La política es un objeto de estudio que ha capturado mi atención a lo largo de medio siglo convirtiéndose a la vez en la parte más sustantiva de mi modus vivendi. Una parcela muy relevante la han constituido los textos que me informaban de lo que ocurría en mi derrotero y que teorizaban sobre las razones de por qué las cosas sucedían y de sus consecuencias.
Sin embargo, esa experiencia intelectual sedentaria, aunque indudablemente necesaria, no ha sido la única en la que me he visto embarcado. Mi vocación viajera junto con el papel central latinoamericanista de la Universidad de Salamanca por donde desfilan relevantes figuras me ha provisto de un conocimiento personal de la realidad que tras cotejarlo con la interpretación que otros hacen de ella se vierte en mis escritos, clases y conferencias. Así, mis observaciones y análisis del acontecer unido con el conocimiento de actores destacados del día a día de la política configuran un rico acervo que resulta fundamental en mi profesión.
Paraguay es un país poco conocido para el público en general. Para mí, además de interesante, es entrañable. Lo he visitado una docena de veces y allí guardo amigos y discípulos excepcionales. En mis clases pongo de relieve que supone un caso de oportunidad perdida a la hora de capitalizar tres características notables que gestionadas de manera inteligente podrían constituir ejes de poder blando. Se trata de su casi total bilingüismo (español-guaraní), de su vocación autárquica y de haber sido un país al que dos poderosos vecinos (Argentina y Brasil) arrebataron una parte substanciosa de su territorio y aniquilaron a su población hace 150 años.
Por otra parte, una pertinaz oligarquía agroexportadora con vínculos históricos con el contrabando -más recientemente concentrado en el narcotráfico- agostan las posibilidades de que florezca el estado de derecho y la democracia haciendo que el país ocupe el último lugar de la región en el índice de percepción de la corrupción. La feroz dictadura de Alfredo Stroessner que formalmente acabó en 1989 ha mantenido su sombra con el sutil ocultamiento del papel desempeñado por el ejército.
Efraín Alegre es un político paraguayo opositor al oficialismo colorado al que le arrebataron el triunfo en los comicios presidenciales de 2018 denunciados por académicos y observadores internacionales como fraudulentos con un Tribunal Supremo de Justicia Electoral haciendo gala de notoria parcialidad. Alegre se encuentra en prisión preventiva fruto de una acusación irregular de financiación ilegal de su campaña electoral.
Según la imputación de la fiscalía, la firma del informe sobre gastos electorales del Partido Liberal Radical Auténtico, del que es presidente, lo hace responsable de estos, a pesar de que la ley dice explícitamente que "los candidatos no pueden ser administradores electorales". La fiscalía está controlada por el coloradismo y el fiscal Édgar Sánchez, de dudosas credenciales, es incompatible para ejercer el cargo. Efraín ha frecuentado las aulas del estudio salmantino y ha apoyado mis investigaciones en Paraguay. Me ha acogido en su casa de Asunción. Hoy es un preso político.
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