Profesor de Derecho Penal de la Usal
La denuncia falsa del joven madrileño de Malasaña sobre una presunta violación y posteriores prácticas crueles y degradantes en el sentido de que le realizaron inscripciones en los glúteos con un objeto punzante con la palabra "maricón", que luego ha reconocido ante la policía que, tanto las relaciones sexuales como las lesiones fueron consentidas por la víctima, está causando una polvareda social y política vergonzosa. Y todo ello porque los colectivos LGTBI y los partidos políticos de izquierda denuncian ?y nos les falta razón- que se están incrementando los delitos de odio contra estos colectivos en los últimos tiempos.
Que estos hechos no hayan sido cometidos sin consentimiento del denunciante y que éste haya querido imputarles algo que no es cierto, es responsabilidad (posiblemente también penal) únicamente suya y por ello tendrá que responden ante los tribunales. Lo que no es óbice para que la derecha política y sus aduladores mediáticos digan, como lo ha hecho un diario nacional, que "la falsa agresión homófoba deja en evidencia al gobierno". Es una verdad empírica incuestionable que se han incrementado considerablemente los delitos de odio en los últimos años, como tampoco es menos cierto que el mensaje que sistemáticamente trasladan a la sociedad los políticos, ideólogos y simpatizantes de Vox (sin que el PP lo condene) tiene un componente de exclusión de colectivos más vulnerables como los extranjeros, las minorías étnicas, la diversidad sexual y son incapaces de condenar, sin fisuras, la violencia de género, es decir, la cometida sobre la mujer -por el mero hecho de serlo- por sus parejas o ex parejas, amparándose en que condenan todo tipo de violencia, algo que no es cierto y a las pruebas me remito. Su xenofobia, por ejemplo, la evidencian en cada declaración, en las entrevistas que les realizan los medios de comunicación y aprovechan cualquier suceso cometido por un extranjero para magnificar el hecho, matizando, además, que la violencia social y los delitos están asociados al incremento de población extranjera en nuestro país.
Es sabido también que Rocío Monasterio, por ejemplo, en la campaña de las pasadas elecciones autonómicas acusaba a la izquierda de "adoctrinar" en las aulas por educar para la diversidad sexual como forma de prevenir conductas excluyentes sobre todo del bullying homófobo y tránsfobo. Recordemos que la legislación que vela por el interés del menor exige que estas materias se incorporen a las escuelas ante cifras preocupantes de acoso hacia los colectivos LGTBI. Recordemos que Audre Lorde, escritora afroamericana, feminista, lesbiana y activista de los derechos civiles decía que "no son nuestras diferencias lo que nos divide, sino la incapacidad para aceptar nuestras diferencias". Eso es lo que les ocurre a los líderes políticos de Vox, e insisto, con el beneplácito del PP que no es capaz de condenar la ideología excluyente del partido de ultraderecha.
En una sociedad democrática, la esencia de la convivencia es la aceptación de la pluralidad de formas de ser y pensar, de ideologías, razas, sexo y diversidad sexual. Debemos tener muy claro que los discursos sensacionalistas y excluyentes son los que han provocado más desgracias y enfrentamientos entre los seres humanos a lo largo de la historia. Pero parece que no aprendemos y que muchos ciudadanos se dejan llevar por algunos encantadores de serpientes, agoreros del desastre y manipuladores de la información, con ideología ultramontana y reaccionaria que difieren poco de aquéllos líderes del primer tercio del pasado siglo, causantes de guerras, hambres, éxodos, genocidios y exterminios, como Hitler, Mussolini, Franco o Stalin. Los ciudadanos sensatos deben apoyar a políticos serios que construyan sociedad y futuro desde la razón y respetando los principios de igualdad, justicia, pluralismo y tolerancia; porque, como decía mi viejo profesor Tomás y Valiente hay que "edificar con la razón, la experiencia histórica y la tolerancia, como instrumentos".
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