El pasado fin de semana, las elecciones madrileñas tuvieron como resultado una rotunda victoria de Isabel Díaz Ayuso, que se comió literalmente a Ciudadanos, ya desaparecido del parlamento autonómico madrileño, así como parte del electorado del PSOE, que ha cosechado el peor resultado de su historia en unas elecciones a la comunidad autónoma de Madrid.
En este aspecto, la anti-campaña diseñada por el PSOE, basada casi en exclusiva en desprestigiar a Ayuso, se ha mostrado claramente como una estrategia fallida por parte de los socialistas, habiendo contribuido decisivamente a empoderar a la presidenta madrileña, que devolvió la pelota al PSOE planteando las elecciones no tanto como un proceso electoral contra ella sino más bien como una especie de plebiscito contra el gobierno central que preside Pedro Sánchez.
De esta manera, en esa confrontación PP-PSOE, que se concibió más como una especie de combate entre Ayuso y Pedro Sánchez (en vez de respecto al candidato socialista a las autonómicas, Ángel Gabilondo), con las consecuencias económicas de la pandemia de trasfondo, la presidenta madrileña ha jugado mejor las cartas para llevarse el gato al agua y verse reforzada en su posición, con un liderazgo ya incuestionable en el PP madrileño, habiéndose convertido en una figura que cosecha más simpatías entre sus votantes que el líder nacional de su partido, Pablo Casado, que sigue sin convencer a buena parte de sus bases.
Por otro lado, la desastrosa estrategia seguida por el PSOE en la campaña madrileña, precedida de un ejercicio de oposición que adolecía de falta de ideas y proyecto durante los dos años previos, ha desembocado en el sorpasso de Más Madrid a los socialistas, habiendo planteado los de Mónica García e Íñigo Errejón una campaña más enfocada en las necesidades cotidianas, y tras un mayor y mejor trabajo de oposición en la asamblea madrileña en los dos años precedentes que el desarrollado por los socialistas.
Por su parte, otro de los titulares de los comicios madrileños fue el abandono de la política por parte de Pablo Iglesias, tras unos resultados que dejaron a Unidas Podemos como quinta fuerza en el hemiciclo madrileño. No obstante, ha de apuntarse que Iglesias resultó decisivo para salvar los muebles de su formación (que de hecho, subió tres escaños). Y es que, antes de proclamarse candidato, las encuestas apuntaban que Unidas Podemos se situaría en torno a la barrera electoral del 5%, situándole algunos sondeos fuera del parlamento autonómico, hecho que los morados solventaron con Iglesias, que evitó una fuga de votos de su formación hacia Más Madrid, asegurando la presencia de Unidas Podemos en la asamblea madrileña y aumentando su representación de 7 a 10 escaños.
Finalmente, cabe indicar que, más a la derecha del PP, Vox logró aguantar el huracán Ayuso, afianzando su posición, lo que indirectamente ha hecho que Rocío Monasterio se vea respaldada en las urnas en su liderazgo de la formación ultraderechista en la Comunidad de Madrid, aún y cuando diversos sondeos apuntaban que entre sus votantes valoraban más a Isabel Díaz Ayuso que a la propia Monasterio.
En todo caso, una vez celebradas las elecciones madrileñas, cabe ahora preguntarse si sus resultados tendrán algún tipo de consecuencia a nivel nacional, de cara a la reordenación del voto en la línea mostrada en Madrid de un crecimiento del PP y una caída del PSOE o si, por el contrario, el efecto Ayuso se quedará reducido al ámbito de la comunidad autónoma de Madrid sin que Pablo Casado pueda beneficiarse de ello. En principio, todo parece apuntar a un camino intermedio, con un cierto crecimiento de los populares a costa de los restos ya depauperados de Ciudadanos y el electorado del PSOE más alejado del polo izquierdista, pero sin que Casado llegue a generar un efecto Ayuso, pues su popularidad está muy por debajo de la que posee en la Comunidad de Madrid su presidenta autonómica. En todo caso, el futuro nos irá señalando por dónde se encamina la política española.
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