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Las corridas de toros en Lumbrales
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Las corridas de toros en Lumbrales

Actualizado 15/08/2021
Cartas al director

Después de comer, se iba a tomar el cafetito con su copita y se parlaba tranquilamente, y más tarde se iba a algún bar a que te prepararan el vino en algún garrafón para llevarlo a la corrida. Pero en aquellos tiempos nadie llevaba para comer en la plaza, y por tanto tampoco se tiraba basura bajo las gradas como se hace hoy día. Sobre dichas gradas quiero decir, que yo todavía conocí palenques en una parte de la plaza, aunque no recuerdo el año exacto que los quitaron, pero tuvo que ser alrededor de los años cincuenta o sesenta. Y cuando estos existían, para poder hacerlos, tenían que solicitarlo al ayuntamiento y creo que había que pagar algo por ello. Quienes lo solicitaban eran los padres, para tener desde donde ver los encierros y las corridas toda la familia. Aquello era una obra de arte, los palenques los hacían con los carros y encima ponían grandes tablones, angarillas de la paja, o cualquier otra cosa que no se hundiera y valiera para estar a gusto encima. Y después todo iba atado y bien sujeto con grandes maromas y sogas a los carros. Y para subir a los palenques, ponían una escalera de madera bien atada.

Las corridas estaban bien, pero lo que más nos gustaba y era más divertido era el último día, ya que eran los mozos del pueblo quienes toreaban las vacas. Además, como las cuadrillas de mozos eran los protagonistas, allí cada cual toreaba o hacia lo que podía, y los que menos miedo tenían eran los más protagonistas. Pero aparte de torear, lo que se solía hacer mucho eran numeritos raros y preparar inventos para que las vacas embistieran y no los cogiera. Por ejemplo, me acuerdo de una cuadrilla que salieron todos en fila agarrados unos de otros, y el primero de ellos llevaba un cesto de mimbre bien sujeto contra el pecho, y al cual le tenían atado fuertemente un palo para que lo pudiera sujetar bien el que lo llevaba. Eso hacía, que cuando la vaca embestía al cesto, todos fueran girando alrededor del primero para que no los cogiera. Y como este había muchos más numeritos, lo cual hacía que todo el mundo se riera hasta quitar la gana. Luego en el descanso, todos los mozos salían al centro de la plaza y la llenaban. Ya en ella, todos disfrutaban, unos hablando, otros cantando y bebiendo, otros haciendo alguna torreta humana, otros dándose toda clase de bromas entre ellos, pero en general, todos decíamos y hacíamos muchas tonterías.

Después, la Guardia Civil era la que se encargaba para hacer que la gente se fuera recogiendo y empezar de nuevo la corrida. Para ellos, todos los años les reservaban la misma barrera, que era la que está en el rincón al lado de la entrada principal. Y era muy curioso y gracioso ver cómo todas las vacas saltonas que se toreaban siempre iban a saltar por dónde ellos estaban, cosa que hacía reír a todo el mundo. A continuación de las corridas, a última hora de la tarde, lo normal era ir a cenar y después ir al bar a tomar el cafetito. Y seguidamente se paseaba por la carretera y se veían las tómbolas y todos los puestos que ponían, que solían ser bastantes. Y normalmente siempre se compraba o se jugaba a algo. Lo que nos gustaba mucho era tirar con las carabinas. También estaban los puestos de golosinas, de regalos y atracciones para los niños y aquellos caballitos que giraban e iban subiendo y bajando. Luego estaban las famosas barcas, a las que había que empujar un poco para que empezaran a moverse y luego ya con el mismo cuerpo había que hacer los movimientos propios, para que las barcas fueran cogiendo inercia poco a poco y seguir así hasta que subiera a la altura que cada uno quisiera. También estaban aquellas famosísimas turroneras de la sierra, que traían el mejor turrón de almendra que conocemos, ya que no tenía azúcar, pues solo tenían miel. Y es por ello, por lo que tanto se pegaba a los dedos y a los dientes al comerlo.

Luego el día de la cabalgata y los demás días de toros, había baile en la plaza a las once de la noche y este era para todo el público, pero quienes más asistían normalmente eran los niños ya mayorcitos y los jovenzuelos, que ya empezaban con sus primeras salidas de noche. Y era allí donde aprendían a bailar y donde buscaban la ocasión de poder estar y bailar con las muchachitas que más les atraían. Y estas me imagino que harían otro tanto de lo mismo. Luego, aparte de este baile, normalmente había otros dos más, uno era en el del Café Avenida, y el otro en el Café de abajo o de Correos. Pero siempre se decía voy al baile de arriba o al de abajo. Y más adelante desaparecieron esos dos y surgieron otros dos, uno en la Cafetería España y el otro en la Cafetería Altamira. En esta pusieron un salón de baile interior para invierno e hicieron una pista de baile preciosa, era la envidia de todos aquellos que la veían.

Para los mocitos y las mocitas esos días eran doblemente especiales. Lo primero, por lo bien que se lo pasaban y, por otro lado, no menos importante, es que los bailes les eran totalmente necesarios para poder bailar y hablar entre ellos, pues esa era la mejor forma que se tenía de irse conociendo poco a poco y de que pasaran momentos agradables e inolvidables. Y como consecuencia de ello, surgían noviazgos, bien en esos días o en un futuro próximo. Digo esto porque aquellos tiempos no eran como los de ahora, ya que los niños y los jóvenes de ambos sexos generalmente estaban bastantes alejados los unos de los otros, ya que rara vez hablaban entre ellos.

Como ya he comentado, dichas fiestas eran totalmente necesarias para todos, tanto físicamente, como emocional y psicológicamente, y también para poder juntarse, relacionarse y que hubiera buena armonía entre todos.

Espero que a todos os haya gustado saber cómo eran antiguamente estas fiestas tan maravillosas. Y que a los mayores les haya traído recuerdos inolvidables de aquellos tiempos tan bonitos y especiales de nuestra juventud.

Y para terminar, mandar para todos mis mejores y mayores deseos de que los días de toros los paséis inmensamente felices, aunque no se puedan celebrar como desearíamos.

¡VIVA LUMBRALES, NUESTRA PATRONA, Y LAS FIESTAS DE LOS TOROS!

Texto y fotos: Manuel Corral Arroyo