Jesuitas y abusos sexuales

Estos días, los Jesuitas han presentado un informe a la prensa oral y escrita sobre los abusos en su congregación. En una investigación propia, han revisado sus archivos desde 1927.

Han usado como fuentes de investigación sus archivos, testimonios de víctimas y casos aparecido en los medios; a la vez, han creado una Comisión de Escucha.

Han dado cuenta del número de jesuitas implicados como abusadores y de sus víctimas, así como otros datos. Durante 93 años han registrado 96 casos de jesuitas acusados. Las víctimas registradas han sido 81 menores y 37 adultos. El número de la población de jesuitas revisada es de 8.782, desde 1927.

No puedo por menos de felicitar y agradecer a esta institución el esfuerzo de trasparencia que han hecho, y el reconocimiento de los errores cometidos.

Los datos ofrecidos es seguro que no representan toda la realidad, porque ya no es posible hacer un estudio de una muestra adecuada de todos los menores y adultos que se han formado o trabajado con los jesuitas desde 1927.

También la incidencia de los casos de abusos registrados por la Fiscalía Nacional están lejos de la prevalencia que demuestran los estudios con muestras representativas de la población. Una cosa es la incidencia (casos registrados) y otra la prevalencia (casos conocidos por estudios de muestras representativas de la población y adecuada metodología). La diferencia es grande, porque la mayoría de los casos no son denunciados, pero sí pueden ser reconocidos de forma anónima, en una buena entrevista).

No se puede olvidar que estamos ante un problema nacional y mundial, no solo del clero, aunque resulte especialmente sorprendente que una religión, tan restrictiva en su moral sexual, tenga que reconocer la responsabilidad de algunos de sus miembros más desatacados

Lo cierto es que en nuestra investigación sobre prevalencia de los abusos en España, la mayor parte de las víctimas (casi el 70%) lo comunicaron a alguna persona que le guardo el secreto. ¿Quiénes fueron estas? Una amiga o amigo, en primer lugar, la madre, en segundo lugar y otro miembro de la familia. La mayoría de los que recibieron esta información, la silenciaron. Este ha sido y sigue siendo un problema social.

Los jesuitas, aunque con retraso, han demostrado hacer un esfuerzo de trasparencia y son un ejemplo para el resto de instituciones eclesiásticas y no eclesiásticas, porque estamos ante un problema de determinadas familias, colegios, asociaciones, organizaciones y empresas de todo tipo.

Los abusadores son siempre personas concretas sean clérigos, jueces, políticos, sanitarios, docentes, monitores, entrenadores, periodistas o ciudadanos concretos de todas las profesiones. Ellos son los responsable. Pero aquellas instituciones que durante tanto tiempo han silenciado estos casos tienen la obligación moral de ser transparentes, hasta donde puedan llegar.

En este contexto general de ocultamiento, felicitemos a una institución que reconoce los errores y está dispuesta a que no se repitan.

Los textos entrecomillados que reproduce la prensa de este informe merecen ser alabados:

"Sentimos el dolor de las víctimas, provocado por algunos compañeros nuestros. Sentimos las ocasiones en que no se escuchó a quien quería respuestas y en que se afrontaron de manera insuficiente acusaciones que deberían haber supuesto medidas tajantes (...) Los abusos a menores y personas adultas en la Iglesia y en la sociedad han sido durante demasiado tiempo una realidad mal entendida y gestionada".