A. P. Alencart ante la sección de Poesía Universal de la Biblioteca Histórica de la Usal
Cuando el 25 de marzo pasado Amalia Iglesias me escribió, solicitándome un poema para publicarlo en el portal del Servicio de Actividades Culturales de la Universidad de Salamanca, indicándome que era para un proyecto de libro en torno al confinamiento y a las situaciones que se iban derivando de la misma, lo cierto es que no tenía ningún texto escrito sobre la pandemia y el estado de alarma por el que atravesábamos. Pero tratándose de mi Universidad, tuve la necesidad de hurgar en mis libros publicados: así encontré que 'Poema para momentos difíciles' (Cartografía de las revelaciones, Verbum, Madrid, 2011), se ajustaba al drama sanitario que ya mostraba su virulencia.
Y se lo envié, junto con mi gratitud.
***
Días antes de Navidad recibí, en mi despacho del Campus Unamuno, la antología A poema abierto. Escribir en tiempos de pandemia (Ediciones Universidad de Salamanca, 2020, pp. 312). Tiene unas palabras introductorias firmadas por mi buen amigo Ricardo Rivero Ortega, nuestro Rector, así como un amplio e interesante prólogo a cargo de la poeta Amalia Iglesias, quien tiene todo el mérito por sacar adelante tan abarcadora muestra.
En la misma se albergan poemas de 260 autores, todos españoles como primera nacionalidad, salvo 29. Entre los nacidos fuera de España están mi querido amigo Abdul Hadi Sadoun (Irak), Ana Blandiana (Rumanía), Chantal Maillard (Bélgica), Marta Eloy Cichocka (Polonia) y Minke Wang Tang (China).
El equipo de la América hispana lo conformamos Ida Vitale, Eduardo Milán y Cristina Peri Rossi (Uruguay); David Huerta, Jeannette Clariond, Coral Bracho, Vicente Quirarte y Víctor Bermúdez (México); Hugo Mujica, Noni Benegas, Lucrecia Romera y Belén Gache (Argentina); Edda Armas, Yolanda Pantin y María Clara Salas (Venezuela); Darío Jaramillo Agudelo y Santiago Espinosa (Colombia); José María Zonta (Costa Rica); Isel Rivero, Sergio García Zamora y José Pérez Olivares (Cuba); Alexandra Domínguez y Luis Correa-Díaz,) y, finalmente, quien esto firma (Perú).
Plaza Mayor vacía, durante el confinamiento (foto de José Amador Martín)
POEMA PARA MOMENTOS DIFÍCILES
Permíteme decirte
que si el frío alambre del oscuro invierno
hiende sus oxidadas púas sobre tu garganta,
nada está perdido todavía.
Y si ahora tu cuerpo es objeto de cóleras
comunicables paseándose por él para hacerle ruina,
mira cara a cara a la vida
aunque la afiliación del hombre
sea con la muerte.
Hay un pacto de honor entre la vida y la muerte,
un grano de misterio
que porfía en medio de cualquier desastre
y no se cansa de arder,
fiel al arca de las visiones cuyo único tiempo
está grabado en tu memoria.
Permíteme decirte
que así se flota como una estrella
cuya luz quiere ser robada. Así se aguanta
hasta el próximo diluvio. Así se aprenden
himnos que logran despertar estatuas.
Así tu sombra viaja todos los días
con los ojos llenos de pájaros y enigmas.
Este es un vals privado que acompaño de violines
para que solo tú recuerdes.
Tú, que quieres vivir con los huesos completos.
Tú, que has ido quitando telarañas de la casa paterna.
Tú, que sorbes poesía como medicamento del alma.
Tú, que tienes voluntad de seda y acero.
Tú, que deseas oír el zumbido de los cometas.
Tú, que sabes de alegrías y lamentaciones.
Tú, que aspiras abrazar todo aquello que mana del amor.
Permíteme decirte
que el firmamento no se ha gastado todavía
y que hay principio y hay continuación
en esta guía de viaje cuyo destino está más abierto
que los sueños.
¿Acaso no has visto tantas aflicciones en los pasillos,
tantas grandes letras negras
dando cuenta de vencidos rostros?
Los ramajes del habla están contigo
y sigues destetándote con nieve derretida,
combatiendo más allá de la víspera
apoyada en el aliento esencial de los creyentes.
Menos sollozos en momentos difíciles.
Menos equívocas realidades.
Menos músicas enmudecidas.
Menos llamas que no queman.
Menos campanas enmohecidas.
Menos desórdenes dispuestos a hacerte volar
de nuestros ojos.
Yo sé que tu salud responde a la llamada
de mi voz bordadora de entusiasmo.
Y aunque no está en mis manos renovarte
las células favorables,
soplo en tus venas para quitar fiebre al calvario
y anunciar que algún suceso alegre
picoteará tu cena de las noches venideras.
Permíteme decirte
que la cita no está convenida
y que debes volver a podar los rosales
(como en el pasado, como en el futuro),
viviendo felizmente con la vida que te sobrevive.
Así es:
la vida es una historia contada por pastores
cuyo pregón genera temblor en nuestros pechos
y en el polvo profundo
y en el resplandor que nos resucita.
Te digo y te vuelvo a decir
que toda cascada de tribulaciones se hará trizas
mientras estés visitada
por el hijo de los terrestres testimonios.
En este mundo
dientes viejos resultan las angustias,
y por ello,
para tu cuello,
elaboro con palabras balsámicas
este collar que sabrá
cómo calentarte durante el invierno.
Foto de José Amador Martín
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