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La exaltación de lo ridículo deja fuera al sentido común y a la inteligencia...
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La exaltación de lo ridículo deja fuera al sentido común y a la inteligencia...

Actualizado 03/11/2021
Miguel Mayoral

Cuando cualquier mediocre de cualquier pelaje puede llegar a ser el hombre más poderoso de su país o incluso del mundo y la identidad personal, incluso los estudios o los puestos se pueden comprar desde la caja del supermercado; cuando podemos comer sin

Los rasgos de la apariencia han pasado a formar parte principal del lenguaje transnacional de la cultura y la realidad. Ya no existe el ridículo, ni siquiera el buen humor, que sólo puede existir allí donde la gente distingue alguna frontera entre lo relevante y lo irrelevante, hoy cosa imposible. La exaltación seria de lo ridículo y de lo irrelevante deja fuera de juego al humor y, por supuesto, a la inteligencia. Inteligente es ya equivalente a quien gana dinero; admirado siempre e indistintamente del modo por el cual lo consiga. El éxito proviene siempre del exceso, y está en manos de lo mediático, médium de la nueva realidad banal.

La propia democracia, el menos malo de los sistemas, se ha convertido en una chuchería de moda, en una banalidad más. Se llegó en el Parlamento español hace años a diputados votar con los pies para encubrir ausencias de compañeros de escaño... Nada cambia, ahora delincuentes confesos, presuntos o condenados ocupan escaños. La democracia inconsistente es aquella en que la moda o la tendencia de lo que está bien o mal, en este momento, ha sustituido a los programas y a las convicciones, y en la cual la pasividad ciudadana contrasta con el exceso de agitación y movilidad de una clase política sólo pendiente de su propia apariencia, que es la clave del voto. Dictar tendencia e imagen es la clave del control del poder y hacer de ellas un lenguaje es controlar la comunicación.

La democracia ha aprendido los trucos del efectismo y lo ha desarrollado como una mercancía. La democracia ha pseudodeificado al ciudadano, ha asumido la protección de todos sus derechos, ha devuelto al ciudadano a una infancia irresponsable y le ha enchufado a la cultura infantil que le corresponde. La democracia quiere ser, y es ya, Disneylandia para la masa que se atreve a proclamarlo abiertamente. Por eso la avalancha de países del tercer mundo a nuestro continente comienza a ser imparable convencidos de que esto es Jauja.

¿Qué pasará el día en que los ciudadanos descubran que todo es apariencia, y que el creernos tan ricos sólo ha servido para que los verdaderamente ricos pasen desapercibidos porque cada día son más ricos? ¿Qué pasará el día que muchos se den cuenta que su vida ha sido un constante ridículo defendiendo ideas y tendencias elaboradas por una ingeniería social dirigida por los mismos de siempre? Preguntas impertinentes, a las que el ciudadano responderá siguiendo pedaleando, manteniendo el equilibrio y convenciéndose de que la crisis pasará, que el medio ambiente se arreglará, de que no podemos hacer nada por el tercer mundo, ni por los conflictos asimétricos, etc. La mejor solución no escuchar a los catastrofistas.

Pero la catástrofe nos acecha. Las noticias que se filtran a nuestro alrededor no nos auguran nada bueno. Se tilda de negacionistas a los que no siguen la corriente impuesta y a los que piden respuestas. Se culpabiliza a los ciudadanos de todo lo que pasa en el mundo y no debería ser así. China, Rusia y la India contaminan más que el resto del planeta y se tolera y desinforma para que paguemos los que no tenemos la culpa. La crisis del transporte marítimo tiene sus causas pero no las conocemos. China después del lanzamiento de su misil hipersónico anexionará Taiwán y los precios se dispararán. Es cuestión de tiempo e intereses. Gretaloca y muchas más son peones de la destrucción de Occidente. USA ha perdido el norte y va a la deriva. Europa sólo hace el ridículo ante el mundo. El feminismo se ha convertido en la punta de lanza del neocomunismo, de la destrucción de la familia, de los valores y las tradiciones, etc. Difundiendo mentiras que van en contra de la mínima supervivencia de la especie. Se tolera una inmigración ilegal para la que nuestra sociedad no está preparada, que no hace más que arruinar las ciudades, el turismo y nuestro futuro. Hay zonas de nuestro país en que los centros educativos tienen un 98 por ciento de extranjeros y se vacuna a los niños de enfermedades tropicales. Nuestros ancianos no tienen recursos después de haber cotizado una vida entera, mientras los inmigrantes no carecen de nada. El volcán avanza sin que la gente se sienta tan sólo amparada por palabras vacuas. Para remate nos dicen que nos vamos a quedar sin luz y que nos preparemos para pasar hambre y frío este invierno, después de la plandemia. Las minorías y sus caprichos, antes bien llamados locuras, nos gobiernan. La apariencia ha borrado al sentido común y a la inteligencia.

Aranguren afirmaba que el parlamento era mera apariencia; la democracia de la tecnología absoluta, las ceremonias, los héroes-robot, las identidades de consumo, la confortable irresponsabilidad cívica, y la libertad light son un encantador repollo de igualdad ficción, riqueza ficción y tontería real. Si todo ello nos protegiera del nuevo tipo de totalitarismo emergente sería incluso magnífico pero no podemos asegurarlo. Hay en esta nueva alfabetización de la sociedad la conformación de un nuevo paraíso producto de la utopía del capitalismo real.

La realidad ha caído en manos de la utopía y del infantilismo que la ha destruido. Lo que ha querido ser un estado del bienestar, una construcción paradisiaca y artificial del hombre empieza a mostrarse como una sofisticada y modélica fórmula de destrucción paulatina de lo humano. Algunos afirman que los fundamentalismos y totalitarismos son un revulsivo para el mantenimiento de esta realidad ficción, con permiso de la desmemoria histórica. Lo efímero, y aun más lo instantáneo, pone de relieve que lo que cuenta es lo actual; el fugaz y eterno presente, justificador de lo arbitrario, lo irracional, y aun más del consumismo de todo tipo y de la eterna huída hacia adelante pero está vez parece que el final está cerca y es incierto.

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