Finalmente, tras una larga batalla, "El Quijote" es derrotado por el Caballero de la Blanca Luna, cabeza visible de todos aquellos que le consideraban loco
Hace cientos de años, Miguel de Cervantes Saavedra, el mejor visionario de la historia, ya nos advertía del rumbo que unos años más tarde tomaría la España que dio vida a uno de los personajes más célebres de la literatura nacional.
Cuando "El Quijote" buscaba desconsoladamente a Dulcinea, aun confundido, lo hacía con la bravura de quién está dispuesto a darlo todo por su país, por un futuro próspero, con una ilusión por bandera?
El pobre caballero buscaba apoyos entre todo aquel que pudiera dárselos, pero los que no le respondían con una negativa rotunda, se abstenían de dar su opinión sobre si tenía razón o no el viejo jinete de cabellera y barba canosas.
Y es que el hidalgo no comprendía cómo le podían tomar por loco cuando luchaba contra unos gigantes que, de forma astuta, se transformaban en molinos solo cuando el pueblo los miraba.
Finalmente, tras una larga batalla, "El Quijote" es derrotado por el Caballero de la Blanca Luna, cabeza visible de todos aquellos que le consideraban loco. Es obligado a rendirse y con ello a abandonar la lucha por su amada.
Años más tarde nadie recuerda quién venció ese duelo, pero sí permanecen en nuestra memoria, de forma perenne, las enseñanzas que "El Quijote" aportó a nuestra sociedad, dentro de esa locura que le caracterizaba.
La pregunta que yo hoy me hago es: ¿Creeremos a un hombre loco que lucha ciegamente por su Dulcinea, o nos fiaremos de unos gigantes que, ante el mínimo problema, se transforman en molinos?
Piénsenlo y me cuentan la reflexión. Pero, sobre todo, lean "El Quijote".
Nos leemos el próximo domingo por aquí o, hasta entonces, en Instagram (@rubenjuy) y en Facebook (Rubén Juy).