Fue el extremeño quien se llevó el gato al agua, y eso que tampoco su cuadrilla se lo puso fácil
Los toreros, se pasan media vida o la vida entera soñando con un "faenón". Un toro ideal en una plaza importante. Debe ser terrible esperar años ese toro, en esa plaza que uno quiere y que la dichosa realidad te convierta en un torero vulgar, que deje escapar la oportunidad de su vida. Aún más cuando ese sueño de expectación se vuelve en profunda decepción. El asunto debe ser para "ponerse al tren". Lo cierto, es que no hay muchos toreros imaginativos. La mayoría de ellos cuando llegan arriba, pocos son los que sueñan faenas de gloria. Aquellos que así lo hacen denotan ante todo una gran afición. Incluso, una selecta minoría de los mismos, una afición desmedida. Y esto se les aprecia ante el toro, especialmente cuando deben corregir e improvisar sobre la marcha. Sacan a relucir aquello que un día quedó grabado en lo más hondo de su memoria. Son toreros estos que aprendieron a entrenar y a corregir con la mente y que luego en la calle, en la carretera, o de camino a otra feria, a otra corrida en la que mañana tiene que vestirse de nuevo, van rumiando los errores cometidos, con el firme propósito de no cometerlos más.
Sentir el arte rebullir desde las uñas de los pies a la coleta, a la vez que sientes el cosquilleo del miedo y la responsabilidad, jugarse el tipo, gozar con ello y crear arte; es un privilegio tan solo al alcance de unos cuantos. Y esos cuantos sueñan con faenas utópicas, poseen talento para ejecutarlas ante el toro. Cuando esto se produce, quedan cinceladas de por vida en el cerebro del aficionado. Ese es el veneno y la locura del toreo.- La terna que hizo el paseíllo en la Glorieta sabe de esos sinsabores, de esa incomprensión, de esas zancadillas y salir de los despachos con la peor cornada de su vida. Pero el toro sale para todos, y afortunadamente hemos recuperado a toreros, que lo son; sobre todo para aficionados, para aquellos que saben paladear los aromas que desprende un torero. Y así fue en la soleada tarde, buena entrada y ligera brisa en La Glorieta, que hoy esperaba ver el toreo en su mayor expresión. Y el caso es que ocurrió por momentos, caso de Ferrera con un primer toro que manseó, -tal como lo hicieron los que fueron saliendo por toriles- aunque este se asomó a las barreras con intención de saltar. Además, pese a las cuadrillas, que hoy dieron un lamentable espectáculo, medrosos, encogidos, sin ideas, todo un despropósito. Hasta en el último de la tarde, cuyo puntillero dio todo un curso de ineficacia, y ahí lo dejo.
Como digo, Ferrera montó una faena consintiendo mucho. Se va confiando y saca pases de buena factura, alguno relajado y profundo. Faena intermitente, pero en buen tono. Luego llegó la hora de matarlo y marronazo de escándalo? oyó palmas sin salir al tercio ? hizo bien-. Su actuación en el segundo de su lote, sinceramente - da pena contarlo-, toro más basto, atacado de kilos. Tras una vara en buen sitio, Ferrera ya se le vio desconfiado, ausente y a disgusto, le tocó los costados. Tras otro tercio lamentable "aperreaos", y ante las protestas lo entra a matar a base de sablazos sin piedad. -Nunca vi a este torero tirar por la calle de en medio de esta forma tan desagradable? evidentemente fue abroncado.
Teníamos muchas ganas de ver a ese torero llamado Urdiales. Su primero no le dio opciones, manso, rebrincado y a defenderse de salida. La cosa no tomó altura tras varios intentos y el riojano- hizo bien no pecar de cansino- y entró a matar con prontitud. Escuchó palmas de consolación y a esperar. Al segundo lo recibió con apretadas y lucidas verónicas, también se ajustó en el quite por chicuelinas. Se lidió mejor, tomó una vara y galopó en banderillas. Lo midió en la muleta con suavidad, con buen trazo en los muletazos, bien rematados y con buena sintonía y tono al natural. El animal avisó que no quería más, pero Urdiales, un torero que no se tapa con profundidad y firmeza, remató su final. La espada se fue delantera y perpendicular. Perdió el trofeo pero fue ovacionado.
Fue el extremeño De Justo quien se llevó el gato al agua, y eso que tampoco su cuadrilla se lo puso fácil. A su primero lo fijó por delantales llevándolo al caballo. Tras una vara larga lo fue cuidando toda la lidia. En la muleta, toreo con asiento, derechazos de buen corte. Fue tirando del animal que empezó a quedarse corto. Ligó una buena serie en la izquierda. Mató con la que fue la estocada de la tarde y posiblemente de la feria: en toda la cruz y cortó oreja. Después, un desaguisado. Flojeaba su primer sexto, pero en una de estas que el presidente lo manda a los corrales sin saber bien el porqué, tal vez influido por algunas protestas, y sacó un sexto bis que se rompió y cojeaba cayéndose. Luego otro más, que también de sobrero, se fue a los corrales por invalido. O sea entre toros y cuadrillas un viacrucis. Pero Emilio no estaba por pasar la tarde y sorteó una faena de pura técnica. Tirando de la embestida, llevándolo cosido a la muleta. Derechazos de poder y consiguió al natural pasarlo muy cerca. Se tiró a matar sabiendo que la oreja y la puerta del toro estaba en la mano. Pero el puntillero le levantó el toro, no acertaba. Aquello era un manicomio, el torero desesperado, pero el público aún esperó toda esta debacle para otorgarle la oreja a quien por méritos era justo proceder. Salir a las 9 de la noche de la plaza? La verdad es que no son horas? Ya te digo.
FOTOS: MIGUEL HERNÁNDEZ