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Gabriel y Galán, itinerario poético del alma
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paseo salmantino XIII

Gabriel y Galán, itinerario poético del alma

Actualizado 09/10/2020
José Amador Martín y Charo Alonso

El conjunto escultórico, pagado por las gentes de a pie y rematado por la Caja de Ahorros, ornaba el Parque de San Francisco, antes de pasar a la plaza que lleva el nombre del poeta

Joven murió el poeta oriundo de Frades de la Sierra, el maestro que halló en las tierras cacereñas del Guijo de Granadilla, el paisaje y el dialecto para una poesía enraizada en la tierra que, como dijera Unamuno en su necrológica, no pasó como callada sombra. El alma de su alma del pueblo al pueblo vuelve, y su Salamanca, en su ciento y un aniversario, le festeja. El XXIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, bajo la mano diestra de Pérez Alencart, el pincel de Miguel Elías, el apoyo de las instituciones salmantinas y la presencia de José Amador Martín, conmemoran al poeta del Cristu Benditu, al poeta de la tierra, del surco y la noche al raso con el niño que cuida las vacas. El poeta del Ama, el embargo y la austera, cercana, humilde poesía de una tierra enraizada en sus primeras letras.Gabriel y Galán, itinerario poético del alma | Imagen 1

A Gabriel y Galán lo encuentra el poeta fotógrafo en sus paseos salmantinos. No siempre estuvo aquí, al abrigo de su biblioteca enfrente de uno de los pequeños, delicados hotetilos de la Salamanca de comienzos del siglo XX. El poeta conmemorado en piedra blanca sin embargo, siempre tuvo vocación de biblioteca y no solo de pantano. El conjunto escultórico pagado por las gentes de a pie y rematado por la Caja de Ahorros, ornaba el Parque de San Francisco, el primer jardín público de la ciudad, delante de la primera biblioteca de la entidad salmantina obra de Joaquín Secall, uno de los hacedores de la Salamanca tal y como la conocemos. Inaugurado en 1926, el conjunto, veinte años después, sería trasladado frente a la antigua Casa de Socorro devenida también biblioteca. Voluntad de libro tenía el poeta, pero su representación escultórica no gozó de mucho predicamento entre un público tibio que ya le tenía tomada la medida al escultor andaluz Juan Cristóbal, quien había resuelto un encargo comunero del Ayuntamiento con la entrega de un busto que alguien encargó y no pagó en su taller. Su versión del poeta, pese a apoyarse en fotografías y en la pose de su hermano Baldomero, no gustó del todo en Salamanca, quien no había podido pagar la cuarta figura del conjunto: la madre del Cristu benditu.

¿Sería porque la imagen tenía el pecho desnudo y un cierto desapego al niño tumbado sobre sus rodillas? Salamanca solo se trajo dos alegorías femeninas: La muchacha campesina se inclina sobre la piedra, el escote generoso, la gavilla de trigo entre las manos. Gabriel y Galán, itinerario poético del alma | Imagen 2El ama, digna y cubierta, parece una patricia romana y no una abnegada esposa extremeña. La alegoría, clásica y fluida, es hermosa y sin embargo, aletea frente al espectador sin convencerle del todo. Los ropajes del poeta y su mano sin libros carecen de fuerza, la que sí desprenden los brazos del Ama, para la que posó, según la tradición, la actriz Aurora Redondo, amiga del artista. Un artista dueño de sus dones, capaz de trazar el cuerpo de las mujeres con maestría, inclinarlas, casi vivas sobre desnudas columnas de granito.

Estatuas a la altura del espectador. Prestas al abrazo, a la mirada y a la barbarie. El conjunto escultórico ya sufrió las iras de los vándalos y fue Sánchez Calzada quien, desinteresadamente, restañó, restauró las imágenes del poeta y sus musas. La dama romana, la campesina con su chal y su haz de espigas. El detalle en el que se solaza el fotógrafo, quien habla de tú a tú con las dos mujeres apoyadas, sosteniendo el telón que se alza mostrando al poeta, al hombre consagrado, los libros en su mano, el rostro sosegado. Mujeres dinteles, mujeres columnas, mujeres musas, mujeres a la espera y, sin embargo, frente al hierático protagonista, mujeres vivas: palpitante el escote de la joven, feroces en su fuerza los brazos de la señora, tocada y preocupada por la vida cotidiana.

Poeta y partícipe de los eventos que reúnen a quienes escriben a despecho de las distancias, José Amador retrata no solo a los participantes de un encuentro que, gracias a los esfuerzos de muchos, se mantiene y permanece, recital, libro, revista de poesía, encuentro tan vivo como la poesía de aquellos a los que homenajean con su recuerdo. Ya decía Unamuno, a quien los escultores mostraron con toda su fuerza, que Gabriel y Galán no sería una callada sombra. La suya es una presencia que se siente y que palpita, y esa presencia la retrata José Amador con una ironía exquisita ¿Dónde la luz, la gracia del autor consagrado, convertido en piedra, fijo, inmutable en su gravedad de estatua? En el quiebro inesperado de dos alegorías tan vivas como la tierra. Piedra que palpita, mujer de gavilla.

José Amador Martín, Charo Alonso.