Especialmente destinada a los bebés prematuros, el Complejo Asistencial Universitario de Salamanca es uno de los puntos de distribución en la región
La solidaridad de las madres donantes ha mantenido el Banco de Leche Materna de Castilla y León desde su creación, y especialmente durante un 2020 marcado por la pandemia de la Covid-19. Aunque se ha reducido notablemente la recogida de leche materna, se han obtenido más de 226 litros de leche materna (frente a los 309 del año anterior), y de los que se ha generado más de 176 litros de leche útil, según los datos publicados por la Consejería de Sanidad.
Salamanca es, desde diciembre de 2018, uno de los puntos de distribución del Banco de Leche Materna de Castilla y León. El Banco de leche materna inició su andadura en el año 2015, inicialmente en el Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid, actual centro coordinador. A principios de 2018 se inició la distribución también desde la Unidad de Neonatología del Hospital Clínico Universitario de Valladolid. Y, unos meses después, se sumaban a esta red el Hospital Universitario de Burgos y los Complejos Asistenciales de León y Salamanca, centros hospitalarios que cuentan con unidad de neonatología de nivel 3.
Una red de distribución que garantiza, en todo momento, el suministro directo y rápido de los pacientes dependientes de ellos, y que cuenta con el apoyo del Centro de Hemoterapia y Hemodonación de Castilla y León (CHEMCYL). Su labor es procesar y almacenar la leche congelada hasta distribuirla a los hospitales para la alimentación de los recién nacidos especialmente prematuros que lo necesiten.
Con el objetivo de garantizar la seguridad de su consumo, la leche se somete a un proceso de pasteurización para la eliminación de posibles microorganismos presentes, se analiza su composición nutricional y se realiza un control microbiológico.
Beneficiarios
La leche donada se administra a recién nacidos hospitalizados que no disponen de leche de su propia madre, especialmente recién nacidos prematuros con peso inferior a 1.500 gramos o una edad gestacional inferior a las 32 semanas, aunque también se emplea en la asistencia de otros pacientes, como bebés con retraso de crecimiento intrauterino severo, sometidos a cirugía intestinal, cardiopatías congénitas, etc., todos ellos pacientes de las UCI de neonatología de nivel III.
Las ventajas que aporta este tipo de alimentación a los niños son fundamentales para su recuperación y evolución física, ya que es el producto que mejor se ajusta a sus necesidades nutricionales y su consumo se ha mostrado como una de las vías más eficaces para evitar la aparición de infecciones y otros problemas de salud como, por ejemplo, la enterocolitis necrotizante.