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Nuevo Humanismo Cultural y Tecnocientífico
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Nuevo Humanismo Cultural y Tecnocientífico

Actualizado 29/05/2021

No sabemos cómo será el futuro. Con el gran impacto que está causando la pandemia, se acelerarán, se están acelerando, muchos de los cambios que ya estaban sucediendo o que se veían venir. Podemos intuir que llegarán nuevas amenazas globales y que se introducirán cambios necesarios para la convivencia humana.

A veces, da la sensación de que no hemos aprendido nada del vapuleo que nos está dando la pandemia, pero todos hemos aprendido algo, durante este ya largo año. Hemos aprendido a valorar la emergencia sanitaria, la subsiguiente crisis económica y social, ha aflorado la crisis de valores y se ha puesto de manifiesto una crisis de confianza. A lo que hay que añadirle el pernicioso efecto de las noticias falsas o mentiras, extendidas por las redes, y un individualismo desaforado que impide centrarnos en el bien común.

Es evidente que la gravedad de la situación económica y de desigualdad social que, en general, se está dando, requiere de unos cambios en el ordenamiento económico, político y social, más sustanciales y profundos de los que se están dando en las sociedades de las que formamos parte. La pandemia nos está demostrando que es preciso reducir o eliminar la excesiva influencia de intereses particulares, que se oponen y dificultan el bien general.

Ya sabemos que estos cambios, como la mayoría de todos los cambios, tienen sus detractares, que, en este caso, no son otros que el neoliberalismo desbocado, defensor de los intereses de minorías, y el nacionalismo populista de todo signo, que antepone los intereses particulares a los del conjunto, actuando ambos en contra del bien común.

Se impone la necesidad de una respuesta basada en el conocimiento científico, la voluntad popular y el bien común. El futuro ha de centrarse más en el bien común y menos en los egoísmos particulares, asentándose en tres pilares: un nuevo humanismo, la responsabilidad y la sostenibilidad. Hay que rehumanizar la sociedad, ser más humanos, más personas, más responsables, aceptar y respetar la diferencia con el otro y ser más amigos del medio ambiente.

Ello requiere un cambio en los comportamientos individuales, en las organizaciones, en la sociedad como colectivo y en la política como gestora de las instituciones, que ponga al ser humano en el centro, en conexión con todo su entorno, para que nuestras acciones resulten más saludables para nuestras vidas, para la política, la economía y la ecología.

El movimiento humanista, ya muy debilitado en las últimas décadas, casi residual, está amenazado en estos tiempos de crisis e incertidumbre, también por la avalancha de la basura informativa, noticias falsas, mentiras, consumismo nihilista o la degeneración de la democracia.

Ataques que provienen tanto de los movimientos xenófobos, racistas, como de un deshumanizado neoliberalismo o de extremos populistas.

Pese a estas amenazas, los valores del humanismo siguen vivos, como lo ponen de manifiesto el voluntariado y la multitud de organizaciones no gubernamentales (ONG) que, desde un espíritu de solidaridad, justicia social y acogida, intentan paliar infinidad de dramas sociales y personales.

Con toda humildad, me atrevo a proponer desde esta tribuna, como ya lo vengo haciendo en otras, una refundación del humanismo, con un nuevo Humanismo Cultural y Tecnocientífico para el siglo XXI, basado en un desarrollo integral de la persona y de sus capacidades, que busque la realización personal y la satisfacción humana, comparta con la comunidad y la sociedad, que desmitifique el consumismo, ponga al servicio de la persona humana los avances tecnológicos y científicos y que empodere los valores de libertad, solidaridad, fraternidad, igualdad, diversidad, feminismo, ecologismo y de la paz.

El instrumento principal para este perfeccionamiento humano no es otro que la educación, en la que las humanidades, las ciencias sociales y las tecnociencias, tienen un papel fundamental. Así como la aplicación en las instituciones y organizaciones de todo tipo.

La evolución es inherente a la vida. Desde la Edad de Piedra a la actual era de las tecnologías, la Humanidad ha transformado su manera de pensar, sus comportamientos, su manera de hacer y de vivir. Es preciso buscar y abrir espacios para debatir sobre el concepto del ser humano hoy, y pensar sobre nuestra existencia colectiva, teniendo en cuenta los contextos históricos, culturales y vivenciales actuales.

Reivindicamos un nuevo Humanismo Cultural y Tecnocientífico que, en sus diversas facetas, haga frente a las crisis y retos que amenazan a la Humanidad, apueste por la renovación continua de las capacidades de hombres y mujeres, impulse el desarrollo económico y social, y que facilite las expresiones creativas humanas en todas sus dimensiones.

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