, cuando se producen. Pero creo que además, estaría mejor acompañar todo eso de medidas pedagógicas. Y esto último, no se puede marcar a golpe de obligación, ni de ley, sino que la educación es un tema de sensibilización, de consenso, de coraje y de crear cultura, crear hábito, crear conciencia. No se trata de resultados inmediatos, pero sí de ir avanzando.
En este sentido, apunto algunas dimensiones hacia donde habría que trabajar con competencia e insistencia, con actitud y habilidad, en el ámbito de la educación, ya sea en los colegios, en los espacios del ocio y el tiempo libre y por supuesto, en las familias:
Más allá de diferencias por el género, lo que sí que creo por mi experiencia, es que los que somos diferentes somos las personas, no los géneros. Paradójicamente los seres humanos somos diferentes y a la vez muy parecidos. Pero eso es para escribir otro día. Lo cierto es que si no incidimos en los aspectos educativos, lograremos pobres, pobrísimos resultados.
Si no se cultivan flores y luego se cuidan, no nos extrañe que salgan cardos borriqueros.
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