Esta semana nos hemos sobresaltado con la noticia del asesinato en Burkina Faso de dos reporteros españoles, David Beriain y Roberto Fraile, que se encontraban trabajando en dicho país en un reportaje del programa Clandestinos, en este caso sobre la caza furtiva en dicha área de África.
Ambos reporteros eran conocidos por su vocación, por el amor a hacer periodismo con mayúsculas, cubriendo conflictos y problemáticas ante las que nuestra sociedad tiende a mirar hacia otro lado, pero que deben conocerse, y para lo cual hay que correr un riesgo personal importante, que ellos nunca dudaron en asumir.
De ambos, Beriain era la cara más conocida, ya que era quien estaba delante de las cámaras, y le habíamos visto introduciéndose dentro de los laboratorios clandestinos de cocaína de Colombia, entrevistando a cabecillas de cárteles mejicanos, de la mafia italiana, de las redes de secuestro venezolanas o, ya en España, internándose en las redes de tráfico de droga o entrevistando a sicarios que trabajan en nuestro país.
Sin embargo, la carrera periodística de Beriain comenzó como reportero de guerra en países como Irak, Sudán o Afganistán, transcurriendo posteriormente cubriendo diversas problemáticas y conflictos armados, siendo uno de sus trabajos más prestigiosos el reportaje Díez días con las FARC, en el que se introdujo dentro del submundo de la guerrilla colombiana.
Por su parte, Roberto Fraile, aunque menos conocido por estar detrás de la cámara, constituía esa parte imprescindible del periodismo que supone convertirse en nuestros ojos para ver lo que ocurre. Así, en ocasiones los ojos de su cámara nos sirvieron para ver de primera mano lo que ocurría en Salamanca (ya que trabajó de cámara en La 8 Salamanca), y en otros casos para ver lo que ocurría en conflictos armados donde el horror sobrepasa los géneros, edades, razas o sexos. En este aspecto, por querer ser nuestros ojos en la guerra de Siria, fue herido por una bomba en Alepo, si bien previamente había cubierto otras guerras, como Afganistán, donde coincidió con Beriain.
Sin embargo, esta semana recibimos la peor de las noticias posibles en la trayectoria de Beriain y Fraile, cuando un grupo terrorista atacó un convoy en el que viajaban para realizar su trabajo, muriendo en acto de servicio, dejando la insensatez de los asesinos tras de sí dos familias rotas en el dolor, y un hijo y una hija sin padre en el caso de Roberto.
Pero si la ausencia de David Beriain y Roberto Fraile ha resultado dolorosa para el periodismo español, varias localidades han llorado especialmente su pérdida, siendo el caso de aquellas que les vieron nacer, la navarra Artajona y la vizcaína Barakaldo, pero también Salamanca, donde vivía Fraile con su familia, la ciudad de Béjar, de donde era su padre, y la localidad leonesa de Valdespino, de donde era su madre, y donde será enterrado el reportero gráfico.
Con ellos se van dos de nuestros mejores ejemplos de reporteros comprometidos y valientes, que dejan tras de sí un gran trabajo, semillas que deberían germinar en un mundo más justo, que acabe con aquellas situaciones que precisamente se jugaron la vida en denunciar. Periodistas con mayúsculas, descansad en paz.
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