Todos nos temíamos lo peor, pero era tan duro aceptarlo que durante varias semanas nos hemos engañado pensando que las niñas tinerfeñas aparecerían sanas y salvas y su padre, por secuestrarlas, sería detenido y puesto a buen recaudo. El viernes tuvimos que abrir los ojos a la terrible realidad: el cadáver de Olivia, de 6 años, fue localizado en aguas de Tenerife a mil metros de profundidad, metido en una bolsa de deporte y a su vez atada a un ancla. ¿Cabe mayor crueldad? Ana, de 14 meses, todavía no ha aparecido, pero estamos seguros de que corrió la misma desgracia que su hermana y lo único que deseamos ya es que se consiga rescatar su cadáver. El cadáver de Tomás Gimeno, llamarlo padre es insultar a la palabra, personalmente no creo que aparezca, y llevará tiempo dar con su paradero, porque el muy salvaje no está loco, es, simplemente, un individuo peor que la propia maldad.
Ante tan terrible noticia, pasó lo de siempre: manifestaciones de repulsa en todas las ciudades, artículos de condena en todos los periódicos y tertulias de radio y televisión, mensajes de apoyo a la madre a través de las redes sociales, de cariño, de consuelo, de ánimo? a los que se sumó la reina, la mayoría de los políticos y todos los ciudadanos por supuesto. ¿Quién puede dejar de estremecerse ante tan abominables crímenes?
El mismo día, para cumplir una pena de dos años y medio, ingresaba en prisión Juana Rivas, la mujer condenada por haber escondido a sus hijos durante un mes por temor al progenitor acusado y condenado por malos tratos. Nadie alzó su voz para defenderla, nadie difundió un mensaje para apoyarla, nadie le recordó que no estaba sola. ¿Cómo puede interpretarse esto?
Si Beatriz hubiera escondido a sus hijas en lugar de entregárselas al padre para tenerlas los días asignados por el juez, estaría detenida por secuestro, pero Olivia y Ana estarían vivas; si Juana no hubiera escondido a sus hijos, no estaría en prisión, pero lo normal es que sus hijos estuvieran en el cementerio, porque el que maltrata a la madre, maltrata a los hijos.
No sé qué conclusiones sacar de ambos casos. Estas cosas son para "perfectos", no para personas normales como yo. Lo que sí tengo claro es que de verme en el lugar de Beatriz, no dudaría en hacer lo que hizo Juana, porque aunque los "perfectos" no se cansan de aconsejar que se denuncien estos hechos para evitar lo irremediable, los normales sabemos que cuando alguien va al juzgado a denunciar que sus hijos están amenazados por el padre, la abuela o cualquier familiar para hacerle daño, lo habitual es que tenga que esperar hasta que haya un cadáver para tomar medidas que ni siquiera sirven para evitar otros crímenes. Y estoy segura que Ana, Olivia y Rocío, la joven de 17 años que también ha sido asesinada en Sevilla por su expareja de 23 y padre de su hijo de 4 meses y descuartizada con una motosierra que había comprado por Internet, agradecerían mi decisión tanto como a mí me duele y me indigna el injusto y horrible desenlace que las tres han tenido.
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