Últimamente se habla mucho de la nomofobia, esa dependencia excesiva que una gran parte de la población siente del móvil y que cuando no lo tiene ( por algún fallo técnico u olvido) genera en el sujeto una serie de síntomas psicopatológicos, de más o menos intensidad. La nomofobia tiene que ver con el sentimiento de soledad, continuamente en aumento, que nuestras sociedades hiperconectadas producen paradójicamente; en la etapa de la civilización en la que la tecnología nos ha permitido mayor información y comunicación que en ninguna otra, el sentimiento de soledad ha crecido insospechadamente.
El móvil, se dice, es el dispositivo que aleja a los presentes y acerca a los ausentes. Esta observación la podemos hacer a cualquier hora en cualquier momento; sales a la calle, ves a un grupo sentado en una terraza y lo más probable es que de seis personas reunidas cuatro estén ocupadas con el móvil y dos intentando hablar entre ellas. También dentro de casa: estás hablando con tu marido o con tu hija, suena el móvil y la conversación se corta para dar paso a una llamada desconocida, o conocida pero no invitada en ese momento.
No existe la palabra normofobia, pero sí existe un cuadro de rechazo generalizado a las normas y/ o leyes, y las consecuencias de su negación o mal uso, llamado anomia. En el presente, en nuestra sociedad, la relación de los individuos con las normas sociales es cada día más ambigua y crea más ineficacia en las instituciones, en las empresas, en cómo se llevan a cabo las tareas públicas, en el funcionamiento global de una sociedad. Esta "normofobia" o anomia, crea un ambiente colectivo tan inseguro en cada individuo que comparado con la nomofobia citada al principio, es comparar una tormenta destructora con un pequeño capricho infantil.
Hablemos, pues, de este rechazo o falta de respeto a las leyes y normas creadas para ordenar y salvar del caos a cualquier grupo humano. Tanto las leyes como las normas, para ser eficaces deben señalar LOS LÍMITES de las conductas reguladas del modo más preciso posible; podemos afirmar que cuanto más ambigua o indefinida es una ley o norma, menos se cumplirá. Los límites entre derechos y deberes, entre una propiedad y otra, en los espacios públicos, etc., son la esencia de un orden social. El concepto de límite es el mismo y tiene la misma enorme importancia en la educación de un niño (en el sentido de comunicarle y sancionar lo que puede y no puede hacer) que en el presupuesto de una obra pública o los plazos para edificar un edificio público. Pongamos algunos ejemplos de nuestra ciudad, que es la que mejor podemos observar: si no hay límites claros, la construcción del hospital nuevo puede llegar a costar el triple o el cuádruple que lo que se estipuló por la Junta o Ayuntamiento, o puede finalizar (si no hay límites de tiempo de realización) cuando ya todos los enfermos hayas fallecido y todas las epidemias hayan pasado. Si no hay límites precisos, un parque público puede convertirse en un parking improvisado, pues el ciudadano no sancionado no sabe, ni a veces quiere saber, los límites de sus deberes de conductor. Si la misma Junta de C.y L. ordena el toque de queda a las 20h, en contra de la normativa del Gobierno estatal del toque de queda a las 22h, y tampoco el Alto Tribunal tiene un límite de tiempo para la respuesta, la población puede estar durante más de un mes en la duda de a cuál de los dos gobiernos tiene que obedecer.
Si no hay límites en el derecho a manifestarse, los manifestantes pueden querer hacerlo mostrando su ira (rompiendo bienes públicos, por ejemplo) o sin límite de tiempo, como está ocurriendo estos días en varias ciudades. Un niño mal criado está invadido por la angustia de no saber qué hacer y sufre y hace sufrir a los que le rodean. Un grupo "mal educado" en las normas y leyes, puede hacer de un barrio o una ciudad entera un espacio violento, o tenso, o desagradable, en el que los grupos y los individuos se sienten perdidos en el caos o en la ambigüedad.
El riesgo de pasar de un régimen autoritario a una democracia se produce cuando los ciudadanos no asumen los límites de las nuevas conductas y normas: si el concepto de límites no se tiene claro ni un niño puede llegar a convertirse en un adulto responsable, ni un país puede dejar de estar siempre en el tránsito de una forma de gobierno a otra.
Por muchos móviles y algoritmos que utilicemos para todo.
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