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Varias generaciones que curten, reparan y crean con sus manos un calzado único
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LABORES ARTESANALES

Varias generaciones que curten, reparan y crean con sus manos un calzado único

Actualizado 22/09/2020

Desde su pequeño taller, Eduardo González contiua al lado de su padre en el artesano oficio de la reparación y creación de todo tipo de calzado, siendo los únicos supervivientes en la comarca de Peñaranda

Es sin duda miembro destacado de lo que hoy muchas elites definirían a buen seguro un 'selecto club' aunque en la realidad son una especie en peligro de extinción. Abnegados artistas de lo suyo, que desde hace más de 100 años han convertido su arte en artesanía conocida y reconocida por varias generaciones y que hoy, desde su acogedor taller en Macotera, sigue ofreciendo idéntico mimo a cada pieza, tal y como lo hicieran sus antepasados mucho tiempo atrás.
Y es que a golpe de tesón e ilusión por su 'faena' se levanta cada mañana Eduardo González, ultimo eslabón de una cadena familiar dedicada a la artesanía del calzado, y que sigue los mismos rituales que ha recogido de su padre, quien hoy, a sus ochenta y pocos, sigue destilando devoción por el oficio al que sigue mirando con entrega, como lo hace su hijo, desde que comenzara siendo bien niño en esta labor transformada ya en una forma de vida.
Estamos hablando de la quinta generación de estos artesanos del calzado, que tienen su origen en Babilafuente, quienes tras no poco esfuerzo en el oficio recalaban en la localidad, donde hoy sigue desarrollando su actividad con gran dedicación, realizando la reparación de cada pieza o creándolas el mismo, siempre siguiendo el buen hacer y las pautas de Jesús, su padre y gran mentor en estas artes, conocimientos que hoy le han valido para ser un referente conocido en toda la zona dentro de una profesión que vislumbra cierta incertidumbre en su horizonte de futuro, hoy más incierto si cabe tras la llegada del coronavirus.
Siempre ubicado en su pequeña banqueta empieza el ritual de trabajo, acariciando la piel como buen zapatero artesano, buscando siempre ofrecer un producto perfecto que encaje con la idea o la necesidad de cada cliente, saliendo de sus

experimentadas manos botos, botines, zapatos o botas para montería, entre otros, siendo objetos que ensalzan aquella entrega al trabajo y el objetivo final, lo que los convierte en piezas de verdadera calidad y detalle que ya son muy apreciadas entre quienes conocen este buen hacer centenario que lucha cada día por permanecer, tratando de superar a la tan expandida y fría maquinaria y producción en masa.

Y es que ver su labor es como sentir que el tiempo se detiene. Mismo material, mismas herramientas en su gran medida y sobre todo misma elaboración para cada trabajo, siguiendo este ritual familiar que les ha consagrado, sin olvidar también las largas horas de trabajo dedicadas en cuerpo y alma a la creación o la mejora de aquel calzado caído en sus manos.
Clientes anónimos y destacados como El Viti o El Juli, además de ganaderos de prestigio y personalidades de la nobleza han puesto en valor el trabajo de esta familia artesana, que tampoco ha querido dejar de lado la evolución de los tiempos, realizando no pocas creaciones y trabajos para tiendas tanto en la provincia de Salamanca como en diferentes destinos de España.
Una labor que comienza desde el origen más primario de los elementos, tratando la piel, secándola y comenzando a dar la forma deseada al producto, que no solo se mantiene sino que ya se ha convertido en historia macoterana, que lejos de ser pasado, lucha día a día por mantener un oficio con proyección y futuro pero que, tal y como explica "estamos en un mañana muy complicado. Somos los únicos que quedamos en la zona y la llegada del virus ha puesto todavía más difícil continuar" aunque mantiene cierta positividad ya que, tal y como asegura, "lucharemos para salir adelante, es todo muy incierto pero este oficio es nuestra vida y por el vamos a pelear".
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