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Largo me lo fiais 
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Largo me lo fiais 

Actualizado 08/11/2021
Francisco López Celador

A todos los españoles que no estén conformes con la política llevada a cabo por el actual gobierno, conviene decirlos que tienen muy difícil, a corto plazo, volver a contemplar otro gobierno más preparado. En las dos últimas elecciones generales, el Congreso ha conformado una mayoría, amasada de forma heterogénea, entre aquellos partidos que nunca se verían tan favorecidos por gobiernos como los que dirigen la mayoría de países de nuestro entorno. Ninguna nación que busque el bienestar de sus ciudadanos, a base de velar por la unidad, la igualdad, la libertad, la cultura, la justicia, la economía, la solidaridad y la estrecha relación entre regiones, querría ser gobernada por quienes precisamente pretenden destruirlo. Aquí somos más progresistas que nadie, y cada vez estamos peor.

Con la Ley Electoral vigente, para llegar a un gobierno verdaderamente democrático. existen dos caminos. Uno, que las fuerzas conservadoras fueran capaces de alcanzar una mayoría suficiente; y dos, que el gobierno de coalición estuviera integrado por partidos constitucionalistas, de uno y otro espectro. Para nuestra desgracia, cualquiera de las dos opciones se encuentra muy lejos de la realidad actual.

. Los dientes de sierra de nuestra economía -no olvidemos que es el motor de arranque de cualquier política- coinciden exactamente con el final de las etapas de alternancia en los gobiernos de izquierda o derecha. Dejo a la perspicacia del lector adivinar a quién corresponden los picos y los valles.

Para expresar la comisión de un error táctico, que ocasione un perjuicio más o menos grave al autor del mismo, solemos acudir a la expresión: se ha disparado un tiro en el pie. De eso, que no es más que la definición metafórica de una torpeza, encontramos ejemplos a diario.

La "alineación" que presenta Sánchez para jugar su partido no tiene jugadores estrella, pero acaba ganando. La oposición, por el contrario, carece de mister contrastado, se cuida muy poco y, además, no es partidaria de entrenamientos. Acabamos de comprobarlo en el primer encuentro de la eliminatoria de los presupuestos. Los componentes de la selección Frankenstein, a base de juego duro, perder tiempo descaradamente, chantajear al entrenador y pedir constantemente aumento de prima, han conseguido sus tres primeros puntos. El encuentro de ida lo han ganado por goleada.

La selección de la oposición -¡Ay, la oposición!-, siguiendo la táctica que definió Toshack, juegan el partido como pollos sin cabeza. Ya lo dice hasta la Biblia : "Los hijos de este mundo son más listos que los hijos de la luz". La derecha podía fijarse en lo que sucede con la Ley Electoral en las comunidades nacionalistas. La extremada volatilidad de alguno de los partidos conservadores y el exceso de protagonismo antagónico entre otros hacen muy difícil una unión de fuerzas capaz de conseguir esa mayoría Por no presentarse en candidatura única, centenares de miles de votos conservadores acaban en la basura. Trasladado este efecto al ámbito nacional, podría proporcionar un plus de escaños suficientes para alcanzar su objetivo. Sin embargo, se desuellan mutuamente, en medio del regocijo de una izquierda, que encuentra el camino allanado sin apenas esfuerzo.

El colmo de la estupidez lo está alcanzando el Partido Popular. Su actitud me recuerda la de un soldado que, en un ejercicio de tiro y empuñando una pistola con la mano derecha, consiguió dispararse en esa misma derecha. Ya es difícil ¿eh? Pues eso mismo ha hecho el PP. En la actualidad, ninguno de los presidentes autonómicos populares goza de más prestigio y confianza que la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso. Y no es algo que le haya caído del cielo, ni que se lo hayan proporcionado los medios de comunicación. Se lo ha ganado a base de ser eficaz en todos los ámbitos y de vencer las descaradas zancadillas que ha recibido del gobierno. Sin hacer alardes, pero pisando fuerte en la calle y en todos los foros, ha sido capaz de rebatir contundentemente a cuantos le han atacado y aupar a la Comunidad de Madrid a la cima del progreso y bienestar. Que desde la Moncloa se mire con recelo lo espectacular de su labor, entra dentro de lo que cabría esperar. Ahora bien, que las trabas y los deseos de frenar esa pujanza vengan de su propio partido, me recuerda las estocadas que sufrió Adolfo Suárez en los momentos finales de la UCD.

El PP y sus máximos dirigentes están jugando con fuego y pueden causarse quemaduras incurables. En tiempos de Rajoy, las batallas intestinas no eran tan explícitas, tenían lugar al calor de mayorías más consistentes y dentro de un bipartidismo que hoy está descafeinado. Es cierto que la incursión del socialista Zapatero trajo el uso indebido del poder para ejercer una política insulsa a la vez que desastrosa. Dejó tras sí un pesado lastre de incultura y retraso, resucitó rencillas olvidadas y puso en circulación dudosos conceptos carentes de fundamento. Sin embargo, no invadió la independencia de los poderes del Estado y respetó sus instituciones. La llegada de Sánchez, para poder consolidarse, ha venido acompañada de un verdadero ataque a los pilares de nuestra democracia y el abandono de lo que se esperaría de un dirigente forjado en las filas de un partido esforzado en alcanzar los niveles de la moderna socialdemocracia. Las cesiones hechas a los partidos que le sostienen en el cargo están minando nuestro presente e hipotecando nuestro futuro.

Algo tan palpable como nuestra actual crisis, lejos de espolear a la derecha para intentar recuperar el prestigio y nivel de épocas recientes, ha sido dilapidado por culpa, unas veces, de falsos protagonismos que anteponen la propia ambición al bienestar de todos los españoles; y otras, de las envidias que rayan en nepotismo, y que buscan prescindir de dirigentes que han dado sobradas pruebas de eficacia, con tal de no amenazar jerarquías previamente repartidas.

El éxito cosechado por Ayuso el 4 de mayo obedece a la coherencia que ha mostrado cumpliendo a rajatabla su programa. A la constante mentira de Sánchez ha contrapuesto la competencia, la seguridad y el progreso. No en balde, la comunidad madrileña es la mayor locomotora de nuestra recuperación. Esa circunstancia, y el hecho de que todos los presidentes del PP dirijan también el partido en su demarcación ¿va en contra de algún reglamento interno o, tal vez, se está encubriendo una maniobra de defenestración? En cualquier caso, por mucho que se esfuerce el PP en negar la evidencia, esas zancadillas internas están siendo jaleadas -y aprovechadas- por Sánchez y Cía.

Si los ciudadanos queremos salir, de forma racional y pacífica, de esta crisis que amenaza con asfixiarnos, y para ello debemos esperar a que nuestra clase política abandone su actitud de constantes enfrentamientos, o de intentos de acabar con la paz y unidad que nos hemos dado en este período democrático, a la vista de los últimos acontecimientos podemos que exclamar con Don Quijote: Largo nos lo fiais, amigos políticos

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