El poeta y periodista Luís Carlos Patraquim
Dejo conocer la traducción de un poema de Luís Carlos Patraquim (Maputo, 1953). Es poeta, dramaturgo y periodista mozambiqueño. Se exilió en Suecia en 1973 pero regresó a Mozambique en 1975, donde trabajó para la revista A Tribuna, la Agência de Informação de Moçambique (AIM), el Instituto Nacional de Cinema de Moçambique (INC) y la revista Tempo. Actualmente reside en Portugal desde 1986. Entre sus libros y antologías poéticas están: Monção (Edições 70 e Instituto Nacional do Livro e do Disco, 1980); A inadiável viagem (Maputo, Associação dos Escritores Moçambicanos, 1985); Vinte e tal novas formulações e uma elegia carnívora (Lisboa, ALAC, 1992.); Mariscando luas (Lisboa, Vega, 1992); Lidemburgo blues (Lisboa, Editorial Caminho, 1997); O osso côncavo e outros poemas 1980-2004 (Lisboa, Editorial Caminho, 2005); Pneuma (Lisboa, Editorial Caminho, 2009) o Antologia Poética (Belo Horizonte, Editora UFMG, 2011. Coleção Poetas de Moçambique).
Hace más de quince años conocí a Patraquim por tierras de Castelo Branco. Allí me obsequió su antología 'O osso côncavo e outros poemas', de donde procede este poema (A. P. A.)
EL CÍRCULO
A la memoria de mi padre,
José Rodrígues Patraquim
Y si no existiese el Invierno, macilenta blancura
Pendiendo de los árboles,
Su seca respiración afectada, sostenida;
Si el ritmo de las estaciones reverberase en las aguas
Lo que en ti fue tumulto, el color en si bemol
Del higo, matiz del verde sobre el oro
De la ladera inclinándose en la bahía,
Y un pájaro se entrometiese en la inmobilidad
En que te mantienes, lira que te humedeciese la piel escamada
Y el largo círculo donde vas recogiendo
La voz,
Donde presiento, grave, todos los trayectos del silencio,
Lo que en ti fue música y regresa por los mismos
Caminos nocturnos donde la plaza se suspende
Y el tiempo se evaporó,
- lábil, entumecida, sólo la hoja
y de la luz lo que la celosía recorta, sombra
acomodándose en el enlosado tranquilo -
No fuera eso es la línea entre continentes,
Lo leve pulverizándose en tu cuerpo,
Es la mano que un día se abrií y ahora
Coloca el último temblor sobre la sábana,
Y tu silencio, tu silencio, donde
Florecen, sangrientas, las acacias de la Rua de Lidemburgo
Y Lagos estremece en azul y punza
Una sobria soledad y un buey se recoge
En el laberinto de la aorta que infla,
La boca, tu boca y tu silencio
Y no más la pregunta, ninguna,
Y tu pasmo y el de las estrellas, al de leve
La lenta neblina sumergiéndote el rostro,
Por la tarde donde camino,
Y la piedra se inscribe en el sol que nieva.
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