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Estado de alarma, parrilla de salida 
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Estado de alarma, parrilla de salida 

Actualizado 08/05/2021

En diciembre de 2010 el Gobierno de España decretó el primer estado de alarma de la historia de la democracia, con motivo de la huelga de controladores aéreos que había paralizado una gran parte del país. El 14 de marzo de 2020, por motivos distintos, pero respondiendo igualmente a una emergencia nacional, se promulgó el segundo estado de alarma, para afrontar la crisis sanitaria y luchar contra la Covid-19. Tras sucesivas prórrogas, se levantó el 21 de junio. Atrás quedó tras él un duro confinamiento de la población, la parálisis de la economía y la nostalgia de una cierta normalidad de los tiempos pasados. El primer envite de la pandemia contra los ciudadanos se había podido controlar, aunque sin olvidarnos de las muchas víctimas.

Pero el virus siguió llegando en sucesivas e intensas olas, que obligaron a ir a un nuevo estado de alarma, promulgado el 25 de octubre de 2020 y que terminará mañana domingo día 9. Han sido seis meses de estado de alarma que, con sus luces y sombras, ha servido para mantener la pandemia dentro de un cierto control, sin llegar a tener que confinar a la población, aunque si limitando la libertad de movimientos con cierres perimetrales por parte de las comunidades autónomas y toques de queda. Con la caída del estado de alarma se levantarán o se reducirán muchas de esas restricciones, cosa que el ciudadano recibe con alborozo. Confiemos en que no sea necesario volver a ningún nuevo estado de alarma.

Como no podía ser de otra forma, en una España democrática, donde las esencias y la práctica de la libertad están garantizadas por la Constitución, el fin de esta medida excepcional que es el estado de alarma, no es acogido de igual forma por los representantes de las diferentes comunidades autónomas. Depende del grado de control de la pandemia en el que se encuentre cada territorio, del color político del gobierno territorial en cuestión y de la responsabilidad que cada uno de ellos quiera asumir. Si bien, se cargan las tintas sobre una supuesta inseguridad jurídica.

Entre los argumentos que esgrime el Gobierno para no extender el estado de alarma más allá del 9 de mayo, es que el proceso de vacunación a la población sigue avanzando a buen ritmo: más de 5 millones de personas ya tienen puestas las dos dosis y se espera un avance importante en las próximas semanas. La segunda razón es que, a pesar de que hay algunas autonomías en riesgo extremo, por encima de los 250 casos por 100.000 habitantes, la tendencia es a la baja. Cuando se declaró el actual estado de alarma la tasa media nacional era de 362, cuando se escriben estas líneas está en 202, muy lejos del objetivo que era bajar hasta al 25. Confiemos en que lleguemos a conseguirlo.

¿Qué pasará más allá de mañana domingo, día 9? Durante toda la pandemia el Gobierno se ha resistido a promulgar o reformar leyes sanitarias, pedidas por partidos de la oposición o por comunidades autónomas, que permitieran a los gobiernos de estas limitar derechos fundamentales, sin necesidad de contar con el aval previo de la justicia. Según aquel, la legislación actual da cobertura suficiente a los gobiernos autonómicos, sin necesidad de actualizarla, para gestionar la pandemia fuera del estado de alarma, tal y como ha venido ocurriendo.

Para reforzar las decisiones de las comunidades autónomas en pro de una mejor gestión de la pandemia, el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicó este miércoles día 5 el real decreto-ley que da al Tribunal Supremo la última palabra, para decidir qué derechos fundamentales pueden restringirse, para combatir el virus una vez que decaiga el estado de alarma. La norma pretende evitar la disparidad de resoluciones jurídicas, por la aplicación de diferentes criterios, ante peticiones similares por parte de las comunidades autónomas, como ya ocurriera tras el cese del anterior estado de alarma. La reforma aprobada, permite a las comunidades autónomas recurrir ante el Supremo, cuando los jueces autonómicos rechacen una medida propuesta por el Ejecutivo autonómico. El Gobierno deja así en manos del Supremo, la resolución exprés, en unos ocho días, sobre las posibles restricciones que tras el estado de alarma propongan los gobiernos autónomos.

El Supremo recibe con críticas este decreto del Gobierno, apuntando una "posible insuficiencia" de este tipo de norma para regular cuestiones que afectan, nada más y nada menos, que, a derechos fundamentales, además de otras cuestiones de plazos, medios y recursos necesarios. El Supremo sugiere constituir una nueva sección que se dedique específicamente a estos recursos.

Varias comunidades quieren mantener algunas de las medidas que amparaba el estado de alarma: toque de queda, confinamientos perimetrales, limitación de personas para reuniones. Cada comunidad determinará la actuaciones y limitaciones que considere más oportuno. El comportamiento de los ciudadanos seguirá siendo crucial. Sería un error pensar que porque ya no haya estado de alarma podemos bajar la guardia y volver a la normalidad. El virus sigue ahí y sabemos que con la interacción social aumentan los contagios. Aunque la tendencia a la baja de esta cuarta ola en la que estamos es buena, todavía estamos en "riesgo alto" de contagios.

Cuando se escriben estas líneas, Castilla y León asume que el día 9, con la caída del estado de alarma, decaerán todas las restricciones que limitan derechos fundamentales, pero todavía no ha concretado planes nuevos, aunque ajustará alguna de las medidas existentes.

No cabe ninguna duda de que el buen ritmo de vacunación ha contribuido a la reducción de la tasa de contagio. España está entre los países de la Unión Europea con más dosis administradas. El 80% de los ciudadanos mayores de 60 años ya tienen, al menos, una dosis, amén de otros colectivos considerados prioritarios. Por otra parte, la Unión Europea está dispuesta a pactar con Estados Unidos el levantamiento de patentes de las vacunas. Aun cuando en cada territorio es distinto, vamos por buen camino en la recuperación. Aportemos nuestro granito de arena respetando las normas, responsablemente, y ¡que no decaiga el ánimo!

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