Son como los agitadores nazis de los comienzos que atacaban con sus bravuconadas la democracia frágil de Weimar y luego se metieron en las SS. Con sus ritmos mortalmente monótonos no hacen música ni literatura sino frases sordas y asesinas, sintagmas brutales sin pizca de vida, vomitonas sin creatividad. No descubren nada de la vida, como debe hacer cualquier creador, no nos hacen vivir, sino que nos machacan la vida. Son el puro fascismo. Son la negación de toda cultura.
Libertad de expresión, dicen. Libertad de decir que revienten a alguien con una bomba, que acuchillen a otro en la barriga, que le aplasten a este la cabeza. Libertad de insultar sin cerebro a cualquiera, como una ametralladora desbocada, como la motosierra de las películas de terror. Son la simplificación de la vida entera, el obscurantismo más cutre, la eliminación de las más mínimas actividades cerebrales.
¿Y eso es todo lo que tienen que expresar? Igual que hacen los descerebrados en los twits, que simplifican la vida ferozmente, que eliminan a cualquiera con una frase simplona y cortante. Entonces yo también voy a decir: "Matad a la vieja de enfrente, que es muy fea. El vecino de arriba es un violador, id todos a triturarlo. Hagamos picadillo a los judíos porque tienen la nariz muy grande".
Celine fue condenado por escribir "Bagatelas para una masacre" que incitaba a la cacería de judíos, y muy bien condenado, aunque él escribió la inmensa "Viaje al fin de la noche". ¿Y estos cretinos que solo quieren vociferar su antimúsica no quieren ser condenados? Trump incita a asaltar el Congreso, estos zafios invitan a reventar a todos los que no les gustan . Y un tipo con coleta que se llama "Campanarios" o algo así quiere libertad para los raperos brutales pero no para los periodistas. Apaga y vámonos.
ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR
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