"Mis padres dejaron sus trabajos, su vida, todo, para poder venirse conmigo aquí para curarme. Ahora sabemos que ha merecido la pena", explica
Alessandro Rodríguez tiene 17 años. Afincado en Salamanca desde hace casi 4 años, es venezolano. Con solo 13 años, tuvo que dejar su país de origen para venirse a esta ciudad bajo el peor de los pronósticos, el que nunca nadie quiere escuchar: sufría un tumor maligno y tenía que ser tratado con profesionales sanitarios de manera urgente en España dada la falta de recursos en la sanidad de Venezuela.
El dolor y el miedo en esos momentos se apoderaron de Alessandro y de sus padres. "Fue muy doloroso para toda mi familia. La vida nos cambió de repente. Yo hasta ese momento tenía una vida normal como todos los chavales de mi edad. Todo empezó con dolores en el fémur izquierdo, al principio fueron muy puntuales y luego se fueron acentuando. Coincidían siempre con los periodos vacacionales y los médicos lo relacionaban con el crecimiento hasta que los dolores eran cada vez más intensos, y siempre en la misma zona. Me hicieron muchísimas pruebas y nos decían que era un linfoma. Luego me hicieron una biopsia y determinaron que tenía un sarcoma, pero para confirmarlo sugirieron venirnos a España. Nos recomendaron al doctor Eduardo Ortiz que es especialista en este tipo de enfermedades y no lo dudamos en ningún momento. Mis padres dejaron sus trabajos, su vida, todo, para poder venirse conmigo aquí para curarme", recuerda Alessandro.
Nada más llegar, las pruebas continuaron y concluyeron que efectivamente era un Sarcoma de Ewing. "Ante ese diagnóstico, mis padres sufrieron mucho. Me dolía más ver a ellos sufrir que el dolor que me producía la enfermedad".
El proceso ha sido muy largo. Empezó rápidamente el tratamiento que duró casi un año con primeros ciclos de quimioterapia en el Hospital Universitario de Salamanca. Después de eso, Alessandro tuvo que someterse a una intervención quirúrgica para añadirle una prótesis de cadera en el Hospital de la Paz en Madrid y después, de nuevo en Salamanca más ciclos durante otros seis meses. Además, en paralelo, necesitó sesiones de fisioterapia y aún sigue con el proceso de recuperación. "No necesité tanta fisioterapia como al principio nos decían porque aprendí a caminar de nuevo por mi cuenta propia, la positividad ha sido clave en el proceso. Yo sólo quería recuperar mi vida lo más pronto posible, y para eso tenía que tener una actitud positiva y ser muy constante", recuerda.
Actualmente, está "prácticamente recuperado". Después de los ciclos post-operatorios ya concluyó con la medicación y únicamente tiene controles médicos cada seis meses. Va a empezar primero de bachillerato en el instituto Vaguada de la Palma. Es sólo un adolescente con ganas de vivir como les ocurre a sus amigos y compañeros. "El cambio fue muy complicado, no pude despedirme de amigos. No es fácil llegar a una ciudad nueva y tener que conocer a gente, empezar de cero? y más en las condiciones en las que llegué, pero estoy muy feliz porque Salamanca, al ser una ciudad pequeña, nos acogió bien y pronto pude conocer mucha gente maravillosa tanto en el Hospital como fuera de allí", explica.
En ese proceso de socialización y apoyo, ha jugado un papel importante PYFANO (Asociación de Padres, Familiares y Amigos de Niños Oncológicos de Castilla y León), a quien Alessandro y su familia están muy agradecidos. "Nos aceptaron desde el primer día poniendo a nuestra disposición un lugar donde mis padres permanecían mientras me recuperaba, nos ayudaron a encontrar una vivienda, en todos los trámites legales, nos brindaron ayuda psicológica y además, durante el primer curso que no podía acudir al colegio me ayudaron para facilitarme un docente que me diera clases mientras estaba con los ciclos. Al final todo ha sido una lección de vida y hemos aprendido mucho de esto. De lo malo siempre hay que sacar la parte positiva y al final tantos miedos y toda la lucha, han merecido la pena".
La importancia de no perder la fe
Tanto Alessandro como su familia se agarraron a la fe para poder seguir adelante. Su padre, Alberto Rodríguez, reconoce que vivieron momentos "difíciles ante la incertidumbre" pero nunca perdieron la esperanza, y ese el mensaje que manda ahora a todas las personas que puedan estar en una situación similar a la que ellos vivieron: "La detección temprana de estos tipos de enfermedades es fundamental, cuanto más temprano se detecta más se mejoran las expectativas. La palabra cáncer siempre aterra y a nosotros nos asustó mucho pero ahora que vemos que la historia tiene un bonito final animamos a la gente a no perder la esperanza nunca, y a no dejar que el miedo se apodere ante estas circunstancias. Sé que es fácil decirlo y doy fe de que es muy difícil lograrlo cuando se vive en primera persona, pero nunca perdáis la fe, pues cada vez hay más posibilidades de cura y siempre hay motivos para no rendirse", explica.
Concluye con un llamamiento: "Ojalá nadie pase jamás por esto, pero lamentablemente, nadie está exento de padecerlo. Sin embargo, unidos lograremos vencerlo. Tendamos nuestra mano a investigadores, asociaciones, fundaciones y a todos aquellos que centran sus esfuerzos en la lucha contra el cáncer", a la vez que envía un máximo agradecimiento también, "al maravilloso equipo médico y personal de enfermería del Hospital Clínico Universitario de Salamanca y del Hospital de la Paz, así como todas aquellas personas que nos brindaron su apoyo de alguna u otra manera en este proceso".