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Van apestando la tierra
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Van apestando la tierra

Actualizado 07/08/2021

Profesor de Derecho Penal de la Usal

Aunque finalizamos la primera semana de vacaciones políticas, la oposición encabezada por el PP de Casado sigue con la "eterna rabieta" de niño pequeño porque se han cumplido ya tres años que están fuera del gobierno del Estado y, por tanto, de controlar y manipular las instituciones a su beneficio y antojo. Lo último que estamos conociendo es el proceso penal abierto por el "caso Kitchen", que no es tan lejano en el tiempo y que algunos de los actuales dirigentes populares ya se sentaban en su Junta Directiva Nacional (Casado, Maroto y Andrea Levy, entre otros) sin incluir los diputados y senadores actuales que también ocupaban asiendo parlamentario entonces.

Su obsesión enfermiza por recuperar el poder a cualquier precio les provoca una crispación permanente, a la que se unen en perfecta comunión sus aduladores mediáticos, que cuentan con el poder económico adecuado para seguir socavando al gobierno legítimo elegido conforme a las normas de nuestro sistema democrático. La crítica política constructiva es necesaria y consustancial al sistema democrático, pero cuando sólo se hace para "que te quites tú que quiero ponerme yo", sin argumentos y sin reconocer ningún mérito al adversario, es más una llamada a la rebelión y al enfrentamiento cainita que a la propuesta de políticas conducentes a mejorar la calidad de vida y la dignidad de los ciudadanos.

Durante la presente semana se han conocido datos económicos muy positivos: el paro ha descendido en casi 198 mil personas -la mayor caída mensual de la historia-, hay 19.600.000 afiliados a la Seguridad Social marcando un máximo histórico y el PIB del segundo trimestre también ha crecido un 2,8 %, llegando a una tasa de crecimiento interanual del 19,8 %. Además, se han incrementado la compra y reforma de viviendas, que también es un indicador de la evolución positiva de la renta disponible de los ciudadanos. Y ante esto, ¿qué hace la oposición? Desviar interesadamente la atención y cuestionando los datos. Ya se sabe, conocen muy bien la máxima de Goebbels "una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad" y nunca reconocerán lo que hace bien el gobierno ni le apoyarán en ninguna iniciativa que mejore la gestión de los problemas de la ciudadanía. Les da igual que España se hunda porque cuanto peor les vaya a los españoles mejor les irá a ellos en las elecciones. Ya lo dijo la nueva portavoz del gobierno después del consejo de ministros de esta semana "que la oposición no se alegre de los avances de este país en materia económica es una pena". Machado, en su poema "he andado muchos caminos", dejaba claro que las buenas gentes son las que "viven, laboran, pasan y sueñan", las malas son las que van "apestando la tierra", que es lo que hace la oposición política en estos momentos.

Por su parte, los medios de comunicación afines a la derecha política explotan también sus recursos argumentales e intentan ocultar los recientes éxitos económicos contrarrestándolo con las declaraciones de algunos líderes y ministros de Podemos sobre la Monarquía. Que una ministra como Belarra o el diputado Echenique critiquen la salida de España del rey emérito hace un año por presuntos negocios irregulares en el extranjero -que están siendo investigados por la Fiscalía del Tribunal Supremo por si son constitutivos de delito- es, ante todo, una obligación por parte de los representantes del pueblo, es síntoma del fortalecimiento de la trasparencia en la gestión y de la fiscalización de las instituciones democráticas, además de ser una manifestación de la libertad de expresión. ¿Qué problema hay en una democracia consolidada que miembros del gobierno se manifiesten partidarios de que la forma política del Estado debería de ser una República en lugar de una Monarquía Parlamentaria como está previsto en el artículo 1.3 de la CE siempre que se acate, -como han hecho a la hora de prometer sus cargos- el ordenamiento jurídico vigente? Recordemos que para abordar una reforma del Título Preliminar de la CE donde se recoge la forma política del Estado, es necesario una mayoría cualificada de dos tercios de cada una de las Cámaras (Congreso y Senado), mientras que los gobiernos para ser investidos necesitan mayoría absoluta e incluso simple si la absoluta no se produce en primera votación. En consecuencia, es perfectamente legitimo y constitucional que pueda gobernar en España una formación política que se confiese defensora de una República pero que, debido a la dificultad de reforma constitucional, necesariamente tenga que acatar el ordenamiento jurídico vigente sabiendo que esa reforma necesita consensos muy amplios, que exige acuerdos entre el grupo o los grupos políticos que forman el gobierno y gran parte del resto de formaciones políticas del arco parlamentario.

En cualquier caso esto no impide ?faltaría más- que podamos decir que, en esencia, es más democrático un régimen político republicano que uno monárquico porque, evidentemente, los ciudadanos pueden elegir cada cierto tiempo quién quieren que sea su Jefe de Estado en una República, algo que no se puede si es una Monarquía, forma política más anacrónica y que desciende de las monarquías absolutas de la Edad Moderna. Es cierto que los españoles refrendamos en su día ?hace ya 43 años- la Carta Magna que, en su articulado, incluye a la Monarquía Parlamentaria como forma política del Estado, pero tampoco es menos cierto que una democracia, como cualquier vivienda, necesita reformas cada cierto tiempo, para adaptarse a la modernidad y a las exigencias de la ciudadanía; de lo contrario, esa democracia se convierte en ineficiente y anquilosada. Es cierto que la Constitución del 78 tiene una parte dogmática muy aceptable, que recoge los principios y valores del Estado Social y Democrático de Derecho y el reconocimiento de los Derechos Humanos en consonancia con la normativa internacional, pero tampoco es menos cierto que la parte orgánica, incluida la forma política del Estado, necesita reformas para las que siempre es imprescindible el clima de consenso necesario. De hecho, España transitó de una dictadura a una democracia sin consultar al pueblo directamente por referéndum que forma política de Estado quería, si Monarquía o República. Probablemente ?el tiempo lo dirá- eso ha sido una piedra en el camino para la consecución de un Estado Social y Democrático de Derecho fuerte y sólido que garantice que los jirones de la convivencia gocen siempre de una salud inquebrantable.

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